Bianchi.— Pues claro que no la hay, ni falta que hace, tal y como se la entiende en Occidente, en el «mundo libre», es decir, la democracia formal con Parlamentos, que son Charlamentos, elecciones entre guatemalas y guatepeores, separación de poderes que brilla por su ausencia, libertad de expresión que es irrisión y burla con artistas presos por decir simplemente las verdades del barquero, etc., etc. No, esta clase de «democracia» no la busquen en Cuba ni vamos a comparar la democracia participativa de la isla con la democracia representativa occidental donde cada vez más impera un alto índice de abstención. En Cuba, por no haber, no hay ni libertad de corromper ni ser corrompido, que es un índice básico para homologar una democracia que se precie. Allá no hay escándalos financieros gordos porque no hay libertad. Es por todo esto que en Cuba lo que hay es una dictadura, de izquierdas, pero dictadura, ¿o pensaban que las dictaduras sólo pueden ser de derechas?
Estos últimos días hemos asistido a patéticas escenas inquisitoriales donde el facherío le pedía a un amerengado presidente socialdemócrata (vamos a usar este lenguaje políticamente correcto y formal) que dijera que Cuba es una dictadura. Un acto solipsista y performativo en que una sola palabra bastará para configurar la realidad. Cuba es una dictadura porque lo ha dicho el presidente, palabra de presidente, te alabamos, señor. Pero no lo dijo, lo que dijo es que Cuba no es una democracia, por supuesto entendida a la usamericana manera, no como la entendemos los comunistas, demócratas y antifascistas en general.
Entre decir que Cuba es una dictadura o que allá no hay democracia no hay apenas diferencia y sí un nexo común en proclamar la necesidad de «democratizar» la isla, del mismo modo, fíjense, que los Reyes Católicos pretendían cristianizar América una vez «descubierta», que no invadida ni explotada. Previamente se tuvo la delicadeza de discutir si el indio aborígen tenía o no alma, y si la tenía, pues se le crismaba a hisopazo limpio. Tuvo que ser la «intelligentsia» de la época en forma de monjes de convento (P.Vitoria) quienes justificaran la conquista mediante el derecho… de comercio, de libre comercio, pretextando ideológicamente la evangelización de la indiada. Ayer, cristianizando; hoy democratizando. Siempre interviniendo.
Recuerda mucho esto los tiempos no tan lejanos -parece que fue ayer, ¿no es cierto?- en que para obtener la pátina y el lábel de «demócrata» había que condenar el «terrorismo». Ya no se trataría de la libertad de expresión sino del derecho al silencio (o guardar silencio, como se contempla judicialmente) que, en caso de hacerlo, esto es, callar, te convertía meridianamente en «filoterrorista». Como en la época feudal con la distinción por razones de sangre entre «cristiano viejo» y «cristiano nuevo» (judíos, moros), o la penúltima discriminación entre quienes tienen el pasaporte sanitario o verde y quienes no, entre los que se vacunan y los que no.
No, Cuba no es una democracia al uso. Pero lo que no es, desde luego, es una seudodemocracia de tres centavos. Por algo se hizo una Revolución.