El reciente anuncio del gobierno español de incrementar el gasto militar ha sido acogido como una bendición para las empresas de armamento españolas…y norteamericanas. Aunque la retórica es “reforzar la defensa europea”, lo cierto es que la mayoría de los fabricantes españoles han incorporado patentes y tecnología de empresas de Estados Unidos. La dependencia es de tal magnitud que, aparte de ser las beneficiarias indirectas de este incremento del gasto, muchos de sus componentes incluyen sistemas de desactivación remota que Estados Unidos puede utilizar cuando le venga en gana.
Empresas como Navantia ya dan por hecho el encargo de construir fragatas F-110 y submarinos S-80 Plus, mientras que GDELS-Santa Bárbara Sistemas se enfocará en vehículos blindados. Las fragatas F-110 contienen el sistema AEGIS, que aunque no hay pruebas públicas de “desactivación remota”, Estados Unidos podría cortar actualizaciones de defensa antimisiles o bloquear el acceso a redes de datos tácticos (como Link 16). En el caso de los submarinos S-80, incorporan un subsistema de control de fuego desarrollado por Lockheed Martin, que es el “cerebro” del submarino para gestionar armas y sensores.
Lo cierto es que el incremento del gasto militar en España puede tener un impacto significativo en los beneficios de los grandes fabricantes de armas estadounidenses. Por ejemplo, España planea adquirir aviones de combate entre 25 y 35 F-35B para el portaaviones Juan Carlos I, con un coste estimado de entre 3000 y 4000 millones de euros. Los beneficiarios de este contrato son Lockheed Martin, como fabricante principal, Pratt & Whitney para los motores F135, y Northrop Grumman para los sensores. Además, la modernización de los F/A-18, que incluye actualizaciones de aviónica y armamento como los misiles AIM-120, que supondrán contratos millonarios para Boeing, empresa virtualmente en quiebra, y Raytheon.
En el caso de los sistemas de defensa aérea y de misiles, la adquisición de más baterías Patriot de Raytheon o sistemas THAAD de Lockheed podría representar también un negocio multimillonario.
Si bien la Ley de Presupuestos española favorece contratos a empresas locales como Navantia, Indra y Airbus DS para proyectos como las fragatas F-110 y los submarinos S-80, todas ellas necesitan para la fabricación componentes de patente norteamericana.
El impacto estratégico del aumento del gasto militar también incluye la influencia política, ya que Estados Unidos presiona para que España adquiera equipos compatibles con la OTAN, como el F-35 en lugar de más Eurofighters. Además, la transferencia tecnológica a través de acuerdos como los FMS (Foreign Military Sales) suele incluir cláusulas de cooperación industrial, que en realidad son de absoluta dependencia.
De hecho España es la excepción europea en materia de dependencia. Si bien los países del centro europeo son los que más camino están abriendo en materia de reducción de componentes de Estados Unidos (o al menos hay algunos intentos considerables), España apunta en sentido contrario, ya que los fabricantes “nacionales” siguen y profundizan el uso de componentes críticos norteamericanos.
En otras palabras, el “rearme español” seguirá llenando los bolsillos de los fabricantes de armas norteamericanos.