Las autoridades estadounidenses reconocen que su país se ha convertido en líder de las penalizaciones contra el resto de los Estados. Sin embargo, la eficacia de ese método utilizado por Washington para extender su dominio y mantener bajo control el mundo entero parece generar serias dudas entre sus propios expertos.
“En la actualidad, Estados Unidos impone tres veces más sanciones que cualquier otro país u organismo internacional, y aplica algún tipo de sanción financiera a personas, propiedades u organizaciones en un tercio de todas las naciones“, señala un reciente artículo de The Washington Post.
Esas medidas punitivas “se han convertido en un arma casi por reflejo en la guerra económica perpetua, y su exceso de uso es reconocido en los niveles más altos del gobierno. Pero los presidentes estadounidenses encuentran esa herramienta cada vez más irresistible”, sostiene el periódico.
La otra cara de la moneda
Cuando EE.UU. se arroga el derecho a penalizar a un determinado país, su objetivo se centra en aislarlo del sistema financiero occidental. No obstante, hay una serie de factores que no dejan de apuntalar la desconfianza acerca de su verdadero impacto. En ese sentido, “la alarma por el aumento de las sanciones” ha obligado a algunos altos funcionarios de la Administración Biden a advertir al presidente que el uso desmesurado de las penalizaciones económicas “corre el riesgo de hacer que la herramienta pierda valor”.
Aun así, pese a conocer los puntos débiles de un volumen excesivo de sanciones, “los funcionarios estadounidenses tienden a considerar justificada cada acción individual, lo que dificulta detener la tendencia”, reza el artículo. Según un análisis del medio, este año EE.UU. nuevamente está imponiendo sanciones a “a un ritmo récord”. Tanto, que al día de hoy más de 60 % de los países de bajos ingresos han sido sometidos a algún tipo de penalización financiera.
“Es lo único que se interpone entre la diplomacia y la guerra y, como tal, se ha convertido en la herramienta de política exterior más importante en el arsenal de Estados Unidos”, afirmó Bill Reinsch, exfuncionario del Departamento de Comercio de EE.UU. y miembro de un grupo de expertos con sede en Washington. “Y sin embargo”, afirmó Reinsch,“nadie en el gobierno está seguro de que toda esa estrategia esté funcionando”.
Sus palabras fueron apoyadas por Ben Rhodes, quien se desempeñó como asesor adjunto de seguridad nacional en la Administración Obama. “En Washington la mentalidad, casi un raro reflejo, se ha convertido en lo siguiente: si algo malo sucede en cualquier parte del mundo, EE.UU. sancionará a algunas personas. Y eso no tiene sentido“. “No pensamos en los daños colaterales de las sanciones de la misma manera que pensamos en los daños colaterales de la guerra”, manifestó Rhodes. “Pero deberíamos hacerlo”, aseveró.
El papel del dólar
Tras el colapso de la Unión Soviética, EE.UU. “emergió como una superpotencia mundial sin rival, tanto en lo financiero como en lo militar”. “Los gobiernos y los bancos de todo el mundo dependían del dólar estadounidense”, que actualmente sigue siendo una herramienta que permite acceder a la economía estadounidense y sustenta el comercio internacional, destaca el artículo.
“Los productos básicos, como el petróleo, tienen un precio global en relación con el dólar, y los países que comercian en sus propias monedas dependen de los dólares para completar transacciones internacionales”, explica. Tal hecho “crea un riesgo” tanto para los adversarios de Washington como para sus aliados, ya que operar en dólares los mantiene atados a su voluntad.
El Departamento del Tesoro de EE.UU. tiene el poder de “imponer sanciones a cualquier persona, empresa o gobierno extranjero que considere una amenaza para la economía, la política exterior o la seguridad nacional” de su país. Al mismo tiempo, realizar transacciones con la parte penalizada se convierte en un delito. Sin embargo, con el paso del tiempo, las restantes naciones han sabido trazar soluciones destinadas a contrarrestar las medidas unilaterales de Washington.
En ese orden, uno de los desafíos más cruciales es minimizar el impacto de las sanciones que buscan impedir a ciertos actores extranjeros el acceso al dólar. “Pero si las sanciones hacen que sea riesgoso depender de los dólares, los países pueden encontrar otras formas de comerciar, lo que les permitiría eludir por completo las sanciones estadounidenses“, señala el periódico.
“El abuso de este sistema es ridículo”, afirmó Caleb McCarry, quien se desempeñó como miembro de alto rango del Comité de Relaciones Exteriores del Senado y fue el responsable de la política hacia Cuba del Departamento de Estado durante la Administración de George W. Bush. “Se ha utilizado en exceso y se ha salido de control”, agregó.
Uno de los mayores errores estratégicos
En febrero pasado, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, calificó el uso del dólar como “instrumento de lucha de política exterior” como uno de los “mayores errores estratégicos del liderazgo político” del país norteamericano.
Putin explicó que el dólar es “la base del poder de EE.UU.”, y que con sus acciones el propio Washington se “infringe un golpe”. “Miren lo que está pasando en el mundo. Incluso entre los aliados de Estados Unidos, las reservas en dólares están disminuyendo. Todos ven lo que está sucediendo y comienzan a buscar formas de protegerse. Así, si Estados Unidos aplica en relación con algunos países medidas tan restrictivas como limitar los pagos, congelar activos, etc., esto genera una gran alarma y da una señal para todo el mundo”, destacó.
Asimismo, a mediados de julio la propia secretaria del Tesoro de EE.UU., Janet Yellen, advirtió que numerosos países se están alejando del dólar estadounidense. “Cuanto más utilizamos las sanciones, más buscan los países formas de realizar transacciones financieras que no impliquen al dólar”, declaró. Según la alta funcionaria, la protección del dólar es una de sus preocupaciones más “importantes”.
Por su parte, la mayoría de los países de los BRICS apoyan la iniciativa de avanzar hacia la desdolarización dentro de la organización. Integrado inicialmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, el bloque experimentó un significativo aumento del número de miembros el pasado 1 de enero, cuando se unieron a él Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.