Renán Vega Cantor.— Es necesario recordar que los marines de EEUU, así como los contratistas privados de esa potencia, son unas máquinas de muerte, que han sido adiestradas para matar, torturar, desaparecer a quienes son declarados enemigos y eso incluye a los niños de los territorios ocupados.
En Afganistán, se derrumbó el estado fantoche Made in USA, los talibanes se tomaron el palacio presidencial, las tropas de los EEUU y sus vasallos de la OTAN salieron presurosas como ratas en barco que naufraga y el aeropuerto se vio súbitamente congestionado con miles de personas, desesperadas por huir. Estas escenas se han vuelto cotidianas desde el 15 de agosto, cuando las tropas de EEUU empezaron a salir de Afganistán, tras veinte años de una brutal ocupación imperialista.
Esta aplastante derrota para la primera potencia mundial deja un saldo trágico de muerte, desolación y destrucción en Afganistán, con cinco millones de exiliados, doscientos mil desplazados internos ‒sin contar los que resulta del nuevo ciclo que comenzó hace pocos días‒ 250 mil afganos muertos, entre los que se incluyen soldados, policías, combatientes talibanes y de otras fracciones y civiles y miles de heridos e inválidos que ha dejado esta guerra de agresión. Aunque no hay cifras exactas, entre los muertos civiles, ocasionados por los bombardeos “inteligentes” llevados a cabo por los EEUU y el ejercito fantoche, hay miles de niños y mujeres.
Sin embargo, falsimedia mundial, encabezado por las usinas de mentiras de los EEUU (CNN, Fox, New York Times, Washington Post y compañía), para tratar de apaciguar el impacto simbólico que ha tenido a nivel mundial la estrepitosa huida de los EEUU desfigura de tal forma la realidad, que nos está presentando la imagen que la criminal potencia imperialista y sus marines ‒responsables de la carnicería contra los afganos‒ son mansas palomas, que no han matado ni una mosca, y realizan acciones de una ternura infinita, en especial con los niños afganos.
Esos medios difunden fotografías y videos de marines (hombres y mujeres, lo cual en este caso no marca ninguna diferencia, como podrían suponer ciertas feministas de ONG favorables a las potencias capitalistas de occidente) con niños en brazos, de pocos meses o recién nacidos.
Algunas de esas imágenes han sido reproducidas hasta la saciedad por falsimedia, como si de esa manera se pudieran borrar dos cosas: la magnitud de la derrota de EEUU como potencia ocupante y agresora; y el trato inhumano y criminal de sus tropas con los niños y mujeres de Afganistán durante los últimos veinte años.
Porque lo que se quiere dar a entender es que esa ocupación fue una bendición del cielo para los habitantes de Afganistán que, de la noche a la mañana, pierden su confort, libertades y prosperidad por la acción de los talibanes. Esa es la función de las mentiras mediáticas, intentar la modificación de la realidad, de tal manera que los asesinos aparezcan como samaritanos, dignos de elogio y de apoyo.
Esto indica que, de la misma forma que aconteció en Vietnam, está en marcha la construcción de un relato que lava la imagen criminal de EEUU. Ese relato imperialista ‒reproducido por falsimedia mundial y copiado por los pasquines colombianos (Semana, El Espectador, El Tiempo…)‒ pretende presentar a los responsables de la guerra, tanto militares sobre el terreno como a los civiles que los conducen (empezando por cuatro presidentes y sus halcones, George Bush II, Barak Obama, Donald Trump y ahora el senil de Joe Biden) como unos héroes del bien que merecen ser aplaudidos y a quienes se les debe agradecer eternamente por los favores hechos a la humanidad en veinte años de intervención imperialista en Afganistán.
Es bueno recordar que los marines de EEUU, así como los contratistas privados de esa potencia, son unas máquinas de muerte, que han sido adiestradas para matar, torturar, desaparecer a quienes son declarados enemigos y eso incluye a los niños de los territorios ocupados. Esta es una ley sociológica, sin excepción alguna en el caso del comportamiento de los EEUU durante sus ocupaciones militares en cualquier país y época, así como en su apoyo a regímenes títeres en el mundo entero que se destacan por masacrar niños, entre los que debe mencionarse a Israel y Colombia.
Pueden evocarse los millares de niños asesinados por las bombas de EEUU en Irak, Siria, Libia o por Israel en los territorios ocupados de Palestina; o las niñas y jóvenes violadas y prostituidas por los marines en el sudeste asiático y en Colombia. Si esto ha sido así desde el siglo XIX, cuando en los propios EEUU fueron masacrados los infantes indígenas en las “guerras indias” por las tropas federales, lo de Afganistán rubrica ese comportamiento genocida contra los niños pobres.
Por si hubiera dudas, otras dos imágenes recientes lo confirman. De un lado, que los marines de EEUU prefieran recuperar perros para llevarlos en avión que a gente de Afganistán y, de otro lado, en el bombardeo del domingo 29 de agosto en el aeropuerto de Kabul, ordenado por Joe Biden, supuestamente para impedir un atentado, hayan sido brutalmente masacrados seis niños por drones no tripulados. Tal es el amor por los niños y la ternura de los marines y sus jefes supremos, sean civiles o militares.
Es tanta la ternura por los niños que el decrepito Joe Biden ordena un bombardeo donde se masacra a seis niños afganos en pleno aeropuerto, niños como los que aparecen en las “conmovedoras” fotos de los marines arrullando a los niños en sus brazos y manos, untadas de la sangre inocente de esos mismos niños. Porque los marines de EEUU, y sus jefes supremos, son los verdaderos Herodes (no héroes, precisamente) de nuestro tiempo, cuyo lema central es que deben masacrarse a los niños pobres en cualquier lugar donde se encuentren.
El Colectivo