El ‘agujero en la capa de ozono’ no se acaba de cerrar

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El “agujero en la capa de ozono” es un nombre tan inapropiado como el de “efecto invernadero”. En la atmósfera no hay ningún agujero ni ningún invernadero. El ozono es un gas que está presente en distintas concentraciones. Cuando la concentración baja de un determinado punto, dicen que hay un “agujero”.

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Juan Manuel Olarieta.—El “agujero en la capa de ozono” es un nombre tan inapropiado como el de “efecto invernadero”. En la atmósfera no hay ningún agujero ni ningún invernadero. El ozono es un gas que está presente en distintas concentraciones. Cuando la concentración baja de un determinado punto, dicen que hay un “agujero”.

 

Sin embargo, la concentración de ozono cambia en distintas altitudes de la atmósfera, de un lugar a otro, del hemisferio norte al sur, y también con las estaciones del año.

Lo que los seudoecologistas quieren decir es que la concentración de ozono en la atmósfera se está reduciendo. La preocupación concierne, especialmente, a la Antártida, donde la concentración de ozono se reduce cada año en primavera, volviendo a recuperarse después. En el hemisferio norte hay una pequeña reducción de ozono, que Noruega rastrea desde 1929. Sus registros muestran que la reducción varía muy poco desde 1940.

La presencia de ozono en la atmósfera se descubrió en 1911 y la oscilación antártica la anunció George Dobson en 1957 en el Año Geofísico Internacional.

En 1974 Mario Molina y F. Sherry Rowland publicaron un estudio en la revista científica Nature que culpabilizaba a los gases CFC (clorofluorocarbonados o freones) de la destrucción del ozono atmosférico. En 1995 les concedieron a ambos el Premio Nobel de Química por el descubrimiento.

Los gases CFC se utilizaban a gran escala en los sistemas de refrigeración (frigoríficos, congeladores, aparatos de aire acondicionado) y en los pesticidas, disolventes y aerosoles (desodorantes).

En 1985 Joseph Farman sostuvo que el “agujero” de la Antártida estaba creciendo y que, además de la Antártida, podía extenderse a otras regiones de la atmósfera. No se ampliaba y luego se reducía periódicamente, sino que era cada vez mayor. Los medios de comunicación lanzaron la voz de alarma, como es característico en este tipo de mitos. El vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, llegó a escribir que los conejos y los salmones se quedarían ciegos.

El ozono llegó a ser uno de los compuestos químicos más conocidos y en 1975 dio el nombre a una revista española, portavoz típico de la oposición domesticada en la transición. La campaña de propaganda sirvió de pretexto para que la ONU tomara cartas en el asunto. La Convención de Viena de 1985, el Protocolo de Montreal de 1987 y la Enmienda de Kigali (Ruanda) en 2016 prohibieron los CFC.

Las emisiones de CFC se han reducido en un 90 por cien y muy pronto lanzaron las campanas al vuelo. Es un caso paradigmático de éxito científico y político. La ciencia ayudó a que los políticos salvaran a la Tierra del desastre (1). Gracias al Protocolo de Montreal, la capa de ozono se está recuperando, proclamó la ONU. En fin, estamos ante uno de los mayores éxitos de la seudoecología.

Debíamos esperar que el agujero se fuera cerrando poco a poco. Pero cuando una hipótesis es falsa, los hechos que la desmientan no tardan en aparecer. Al principio los propagandistas de la hipótesis se excusaron diciendo que se necesitarían muchos años para comprobar los efectos beneficiosos de la prohibición. El “agujero” se acabaría cerrando en 2050, aunque luego la NASA movió el calendario hasta 2070.

En el momento de la prohibición de los CFC los cálculos estimaban que el “agujero” medía unos 14 millones de kilómetros cuadrados y han transcurrido ya casi 40 años desde la prohibición. Si no se ha cerrado por completo, por lo menos se debería haber reducido de tamaño.

Pero las medidas no confirmaron las previsiones y los medios de comunicación empezaron a cambiar el tono de los titulares. “Los científicos no saben qué está impidiendo que, una vez eliminados los CFC, la capa de ozono se recupere” (2). En 2002 el “agujero” era de 12 millones de kilómetros cuadrados. Era un pequeño triunfo; muy pequeño. Sin embargo, en 2006 se duplicaba hasta los 30 millones de kilómetros cuadrados, en 2016 era de 21 millones y este año ha sido de 23 millones.

El “agujero” tiene hoy casi el doble de tamaño que en los años ochenta, cuando lanzaron lá hipótesis. Por lo tanto, la prohibición de los CFC no ha servido para nada y la concentración de ozono en la atmósfera sigue su curso, que no va siempre en la misma dirección. Unas temporadas el “agujero” se abre y otras se cierra. En 2019 era muy pequeño, un éxito, y dos años después muy grande, un fracaso.

Para justificarse, los charlatanes hablan ahora de “altibajos” causados por “anomalías atmosféricas”, o recurren a las erupciones volcánicas, o (¡cómo no!), al calentamiento. Hay muchas hipótesis para tratar de sostener una doctrina que, como es corriente en este campo, hace aguas por todas partes. Cuando los hechos no confirman las hipótesis, lo que deberían hacer es reconocer que es falsa, y no seguir inventando más hipótesis.

(1) https://eapsweb.mit.edu/news/2015/susan-solomon-on-lessons-from
(2) https://elpais.com/elpais/2018/02/05/ciencia/1517848528_575974.html

Fuente: mpr21.info

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