Preservar legado de II Guerra Mundial: orden de posguerra importante

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Este año se conmemora el 80 aniversario de dos acontecimientos cruciales: la victoria de la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Guerra Mundial Antifascista, así como los 80 años de la fundación de las Naciones Unidas (ONU).

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Por Zhao Long Subdirector del Instituto de Estudios Estratégicos y de Seguridad Internacional del Instituto de Estudios Internacionales de Shanghái

Este triunfo, logrado con esfuerzo, puso fin a la amenaza global del militarismo y el fascismo, suscitó una profunda reflexión sobre la devastación de la guerra e impulsó los esfuerzos internacionales para reconstruir un orden basado en normas.

Como miembro fundador de la alianza antifascista, China desempeñó un papel fundamental en el establecimiento de la ONU y la elaboración de su Carta, abriendo un nuevo capítulo en la cooperación global para la paz y el desarrollo.

Durante más de ocho décadas, la ONU ha sido la piedra angular de la seguridad internacional, sustentando la estabilidad y la prosperidad mundiales; sin embargo, hoy en día, esta institución vital y los principios que defiende se enfrentan a pruebas sin precedentes.

Mientras proliferan el unilateralismo y las acciones coercitivas, algunos países priorizan sus propios intereses, ignorando los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.

Anteponen la legislación nacional al derecho y las obligaciones internacionales, contraviniendo normas fundamentales como la igualdad soberana y la no injerencia en los asuntos internos: sus acciones han socavado gravemente la credibilidad del sistema internacional.

Al mismo tiempo, se intensifican los déficits globales en materia de paz, desarrollo, seguridad y gobernanza.

Sin embargo, algunos países se aferran a la mentalidad de Guerra Fría y a enfoques de suma cero, y forman bloques excluyentes bajo el pretexto de «valores compartidos», lo que exacerba la fragmentación geopolítica.

El presidente chino, Xi Jinping, ha enfatizado que «Cuanto más turbulenta y compleja se vuelve la situación internacional, más debemos defender la autoridad de la ONU y el sistema internacional centrado en ella».

En este contexto, preservar el orden centrado en la ONU requiere que todos los Estados miembros cumplan con sus obligaciones, y que los principales países demuestren un liderazgo acorde con su influencia.

Como miembro fundador de la ONU y miembro permanente del Consejo de Seguridad, China ha defendido constantemente el papel primordial del Consejo en la resolución de cuestiones de paz y seguridad.

China es el mayor contribuyente de tropas a las operaciones de mantenimiento de la paz entre los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y el segundo mayor contribuyente al presupuesto ordinario y las cuotas para el mantenimiento de la paz de la ONU.

El gigante asiático también se ha unido a casi todas las organizaciones intergubernamentales universales y a más de 600 convenciones y enmiendas internacionales, y ha firmado más de 27 mil tratados bilaterales con otros países.

Como país importante, China sigue una política de no alineamiento, no confrontación y no persecución de terceros, y ha tomado medidas concretas para reforzar la autoridad de la ONU y su papel central en la coordinación de los intereses nacionales y la respuesta a los desafíos globales.

FIDELIDAD AL SISTEMA INTERNACIONAL CENTRADO EN LA ONU

Hoy, ante los desafíos a la autoridad y la eficacia del sistema internacional, los grandes países deben abandonar las «pequeñas camarillas» geopolíticas y los bloques impulsados por la rivalidad.

Deben oponerse a cualquier intento de distorsionar el veredicto histórico de la Segunda Guerra Mundial, socavar los principios que sustentan el orden internacional de la posguerra o debilitar el papel central de la ONU en el mantenimiento de la paz y la seguridad mundiales.

Asimismo, deben profundizar la cooperación en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU, la Asamblea General y otros órganos, buscar soluciones duraderas y equitativas a los desafíos globales basadas en los propósitos y principios de la Carta de la ONU y esforzarse por equilibrar los intereses de todas las partes.

Tras el fin de la Guerra Fría, el mundo ha experimentado una profunda transformación hacia la multipolaridad y una globalización económica más profunda.

La tendencia histórica hacia la paz, el desarrollo y la cooperación mutuamente beneficiosa es imparable y refleja las aspiraciones compartidas de la gran mayoría de los países y la lógica subyacente del progreso histórico y el avance de la sociedad humana.

EQUILIBRIO DE PODER GLOBAL, CAMBIOS RADICALES RESPECTO A HACE 80 AÑOS

Según el Fondo Monetario Internacional, los mercados emergentes y los países en desarrollo-conocidos colectivamente como el Sur Global- han contribuido hasta con el 80 por ciento del crecimiento económico mundial en los últimos 20 años y ahora representan más del 40 por ciento del PIB mundial.

En términos de paridad de poder adquisitivo, el PIB de los países Brics ha superado al del G7 antes de su expansión y después de esta el grupo representa casi la mitad de la población mundial y una quinta parte del comercio mundial.

Estas cifras no solo reflejan una transformación drástica del panorama económico mundial, sino que también señalan el ascenso del Sur Global, que ha pasado de ser una «mayoría silenciosa» en los asuntos mundiales a una fuerza indispensable para el avance de la paz, el desarrollo y la gobernanza global.

Como miembro natural del Sur Global, China comparte perspectivas y aspiraciones comunes con otras economías en desarrollo y emergentes en lo que respecta a la mejora del orden internacional y la gobernanza global.

El gigante asiático mantiene su compromiso de fortalecer la voz y la representación de estas naciones en los principales mecanismos multilaterales, como la ONU, la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional, al tiempo que garantiza que el sistema de gobernanza global refleje mejor las realidades políticas y económicas contemporáneas.

En un mundo que experimenta profundos cambios sin precedentes en un siglo, salvaguardar las victorias de la Segunda Guerra Mundial y el orden internacional de posguerra trasciende la conmemoración histórica: constituye un imperativo vital y activo para preservar la paz mundial y promover el desarrollo común.

Solo asumiendo las responsabilidades de la época, reconociendo la tendencia irreversible hacia la multipolaridad y respondiendo al llamado del Sur Global, el mundo podrá preservar la memoria colectiva de la humanidad, cimentar las bases de la paz y el desarrollo, y garantizar que las victorias de la Segunda Guerra Mundial sigan iluminando el camino hacia un mundo más pacífico, equitativo y próspero.

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