Vygotsky hablando sobre las diferencias entre la conducta animal y la conducta del hombre

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«Para la ciencia natural contemporánea ya no constituye un problema la comunidad de origen y de naturaleza del animal y del hombre. El hombre es para la ciencia únicamente una especie de animal superior que dista de ser definitiva. Del mismo modo, también en la conducta de los animales y del hombre existe mucho en común y podemos decir que la conducta del ser humano se desarrolla sobre las raíces de la conducta del animal y con mucha frecuencia es sólo «la conducta de un animal que ha adoptado la posición vertical».

 

En particular, los instintos y las emociones, es decir, las formas de conducta hereditaria son tan afines en el animal y el hombre que indican (pág. 91) sin duda alguna la fuente común de su origen. Algunos naturalistas no son propensos a establecer una diferencia esencial entre la conducta del hombre y la del animal, y reducen toda la diferencia entre ambas a un diverso grado de complejidad y sutileza del aparato nervioso. Los partidarios de este criterio suponen que es posible explicar la conducta humana exclusivamente desde el punto de vista de la biología.

Sin embargo, es fácil observar que no es así. Entre la conducta del animal y la del hombre existe una diferencia esencial y ésta consiste en lo siguiente. Toda la experiencia del animal, toda su conducta, desde el punto de vista de la teoría de los reflejos condicionados, puede ser reducida a reacciones hereditarias y a reflejos condicionados. Toda la conducta del animal puede ser expresada con la fórmula siguiente: (1) reacciones hereditarias + (2) reacciones hereditarias por la experiencia individual −reflejos condicionados−. La conducta del animal se compone de estas reacciones hereditarias, más las reacciones hereditarias multiplicadas por la cantidad de nuevos vínculos que se han dado en la experiencia individual. Pero resulta evidente que esta fórmula no abarca ni en un mínimo grado el comportamiento humano.

Ante todo, en la conducta del hombre −en comparación con la de los animales− observamos la utilización ampliada de la experiencia de las generaciones anteriores. El hombre aprovecha la experiencia de esas generaciones no sólo en la escala en que está fijada y se transmite por la herencia física. Todos nosotros empleamos en la ciencia, en la cultura y en la vida la enorme cantidad de experiencia acumulada por las generaciones precedentes y que no son transmisibles por la herencia biológica. En otras palabras, a diferencia de los animales, en el hombre existe una historia y esta experiencia histórica, esta herencia no física, esta herencia social, lo distingue del animal.

El segundo nuevo factor de nuestra fórmula será la experiencia social colectiva, que también constituye un nuevo fenómeno en el hombre. Éste aprovecha no sólo las reacciones condicionadas que se establecieron en su experiencia personal, como ocurre comúnmente en el animal, sino también los vínculos condicionados que se han establecido en la experiencia social de otras personas. Para que se establezca en el perro el reflejo a la luz es preciso que, en su experiencia individual, se hayan cruzado la acción de la luz y la carne. En cambio, el hombre, en su experiencia cotidiana, se vale de las reacciones que se formaron en la experiencia ajena. Puedo conocer el Sahara sin haber salido una sola vez de mi ciudad natal o saber mucho acerca de Marte sin haber mirado una sola vez por el telescopio. Las reacciones condicionadas del pensamiento o el habla en los que (pág. 92) se expresan esos conocimientos no se formaron en mi experiencia personal, sino en la de personas que realmente estuvieron en África y aquéllas que realmente miraron por el telescopio.

Por último, el rasgo distintivo esencial de la conducta del hombre respecto la del animal son las nuevas formas de adaptación que sólo aparecen en el ser humano.

El animal se va adaptando pasivamente, reacciona a las modificaciones del ambiente con cambios de sus órganos y de la estructura de su cuerpo. Se va modificando a fin de adaptarse a las condiciones de la existencia. En cambio, el hombre adapta en forma activa la naturaleza para sí mismo. En lugar de modificar los órganos, él cambia los cuerpos de la naturaleza de tal modo que le sirvan de herramientas. No reacciona al frío dejando crecer sobre sí un vellón defensivo, sino haciendo adaptaciones activas del ambiente −a sí mismo−, con la construcción de una vivienda o la confección de ropa, es decir, con la adaptación de la naturaleza a sí mismo.

Según la definición de un investigador, toda la diferencia entre el hombre y el animal se reduce a que el hombre es un animal que produce herramientas. Desde la época en que se hizo posible el trabajo, en el sentido humano de la palabra, es decir, la intervención planificada y racional del hombre en los procesos de la naturaleza con el objetivo de regular y controlar los procesos vitales entre sí mismo y aquélla; desde ese instante la humanidad se elevó a un nuevo nivel biológico e incorporó a su experiencia algo nuevo, que era ajeno a sus antepasados y parientes animales.

Es cierto que también en los animales encontramos formas rudimentarias de adaptación activa: los pájaros hacen su nido, los castores construyen sus viviendas, etc. Todo eso se asemeja a la actividad laboral del hombre, pero, pese a todo, ocupa un lugar tan pequeño en la experiencia del animal que en conjunto es incapaz de modificar las características de la adaptación pasiva. Lo más importante consiste en que, pese a toda similitud aparente, el trabajo del animal se distingue del trabajo humano del modo más tajante y categórico. Esta diferencia está fuertemente expresada por Marx:

«Concebimos al trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera». (Karl Marx; El Capital, Tomo I, 1867)

En rigor, el tejido de la tela por la araña o la construcción de celdillas por la abeja constituyen las mismas formas pasivas, instintivas, hereditarias de conducta que las otras reacciones pasivas. El trabajo del peor tejedor o albañil representa la forma activa de adaptación porque es consciente.

¿Qué es el carácter consciente de la conducta humana y cuál la naturaleza psíquica de la conciencia? Esta cuestión constituye uno de los problemas más difíciles de toda la psicología y más adelante hablaremos del tema. Pero, anticipándonos, podemos considerar que la conciencia debe entenderse como una de las formas más complejas de organización de nuestro comportamiento, en particular –como lo señala Marx− como cierta duplicación de la experiencia que permite prever los resultados del trabajo y orientar las propias reacciones hacia ese resultado. Esta duplicación de la experiencia constituye el tercero y último rasgo distintivo del comportamiento humano.

Por lo tanto, toda la fórmula de la conducta del hombre, en cuya base se encuentra la fórmula de la conducta animal completada con nuevos elementos, adoptará el siguiente aspecto: (1) reacciones hereditarias, más (2) reacciones hereditarias multiplicadas por la experiencia personal −reflejos condicionados− más (3) experiencia histórica, más (4) experiencia social, más (5) experiencia duplicada −conciencia−. De modo que el factor decisivo de la conducta humana no es sólo el factor biológico sino también el social, que aporta a la conducta del hombre componentes completamente nuevos. La experiencia del hombre no es simplemente la conducta de un animal que ha adoptado la posición vertical sino que es función compleja de toda la experiencia social de la humanidad y de sus distintos grupos». (Lev Vygotsky; Psicología pedagógica, 1926)

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