Archivos desclasificados: Japón puso fecha al comienzo de una guerra bacteriológica contra la URSS en 1945

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Un protocolo recoge el momento en la que las tropas niponas tenían previsto lanzar un ataque contra la Unión Soviética con armas prohibidas con las que pretendían contagiar al enemigo con tuberculosis y fiebre paratifoidea B.

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Japón estaba preparando en marzo de 1945 una guerra bacteriológica contra la Unión Soviética, según queda patente en documentos desclasificados este viernes por el Servicio Federal de Seguridad de Rusia. Tokio tenía previsto librarla en junio de aquel año, el último año de la Segunda Guerra Mundial.

Las instalaciones militares involucradas en el desarrollo de armas bacteriológicas estaban concentradas en Manchuria, un territorio chino invadido hacía años por el Ejército Imperial Japonés y convertido en una monarquía títere.

En un proceso judicial celebrado en 1949 en la URSS, el general nipón Otodzoo Yamada declaró que fueron los destacamentos especiales número 731 y 100 del Ejército de Kwantung (desplegado en Manchuria) los encargados de realizar las peligrosas operaciones con las bacterias. Sin embargo, no todos los documentos incautados por la investigación sobre esta clase de preparativos formaron parte del expediente o vieron luz desde entonces.

El médico militar estaba al tanto

Un acta de esta nueva tanda desclasificada de documentos es el protocolo del interrogatorio al subteniente del servicio médico Seei Yamamoto, alias Tanako Masami, miembro de ese destacamento especial número 731. Según figura en el documento, él le dijo a los investigadores que estaba buscando una forma de estabilizar a largo plazo los microbios causantes de la tuberculosis y de la fiebre paratifoidea B “para su uso en la guerra bacteriológica” contra los soviéticos.

Estas indicaciones ponen fecha al supuesto comienzo de la contienda con uso de estos u otros patógenos: junio de 1945. El plazo X lo conocía porque se lo había oído mencionar a su jefe, el capitán Simidzu, y a otros militares del mismo destacamento, que habían asistido en marzo de 1945 a una reunión convocada por el teniente general Ishii Shiro, el microbiólogo que estaba  al mando del Escuadrón 731 del Ejército Imperial Japonés.

Sin embargo, entre marzo y junio la situación cambió drásticamente en otro teatro de operaciones: la Alemania nazi y la Italia fascista, dos países aliados de Japón, que sufrieron y reconocieron sus derrotas definitivas.

“Que el condenado muera para la ciencia”

Parte de los trabajos llevados a cabo por el personal del destacamento consistieron en probar los cultivos de las mortíferas bacterias en los prisioneros de guerra soviéticos y chinos retenidos en varios campos de concentración. A los presos los contagiaban de forma intencionada mediante inyecciones o por medio de proyectiles portadores de la mortífera carga no explosiva.

Las justificaciones niponas se conocen desde el tribunal de 1949, donde un teniente general del servicio veterinario declaró: “si el delincuente está condenado a muerte, mejor será que muera para la ciencia“.

El general Shiro fue uno de los militares que evitaron el castigo en el proceso soviético, porque desde 1946 contaba con la protección de las autoridades militares estadounidenses. Hasta el fin de su vida solía repetir: “el ejército bacteriológico salvó a Japón”. Su inmunidad ante la persecución judicial internacional se debía a que había entregado a EE.UU. los materiales de sus inhumanos estudios.

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