Rafael Machado.— Con tres años de la operación militar especial cumplidos en 2025, hemos seguido los desarrollos geopolíticos fundamentales de Eurasia. Aunque los eventos se centren en el eje Kiev-Moscú, naturalmente, Estados Unidos y Europa son participantes directos en todos los acontecimientos. Incluso China, Irán y Turquía terminan siendo partes involucradas debido a sus estrechas relaciones económicas con Rusia (y en el caso de Turquía, también con Ucrania).
Sin embargo, otras regiones del mundo, aunque más distantes y, por lo tanto, menos directamente afectadas por los eventos que se desarrollan en Ucrania, también tienen su propia perspectiva sobre los hechos, así como sus intereses, preferencias y, en algunos casos, incluso un grado de participación.
Un caso emblemático es el de los países de América Ibérica, una región tradicionalmente vinculada a Estados Unidos, pero que, después de la Guerra Fría, experimentó oleadas de gobiernos antiimperialistas (o, al menos, críticos del hegemonismo unipolar). Esta región, en las últimas décadas, ha sido escenario de una disputa de influencia entre Estados Unidos y sus socios occidentales, por un lado, y China y Rusia, por el otro. Estas disputas (parte de una guerra híbrida a escala planetaria) también influyen en la forma en que los países de la región se posicionan frente a la operación militar especial rusa en Ucrania.
Al mismo tiempo, no es posible simplemente dividir a los países de la región en dos categorías: los países “occidentalistas” que apoyan a Occidente y Ucrania, y los países “multipolaristas” que apoyan a Rusia. En la práctica, de hecho, veremos algunos países apoyando firmemente a Estados Unidos en todas las instancias, así como algunos países siempre alineados con Rusia. Pero veremos que la mayoría de los países tiene una posición más ambigua y vacilante, a veces conciliándose con los intereses occidentales, y otras veces buscando acercarse a Rusia.
La lista de países que más abiertamente se han posicionado en defensa de Ucrania y Occidente incluye a Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Paraguay, Uruguay, Costa Rica, Panamá, Belice, Guatemala y República Dominicana.
Los países más firmemente simpatizantes de Rusia han sido Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba.
Mientras que los países con posicionamiento ambiguo o vacilante han sido Brasil, México, El Salvador y Honduras.
Algunos de los países mencionados, sin embargo, merecen comentarios especiales.
Colombia, tradicionalmente pro-Estados Unidos, condenó la invasión rusa y apoyó las sanciones internacionales. El gobierno de Iván Duque expresó solidaridad con Ucrania y destacó la importancia de respetar el derecho internacional. Este posicionamiento se mantuvo bajo el gobierno de Gustavo Petro, aunque de manera menos enfática. Colombia votó a favor de resoluciones que condenaban a Rusia y exigían la retirada de sus tropas del territorio ucraniano, alineándose con la posición de la mayoría de los países occidentales y latinoamericanos. Colombia también buscó fortalecer sus lazos con Ucrania en medio del conflicto. En septiembre de 2022, el gobierno colombiano anunció el envío de ayuda humanitaria a Ucrania, incluyendo suministros médicos y alimentos, como parte de un esfuerzo internacional para apoyar al país en su resistencia a la invasión rusa. Además, Colombia recibió refugiados ucranianos, ofreciendo visas humanitarias y apoyo para su integración en el país.
Por otro lado, las relaciones con Rusia, que ya eran limitadas antes del conflicto, se volvieron aún más tensas. Colombia redujo significativamente sus interacciones diplomáticas con Moscú y suspendió proyectos de cooperación bilateral que estaban en marcha. A pesar de esto, el gobierno de Petro evitó una retórica excesivamente confrontacional, buscando mantener un canal de diálogo abierto para posibles mediaciones futuras.
Además, es importante señalar la presencia de cientos (o incluso miles) de mercenarios colombianos en las filas ucranianas, la mayoría de los cuales tienen vínculos con las Fuerzas Armadas de Colombia.
Argentina condenó la invasión rusa y votó a favor de resoluciones de la ONU que exigían la retirada de las tropas rusas de Ucrania. El gobierno de Alberto Fernández expresó preocupación por el impacto global del conflicto, especialmente en lo que respecta a la seguridad alimentaria y energética. Argentina también se ofreció como mediadora, reflejando su tradición de política exterior independiente. Milei, conocido por sus posiciones libertarias y pro-Occidente, adoptó una postura más crítica hacia Rusia, alineándose más estrechamente con Estados Unidos y la Unión Europea. Su gobierno reforzó la condena a la invasión rusa y expresó un apoyo más explícito a Ucrania, incluyendo la posibilidad de proporcionar asistencia adicional, aunque sin comprometerse con sanciones directas contra Rusia. Aún así, es importante señalar que Argentina fue el único país iberoamericano en enviar equipamiento militar a Ucrania, habiendo enviado 2 Mi-171E y prometiendo enviar 5 cazas Dassault-Breguet Super Étendard.
No obstante, ahora con Trump en el poder, es plausible que el posicionamiento argentino dé otro giro, ya que la geopolítica argentina bajo Milei es absolutamente dependiente de los Estados Unidos de Trump.
En cuanto a México, desde el inicio del conflicto, bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), condenó la invasión rusa en foros internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y votó a favor de resoluciones que exigían la retirada de las tropas rusas del territorio ucraniano. Sin embargo, México no se adhirió a las sanciones económicas contra Rusia impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea. Esta decisión refleja tanto la tradición de neutralidad del país como el deseo de preservar las relaciones comerciales y diplomáticas con Moscú. México también buscó mantener un canal de diálogo abierto con Rusia, reconociendo la importancia de mantener la comunicación en un escenario internacional cada vez más polarizado.
La postura de México frente al conflicto también fue influenciada por sus relaciones con Estados Unidos, su principal socio comercial y aliado estratégico. Aunque el gobierno de AMLO mantuvo una distancia crítica respecto a algunas políticas de Estados Unidos, la proximidad geográfica y económica con el país vecino significa que México no puede ignorar completamente las presiones y expectativas de Washington. Aun así, México ha buscado ampliar las relaciones bilaterales con Moscú e, incluso, invitó a Rusia a la toma de posesión de la Presidenta Scheinbaum.
Brasil, bajo el gobierno de Jair Bolsonaro en el momento de la invasión, condenó la acción militar rusa en votaciones en la ONU, pero mantuvo una postura cautelosa, evitando confrontaciones directas con Moscú. El país tiene lazos históricos con Rusia, especialmente en el ámbito de los BRICS (grupo que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). El gobierno de Bolsonaro no se adhirió a las sanciones económicas contra Rusia impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, argumentando que tales medidas podrían perjudicar la economía global y agravar crisis humanitarias. Esta decisión reflejó tanto la dependencia brasileña de fertilizantes rusos como el deseo de preservar las relaciones comerciales y diplomáticas con Moscú.
Con la elección de Luiz Inácio Lula da Silva en 2023, el discurso cambió ligeramente, con mayor énfasis en la búsqueda de una solución negociada y en la defensa de la multipolaridad global. Lula criticó tanto la invasión rusa como lo que llamó la “militarización” de la respuesta occidental, proponiéndose como mediador para la paz. Lula también propuso la creación de un “club de países mediadores”, incluyendo naciones como China, India e Indonesia, para facilitar negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania. Esta propuesta refleja la visión de Lula de que Brasil debe desempeñar un papel más activo en la promoción de la paz y la estabilidad internacional.
Países como Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba, como ya se mencionó, reforzaron rápidamente sus lazos con Moscú. Venezuela anhela relaciones con Rusia en el ámbito del petróleo y, además, cuenta con apoyo militar ruso. Bolivia ha sido apoyada en un proyecto de desarrollo de energía nuclear por Moscú. Cuba, por su parte, se abrió a ejercicios militares rusos cuyo objetivo obvio era desafiar la hegemonía de Estados Unidos en el Caribe. En cuanto a Nicaragua, cuenta con el apoyo ruso en el proyecto de construcción de un canal alternativo al de Panamá. Todos estos países, además, ven la actual tensión geopolítica mundial como un posible medio para construir un orden alternativo en el que será más fácil resistir las sanciones económicas occidentales.
Y, de hecho, en un sentido general, varios de los países de la región, incluidos aquellos con posturas más ambiguas, quieren sumarse a los proyectos impulsados por Rusia en el ámbito de los BRICS, pero son pocas las liderazgos iberoamericanas que apuestan de forma sincera en la transición de la unipolaridad a la multipolaridad.
Es importante tener en cuenta estas diversidades de posicionamiento, así como otros aspectos más específicos de los países de la región, al analizar el papel de América Ibérica en la actual fase de transición geopolítica planetaria.