Defensa activa

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“Es más ruidoso Belgorod que esto”, sentencia un compañero mientras circulamos por Lugansk en busca de alojamiento. Limpio la mirada borrosa y empiezo a notar una ligera disonancia. He pasado los dos días anteriores en Belgorod resolviendo asuntos humanitarios. Como es tradición, antes de salir hacia Donbass, en Moscú un grupo de voluntarios llenó mi coche hasta arriba de todo lo necesario en el frente, hasta el punto de que apenas conseguí encajar mis propias pertenencias. En el último año se ha formado, a partir de una iniciativa de mujeres, un enorme grupo de casi 6000 personas que ayudan al frente en diferentes aspectos: bienes para los refugiados, medicinas para los hospitales y equipamiento para los soldados.

 

Acaban de completar la recaudación para una de las unidades movilizadas y además se las han arreglado para meter en mi coche visores términos y cuadricópteros como regalo añadido. Los recogí en Belgorod, donde se pueden escuchar los sonidos de la artillería pesada e incluso algún par de disparos de la defensa aérea. De camino a la frontera, llaman la atención las zanjas y las barreras de hormigón. La vida al lado de la guerra no permite relajación. “La mayoría ya se ha acostumbrado a las nuevas circunstancias e intenta ayudar a los militares de alguna manera”, me dice mi amigo al despedirse. “Los niños todavía estudian a distancia por motivos de seguridad. La gente se acaba acostumbrando a todo”.

A medida que nos aproximamos a la frontera administrativa de la RPL, aumenta la cantidad de barreras de hormigón. Cada puente tiene su vigilancia. Los agentes de tráfico están vestidos de combate, con chalecos antibalas, cascos y Kalahsnikovs. Ya no hay frontera como tal, pero el puesto de control permanece. Aún controlan a los vehículos que se dirigen a la zona de combate. “¿Ayuda humanitaria?”, pregunta el oficial. Al recibir una respuesta afirmativa, me dejan pasar.

Aunque pudiera parecer paradójico, en la ciudad de Lugansk se siente de forma menos aguda el aliento de la batalla. Ya sufrieron su parte de terror artillero de las Fuerzas Armadas de Ucrania en los lejanos 2014-2015. Es lo que significa haber alejado al frente de la ciudad, algo con los que la población de Donetsk lleva un año soñando. Sin embargo, puede que Kiev tenga pronto la forma de interrumpir la frágil calma en Lugansk. Se ha prometido a Ucrania misiles de más largo alcance y la situación en la capital de la RPL puede cambiar. La munición de alta precisión del enemigo solo llega ahora a las ciudades alrededor de Lugansk: Alchevsk o Perevalsk. Hace no mucho tiempo, las tropas ucranianas bombardearon cínicamente el hospital de Novoaidar, un ataque que costó la vida a 22 personas entre soldados heridos y civiles enfermos.

Por ahora, Lugansk es una ciudad de la retaguardia que, al contrario que Donetsk, no sufre de interrupciones de suministro de agua o electricidad, los hoteles están llenos con un mes de antelación y es extremadamente difícil y muy caro encontrar piso de alquiler en la capital. Una pequeña casa a diez minutos del centro les ha costado a mis compañeros el doble que lo que se pagaba en la región de Moscú durante la pandemia. Y no es que los caseros se moderaran con los precios. Por cierto, en las tiendas, los productos en ocasiones también son más caros que en Moscú a causa de las dificultades logísticas. Los camiones también son registrados en el puesto de control. Para los conocedores de las bebidas occidentales, hay un refresco de cola que se ha marchado de Rusia y que ahora se importa de Bielorrusia y un Sprite georgiano.

El “paisaje” cambia nada más abandonar Lugansk en dirección a Schastie. El aliento del frente se siente a medida que disminuye la distancia. Urales y Kamaz con infantería, vehículos y tanques avanzan hacia Kremennaya. En dirección contraria, evacúan el equipamiento dañado. Entre todo este hierro frío, a través de las congeladas ventanas, la población civil observa a los compañeros de viaje. Pese a los constantes bombardeos, la población sigue en sus casas. Confiaban en que el enemigo no sería capaz de tomar Kremennaya.

“Los ucranianos estaban a 400 metros de la ciudad”, recuerda mi amigo el comandante en un encuentro en las trincheras de Kremennaya. “Entonces la 76ª División Aerotransportada fue enviada a tiempo. Fue fundamentalmente gracias a ella por lo que logramos mantener las posiciones aquí. Y alejarles”.

La situación ha cambiado desde la última vez que visité esta zona de batalla a principios de diciembre del año pasado. Está claro que nuestras tropas han aumentado aquí, en parte por los reclutas. Gracias a ello, es posible estabilizar el frente aquí. Esos civiles de ayer están realizando correctamente las tareas del frente.

“¿Vais a atacar?”, pregunto a un camarada sin esperanza de una respuesta honesta. Existen el rumor en la prensa occidental de que en diez días Rusia lanzará una ofensiva a gran escala. Hay quien vincula esta idea a las noticas de que la RPL pretende eliminar de las tarifas el internet móvil, algo que se haría antes de una activación de operaciones. Sin embargo, la realidad es que desde septiembre no hay internet móvil en Lugansk. Se interrumpió antes del referéndum, así que es lógico que se deje de cobrar un servicio que no se puede suministrar.

“Ya estamos avanzando, mira”, me muestra en el mapa. “Estábamos aquí y ahora estamos ahí. El enemigo estaba en estos bosques, ahora estamos nosotros. Estamos poco a poco recuperando lo que perdimos el año pasado. Lo llamamos defensa activa. Y nuestra precisión ha mejorado”, confirma mi amigo. “Estamos poco a poco destruyendo lo que Occidente ha dado a Ucrania. Pero, por otra parte, por supuesto, ellos se están resistiendo. La 25ª Brigada Aerotransportada de Dnipropetrovsk, la 95ª, también de paracaidistas. Son reclutas, pero aún así resisten. Solo en cautividad se hacen más blandos y vulnerables. Tienen miedo a la prisión ucraniana, dicen que por eso luchan. Es una canción muy vieja”.

Algo muy potente se escucha sobre la trinchera. “Han salido los huracanes”, comenta alguien en la esquina. Algo ha explotado cerca del bosque. La radio informa de que todos están bien. Aprovechando el silencio, nos subimos al “Tigre” y circulamos de vuelta a Kremennaya. Desde ahí, hacia Rubezhnoe y Severodonetsk, en las que sorprendentemente hay luces en las ventanas aunque en otoño parecía que la vida no volvería allí pronto. La vida es dura allí y no habrá reconstrucción masiva mientras las batallas no se hayan alejado a una distancia “segura”. Así que hay que avanzar. En forma de “defensa activa”.

 

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