Cuando Gadafi creó un gigantesco río artificial en medio del desierto

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Juan Manuel Olarieta (mpr21.info).— La información meteorológica, que antes era muy marginal, ocupa un espacio cada vez mayor en los noticiarios y algunos suponen que los medios no manipulan este tipo de informaciones, sino sólo las políticas porque son “partidistas” o “ideológicas”.

Sin embargo, la información meteorológica se distorsiona del mismo modo, como se ha visto esta primavera con las insistentes noticias acerca de la sequía, acompañadas de la inevitable imagen de un pantano vacío.

La sequía se equipara con la falta de lluvias y el agua con los ríos, lagos y embalses. Las aguas subterráneas no existen porque no se ven y, por lo tanto, nunca las mencionan. Hasta los años ochenta, en España los planes hidrológicos sólo tuvieron en cuenta las aguas superficiales. No obstante, a excepción de las masas heladas, las aguas subterráneas representan casi todo el agua dulce que hay en el planeta.

El desierto, el calor y la falta de agua están estrechamente asociados en la mitología de los seres humanos que jamás han estado en lugares así. Es lo único que les han mostrado a lo largo de su vida. Sin embargo, bajo las arenas de los desiertos hay grandes masas de agua, verdaderos océanos.

Es el caso del Sáhara y de países áridos, como Libia, donde no hay ríos, ni lagos, ni embalses. En algunos lugares del país norteafricano transcurren décadas sin ver la lluvia en absoluto. Sin embargo, en 1953, durante la búsqueda de nuevos yacimientos de petróleo en el sur, descubrieron cuatro enormes acuíferos, el sistema nubio, que se extiende a los países vecinos y almacena miles de kilómetros cúbicos de agua.

Cuando Gadafi asumió el poder en 1969, nacionalizó la explotación del petróleo y comenzó a usar los ingresos para perforar 1.300 pozos en el desierto, algunos de hasta 500 metros de profundidad, para llevar el agua dulce a la población y fomentar la agricultura. Fue una obra gigantesca de infraestructura, con 4.000 kilómetros de una red de tuberías, que fueron calificadas como el Gran Río Artificial.

Como es característico, los medios de intoxicación occidentales calificaron al proyecto y a su autor de “megalómano”. Pero las obras comenzaron en 1984, cuando Gadafi puso la primera piedra de la fábrica de producción de tubos en Brega.

En 1991 se completó la primera fase del proyecto y empezaron a llegar dos millones de metros cúbicos de agua a 6,5 ​​millones de personas que vivían en las ciudades de Trípoli, Bengasi, Sirte y otras. El agua regó 155.000 hectáreas de tierra, el proyecto de regadío más grande del mundo.

En 1999 la UNESCO aceptó la propuesta de Libia para financiar el Premio Gran Río Artificial Internacional, un galardón para promocionar las investigaciones científicas sobre el agua en las zonas áridas.

En 2011 la OTAN atacó Libia, asesinó a Gadafi y bombardeó las tuberías del Gran Río Artificial, cerca de Brega, incluyendo la planta que las fabricaba. La brutal agresión dejó sin agua al 70 por cien de los libios que, desde entonces están sumidos en una guerra permanente.

En la inauguración de la primera fase del proyecto, en 1991, Gadafi pronosticó: “Después de este logro, las amenazas estadounidenses contra Libia se duplicarán. Estados Unidos inventará excusas, pero la verdadera razón es detener este logro para mantener al pueblo de Libia oprimido”.

Los grandes acueductos subterráneos

En los desiertos de Marruecos, las precipitaciones también se filtran a través de la arena y se acumulan en el subsuelo formando acuíferos a poca profundidad. Desde tiempo inmemorial las comunidades locales han construido sistemas de irrigación (“khetthara”) que les permiten captar y conducir el agua mediante galerías horizontales y pozos.

En los lugares desérticos, este tipo de tecnología subterránea cumple mismo papel que las acequias, los canales y los acueductos: transportan agua bajo tierra para reducir las pérdidas que tendrían por filtración y evaporación si lo hicieran por la superficie.

Lo mismo se observa en el desierto de Taklamakan, en Xinjian (China), que es uno de los más grandes del mundo. Abarca más de medio millón de kilómetros cuadrados y en su entorno viven aproximadamente diez millones de personas. Bajo su superficie arenosa hay canales subterráneos llamados karezes (o qanats), que son una de las obras hidráulicas más importantes de Asia.

La tecnología karez tiene más de 2.000 años. Es una galería subterránea horizontal que transporta agua desde los acuíferos en abanicos aluviales premontañosos hasta tierras de cultivo de menor elevación. El agua para el karez lo proporciona el pozo madre, que se hunde en la zona de recarga del agua subterránea.

Las estadísticas de 1944 muestran que había 379 karezes en el área de Turpan. En 1952 eran 800, con una longitud total de 2.500 kilómetros, equivalente a la longitud del Gran Canal. Hoy en día hay más de 1.000 karezes en la zona de Turpan.

Al estar muy alejado de los océanos y rodeado por enormes montañas por sus costados, el desierto de Taklamakan es uno de los más áridos de la Tierra. Las extracciones excesivas de aguas subterráneas y la construcción de embalses en los ríos principales secaron muchos lagos. Sin embargo, a principios de este siglo aparecieron inesperadamente más océanos de agua dulce bajo las arenas del desierto.

Es un engaño asociar un desierto con la ausencia de agua. La mayor parte de las veces sólo hay que saber cuánto hay que profundizar para extraerla.

Fuente: mpr21.info

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