La práctica del derecho penal internacional es discriminatoria y selectiva, afirma el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro, Luiz Felipe Osório.
«Recordemos que el caso de [el primer ministro israelí, Benjamín] Netanyahu no es una excepción a la regla, sino su confirmación, por la demora en la acusación, que solo fue posible después de mucha presión internacional», indica.
Osório recuerda que la creación de la CPI fue una demanda principalmente de los europeos, motivada en gran parte por el deseo de distanciarse de las acusaciones yugoslavas de persecuciones y del uso de tribunales de excepción para juzgar la guerra civil en los Balcanes.
Aunque tuvo éxito, con el apoyo de aliados latinoamericanos y africanos, la creación de la corte ha demostrado ser una «gran trampa» para quienes son declarados enemigos del bloque occidental.
Se necesita de la cooperación entre Estados para hacer valer esta prerrogativa del Tribunal para juzgar a personas que hayan cometido crímenes internacionales, señala la doctora en Derecho Internacional, Priscila Caneparo.
Falta voluntad efectiva de los líderes occidentales para entender que se necesita cooperación. Y que la Corte Penal Internacional es vinculante no solo para los líderes africanos y los países periféricos, sino para todos los líderes que hayan cometido un crimen internacional», afirma la experta.
El objetivo original de la CPI había sido establecer un mecanismo disuasorio contra crímenes internacionales que tradicionalmente gozaban de impunidad por parte de los Estados o sus dirigentes, explica el profesor asociado de Derecho Internacional en la Universidad Federal Fluminense, Eduardo Manuel Val.
Sin embargo, estos procedimientos jurídicos funcionaban perfectamente cuando los acusados eran líderes del sur global, como en los conflictos civiles africanos.
«Se lograba llevar rápidamente ante la justicia a líderes de países con menor peso internacional. Pero no se veía el mismo empeño con dirigentes de grandes potencias, que podían haber cometido los mismos crímenes», concluye el profesor.