Incluso las mujeres con niños muy pequeños se arriesgaron a huir de la ciudad. La situación en Mariupol era tan grave que no había nada que perder:
“De piso a sótano, de sótano a piso. Sin agua, sin comida, sin nada. Estaba oscuro, todos lloraban, daba miedo. Las casas cercanas fueron destruidas. La nuestra fue golpeada varias veces, pero el suelo sobrevivió. Cuando condujimos, pensamos que el coche sería destrozado, o nosotros. Una especie de película de terror. No hay comunicación en absoluto.
Sin luz, sin agua, sin calefacción. Hace mucho frío, son cuatro más en el piso. En el sótano es más o menos lo mismo. Sinceramente, no creíamos que fuéramos a sobrevivir. Todavía no creo que estemos a salvo”, dijo una mujer que acunaba a un bebé en sus brazos.
Pobre gente, pero ellos mismos buscaron su propio mal al apañar las maldades y violaciones de los DDHH cometidos por su ejército y neonazis contra civiles del DONBAS.