Un rápido repaso histórico a las posiciones ultraoportunistas de Jacques Jurquet; Equipo de Bitácora (M-L), 2015

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Nacimiento del partido y contexto histórico

Con la presunta intención de separarse del revisionismo soviético que entonces inundaba la mayoría de viejos partidos comunistas los revolucionarios franceses fundaron el PCF-ML bajo la influencia sino-albanesa.

Para inicios de los 60 el revisionismo chino no estaba desenmascarado tan abiertamente como se haría años después, y sus desviaciones solo podían ser conocidas en base a una fina agudeza de los acontecimientos mundiales y a un gran esfuerzo por acceder a material de los revisionistas chinos que por entonces escaseaba y que en su mayoría sus viejas obras incluso estaban cuidadosamente censurado.

Muchos antirevisionistas creyeron que estaban colaborando en un fundar un partido que tendría la intención de dar una herramienta a la clase obrera, donde poder agrupar a su destacamento más avanzado y donde poder dar combate al revisionismo moderno, pero lo cierto es que el PCF-ML no podría cumplir estos objetivos y eso sería debido desde sus inicios por elementos sin ningún espíritu científico de las cosas, bañados en un apego sentimental por los revisionistas chinos resistente incluso a la política ridícula más extrema, que les llevaría a justificar incluso los actos más infames de la dirigencia china en los años siguientes. Caer en esta línea como era normal dificultaría los objetivos iniciales de refutar al revisionismo soviético ya que al seguir las directrices chinas perdían toda credibilidad ante las masas y al basarse fundamentalmente en otro revisionismo no se basaban en un cuerpo teórico sólido y científico:

«La lucha contra el revisionismo soviético, desde posiciones revisionistas, conduce al camino revisionista; el apoyarse en el imperialismo estadounidense para combatir al revisionismo soviético, conduce al camino de enarbolar la infame bandera del trotskismo para combatir al revisionismo soviético y ocupar su lugar como una gran potencia y como «un gran guía ideológico». (Enver Hoxha; Las «avispas» burguesas recogen la miel del jardín de las «cien flores»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 20 de abril de 1973)

Las vacilaciones chinas en la lucha contra el revisionismo soviético como es el caso de la aceptación de la rehabilitación de Tito impulsada por Jruschov en 1954, el saludo del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 y sus tesis, la posición jruschovista en la Conferencia de Moscú de 1957 contra el grupo antipartido de Molotov, la teoría china de crear el «frente antiimperialista» junto al revisionismo soviético de 1962, la constante postura china de «intentar hacer cesar la polémica» contra los revisionistas soviéticos hasta 1964, el intento de reconciliación chino con el revisionismo soviético tras la caída de Jruschov de 1964, o la cuestión de basar la lucha contra el revisionismo soviético en meras reivindicaciones territoriales como hacían otros revisionismos en 1964, son temas muy conocidos ahora pero no en los 60 y 70. Unos y otros son hechos que los líderes del PCF-ML no conocieron muy posiblemente o que de saberlos los pasaron por alto como sino tuvieran la correspondiente importancia de ser analizados, cuando en realidad eran temas fundamentales para entender el desarrollo posterior del revisionismo chino.

Para inicios de los 70 las relaciones entre China y Albania eran nulas, apenas manteniéndose relaciones diplomáticas y pocos formalismos más:

«Respecto a los partidos comunistas marxista-leninistas y los grupos revolucionarios, los chinos actúan de la misma manera qué los soviéticos. Tienen miedo al «descrédito», a perder la «buena reputación» que han adquirido entre la burguesía norteamericana y la mundial. Por eso los chinos no pueden estar de acuerdo con la línea marxista-leninista revolucionaria de nuestro partido. Tampoco están de acuerdo con nuestra política interior y exterior. Y lo manifiestan. Chou En-lai, Li Sien-nien y Mao Zedong han roto los contactos con nosotros, y los existentes son puramente formales, diplomáticos. (…) ¿Cómo podría estar de acuerdo China con nuestra política exterior, cuando concluye acuerdos con los Estados Unidos de América, con Japón, con Alemania Federal, con la España de Franco, en unos momentos en que nosotros no sólo no los establecemos, sino que desenmascaramos de continuo su política imperialista y fascista?». (Enver Hoxha; Las «avispas» burguesas recogen la miel del jardín de las «cien flores»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 20 de abril de 1973)

Incluso los círculos reaccionarios registraron para la posteridad las grandes divergencias sino-albanesas en temas como el acercamiento sino-estadounidense, la Comunidad Económica Europea, el trato con los nuevos partidos marxista-leninistas, y otros temas candentes:

«Durante 1972, las posiciones de los dos cercanos aliados sobre su actitud hacia los Estados Unidos tendieron a distanciarles aún más. Paralelo a los divergentes puntos de vista sobre esta cuestión política fundamental, Pekín y Tirana empezaron a reaccionar de forma diferente ante algunos acontecimientos y políticas importantes en el escenario internacional: la crisis de Malta, la consolidación del Mercado Común, la Ostpolitik de Alemania Occidental y la reelección de Brandt, y el movimiento «marxista-leninista», para mencionar unos cuantos. Mientras los albaneses han demostrado un inflexible apego a la teoría revolucionaria, los chinos –en línea con su giro en las prioridades de política exterior– han demostrado una predilección por la Realpolitik: un cambio de la raison d’ideologue a la raison d’état. Muchos discursos e informes publicados recientemente por Tirana y Pekín atestiguan el hecho de que no existe completa unanimidad de puntos de vista sobre diversos desarrollos políticos internacionales de importancia». (Radio Europea Libre; El camino albanés, 21 de diciembre de 1972)

A esto se le sumaban muchas otras divergencias sino-albanesas partían porque los marxista-leninistas albaneses no aceptaban varias de las teorías y prácticas de los revisionistas chinos concernientes tanto a la política interior como exterior china, algunas de ellas antiguas desviaciones y algunas de ellas recientes y nuevas, hablamos de la teoría china de que el «Pensamiento Mao Zedong era el «marxismo-leninismo de nuestra época» o incluso «superación de las limitaciones del marxismo-leninismo», la teoría de las dos líneas o incluso varias líneas en el partido, la teoría de que «las clases explotadoras persisten como clase en el socialismo», la teoría de la «alianza con la burguesía nacional y tomarla como parte del pueblo», la teoría de que «el campo debe cercar a la ciudad» y por extensión en el esquema mundial «los países subdesarrollados a los desarrollados», los métodos antimarxistas de la «Revolución Cultural» como hacer tabla rasa con toda cultura progresista anterior o la promoción del estudiantado como vanguardia de la revolución, el apoyo a todo régimen feudal-burgués proestadounidense del «tercer mundo», el constante coqueteo chino con los partidos y países revisionistas-capitalistas con contradicciones con los soviéticos, los rasgos de la teoría de que el «tercer mundo» es la «fuerza motriz de la humanidad», que el imperialismo estadounidense «está en decadencia y solo desea el status quo» o que «el socialimperialismo soviético era la superpotencia más agresiva», la cuestión de la negativa china a celebrar reuniones multilaterales con los partidos marxista-leninistas o la reducción del apoyo y ayuda a los mismos cuando se pretendía acercarse al gobierno y los partidos revisionistas locales de cada país, y varias cuestiones más.

Es por tanto fácil de intuir que ya tanto desde el nacimiento en 1968 del Partido Comunista Francés Marxista-Leninista (PCF-ML) como bien entrados los 70, los elementos sanos del PCF-ML debían haber hecho una evaluación de estos temas donde a la fuerza tenían que ir dándose cuenta de las aberraciones chinas como hacia el Partido del Trabajo de Albania y otros partidos. En tanto que se posicionaran del lado del marxismo-leninismo en todas y cada unas de estas cuestiones, tarde o temprano se debería de haber tenido que haber empezado a sacar lecciones y a plantearse las cuestiones necesarias sobre el revisionismo chino tanto de su política interior como exterior, para ver hasta qué punto pudo influirle en sus cuadros; o al menos eso es lo que tendrían que haber hecho:

«Algunos líderes tomaron este problema muy a la ligera como se refleja en su trabajo. A su juicio, la ruptura con los partidos revisionistas era un acto muy importante. De hecho esto era realmente un hecho muy importante, pero el curso que ellos siguieron, las formas y métodos de organización y su trabajo, especialmente la línea política y organizativa que adoptaron y aplicaron, iban a tener una mayor importancia. Como se ha visto, en ciertos problemas internacionales y cuestiones teóricas ellos mantuvieron más o menos posiciones correctas, pero todavía, en algunos aspectos, su línea política se desarrollaba en las mismas formas que la línea de los partidos revisionistas siendo incapaces de hacer un juicio adecuado de las situaciones dentro de sus propios países y en el ámbito internacional. Esto sucedió así durante importantes eventos del movimiento comunista internacional, por ejemplo, en la lucha contra el revisionismo soviético, y después, en los análisis que deberían haber hecho de la evolución de la situación en China, la lucha entre fracciones que se estaba desarrollando allí, y la Revolución Cultura china. En muchos casos era evidente que carecían de profundidad marxista-leninista en sus juicios y opiniones, pero tenían la arrogancia suficiente para considerar sus acciones como indiscutibles. De hecho, desde la formación de algunos de estos partidos era bien aparente que entre sus miembros había elementos que no estaban perfectamente templados con las ideas marxistas-leninistas o cuyo dominio de ellas era superficial y más bien por razones sentimentales». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

Pero a diferencia de otros casos como el Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista de Ernst Aust, los marxista-leninistas del PCF-ML no supieron aprovechar la oportunidad para quitarse la losa del pasado maoísta del partido, esta derrota es si cabe más grave sabiéndose ahora que fueron derrotados por elementos liderados por figuras tan mediocres en formación ideológica como Jacques Jurquet que mantenían una simple sumisión perruna a la dirigencia del Partido Comunista de China (PCCh) de turno, donde solo se limitaba a reproducir lo que desde Pekín le pidiesen. Por tanto para los honestos revolucionarios franceses supuso que intentaran fundar un nuevo partido intentando salir del barro del revisionismo soviético para acabar metiéndose en un cenagal como era el revisionismo chino:

«Las consecuencias muy peligrosas de este trabajo y de esta práctica en algunos partidos especialmente en Europa, empezaron a ser evidentes después de la exposición del Partido Comunista de China y las ideas de Mao Zedong. Ocurrieron escisiones, ideas antimarxistas emergieron, que en algunos casos fueron abrazadas incluso por sus líderes. Eso explica porque algunos partidos pequeños, aún no consolidados, que comenzaron su actividad con objetivos correctos y en el camino marxista-leninista y bajo acciones revolucionarias, se desviaron. Esto es lo que sucedió con los Partidos Comunistas (marxista-leninistas) de Francia, Bélgica, Holanda, los países escandinavos, y recientemente, con el Partido Comunista de Italia (marxista-leninista)». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

La teoría de los tres mundos como eje de la política del PCF-ML

¿Cual eran las aspiraciones del PCF-ML en los 60 y 70 en momentos de agitación social como mayo del 68? ¿El trabajo con las masas para búsqueda del desencadenamiento de la revolución proletaria y socialista? No, en la práctica la línea del PCF-ML supondría seguir a ciegas las directrices chinas en su política exterior, eso acabaría suponiendo seguir y subordinar todo su programa a la defensa de las instituciones burguesas y del gobierno francés debido a la teoría china de los «tres mundos».

¿Pero que era la famosa teoría de los «tres mundos»? Es muy importante entender que significó la contrarrevolucionaria teoría china de los «tres mundos» en el desarrollo del siglo XX si se quiere comprender la alianza estratégica entre China y los Estados Unidos, el apoyo de China a la Comunidad Económica Europea –actual Unión Europea–, la OTAN, los partidos y Estados revisionistas –como Corea del Norte–, los regímenes proestadounidenses de África, Asía y América, etc. desde la época de Mao Zedong hasta nuestros días.

Hay que recordar que el fin de esta teoría de los «tres mundos» era el de satisfacer la estrategia de convertir a China en una superpotencia, todo eso suponía inevitablemente la ampliación de China y sus relaciones exteriores. En este caso se pretendía lograr tal fin hegemonista apoyando al bloque imperialista abanderado por los Estados Unidos contra el bloque imperialista abanderado por la Unión Soviética revisionista –bajo la excusa de «aprovechar las contradicciones interimperialistas»–, no por otra razón se intentaba desde el lado chino atraer a los países del bloque estadounidense y a los países del bloque revisionista soviético –países del «segundo mundo» según esta teoría–, más los heterogéneos países del «tercer mundo» para conformar un frente común antisoviético:

«Ahora con esta línea, avanza la detente y las relaciones con el imperialismo estadounidense y los otros países capitalistas. (…) También en lo que respecta a los partidos revisionistas, el Partido Comunista de China está cambiando de estrategia y de tácticas para agrupar a los partidos revisionistas que tienen contradicciones con los soviéticos, al igual que hará esfuerzos por ganarse al «tercer mundo». La línea china, montada y establecida de común acuerdo con Ceaușescu y Carrillo, confirma una vez más, nuestros puntos de vista y previsiones. China avanza rápida y gradualmente hacia su conversión en una gran potencia revisionista». (Enver Hoxha; Los chinos luchan por arrebatar a los soviéticos la hegemonía en el campo revisionista; Reflexiones sobre China, Tomo II, 25 de febrero de 1972)

Hay que poner sobre la mesa otro punto importantísimo: cuando los revisionistas chinos decían que ¡los países del tercer mundo son «la fuerza motriz de la revolución mundial»!, lo afirmaban sin analizar las tareas de los procesos revolucionarios en dichos países –que bien podían ser simples revoluciones anticoloniales–, ni el carácter de quién lideraba dichos movimientos –que muchas veces provenían de la burguesía nacional o de la pequeña burguesía–, ni la dependencia que tenían esos gobiernos frente a los imperialismos –que la mayoría de veces dependían económicamente de las viejas metrópolis imperialistas o de las superpotencias, incluso cambiando de bando de una a otra–, sin contar a los regímenes claramente fascistas que también se incluían en el saco de países del «tercer mundo» por su carácter pro estadounidense. Enver Hoxha se tomó la libertad de explicar al proletariado mundial los peligros de esta desviación tercermundista:

Primero; dicha teoría niega la hegemonía del proletariado tanto en la revolución antifeudal, antiimperialista, anticolonial, antifascista, como en la revolución socialista:

«Mientras que los revisionistas chinos, oponiéndose a esta tesis de Lenin, se afanan en presentar el «tercer mundo» como la «gran fuerza motriz que hace avanzar la rueda de la historia». Declarar semejante cosa significa dar en la teoría y en la práctica una definición errónea de la fuerza motriz. ¿Cómo es posible que en la época de la actual evolución social, en la época que tiene en su centro a la clase más revolucionaria, el proletariado, se califique de fuerza motriz a una agrupación de Estados dominados en su abrumadora mayoría por la burguesía y los feudales, incluso por reaccionarios y fascistas declarados? Se trata de una burda deformación de la teoría de Marx. (…) La tesis sobre el papel hegemónico del campesinado en la revolución ha sido preconizada por Mao Zedong también como la vía de la revolución mundial. De aquí parte la concepción antimarxista que considera el llamado tercer mundo, que en la literatura política china se denomina entre otras cosas el «campo mundial», como «la fuerza motriz principal para la transformación de la sociedad contemporánea». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Segundo; Dicha teoría ignora la composición social de estos países y el carácter de clase de sus gobernantes:

«La dirección china no tiene presente que en el «tercer mundo» hay oprimidos y opresores, que existen el proletariado y el campesinado esclavizado, pobre y mísero, por un lado, y los capitalistas y los terratenientes, que explotan y esquilman al pueblo, por el otro. Pasar por alto esta situación de clase en el llamado tercer mundo, pasar por alto los antagonismos existentes, significa revisar el marxismo-leninismo y defender el capitalismo. En general, en los países del llamado tercer mundo es la burguesía capitalista quien está en el poder. Esta burguesía explota al país, explota y oprime al pueblo pobre en interés de su propia clase, para asegurarse los mayores beneficios posibles y mantenerlo continuamente en la esclavitud y la miseria». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

3) Tercero; teoría ignora la dependencia hacia los imperialismos de los gobiernos de estos países:

«La burguesía, que es quien detenta el poder en estos países, protege precisamente esa sociedad capitalista que el proletariado, en alianza con las capas pobres del campo y de la ciudad, busca derrotar. Constituye esa clase alta que, en aras de sus mezquinos intereses, está dispuesta, en cualquier momento y ante cualquier contingencia, a entregar al capitalismo extranjero las riquezas del país, del suelo y del subsuelo, a endeudar la libertad, la independencia y la soberanía de la patria. Esta clase, allí donde está en el poder, se opone a la lucha y a las aspiraciones del proletariado y de sus aliados, las clases y las capas oprimidas. Muchos de los Estados, que la dirección china engloba en el «tercer mundo», no están en contra del imperialismo norteamericano y del socialimperialismo soviético. Calificar estos Estados de «fuerza motriz principal de la revolución y de la lucha contra el imperialismo», como predica Mao Zedong, es un error tan grande como el Himalaya. (…) La mayoría de los Estados, que supuestamente forman el «tercer mundo» o el «mundo no alineado», dependen del capital financiero extranjero, que es tan fuerte, tan vasto, que ejerce un peso decisivo en toda la vida de los mismos. Estos Estados no gozan de una independencia plena, por el contrario, dependen de ese gran capital financiero que es quien hace una política y difunde una ideología que justifica la explotación de los pueblos». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Por esta razón los marxista-leninistas albaneses concluyeron con toda razón que apoyar este tipo de teorías como la teoría de los «tres mundos» era poco menos que criminal para la lucha de clases a nivel internacional.

¿Cómo aplicaba esta teoría revisionista de los tres mundos Jurquet en su casa? Según sus teorizaciones en Francia debido a que argumentaba que su partido no podía defender solo a Francia de las superpotencias, y que las contradicciones de estas presuntamente hacían a Europa el punto de mira del socialimperialismo soviético ya que el «tercer mundo» les ponía en «demasiados aprietos». Eso daba como resultado la creación de un «frente único» de todo francés explotado o explotador contra el socialimperialismo soviético «por ser la superpotencia más agresiva» del «primer mundo», con el objetivo de «defender la soberanía nacional», que era el frente único que los chinos promocionaban en cada país y que formaba parte según ellos del necesario «frente único global»:

«No siendo capaces ahora oponerse con éxito el formidable empuje del tercer mundo y su principal fuerza impulsora de los cambios internacionales en curso, las dos superpotencias –los Estados Unidos y la Unión Soviética– hacen de Europa el punto principal de sus choques en sus respectivas intenciones de apropiarse de la riqueza estratégica, económica, tecnológica, etc. (…) La gran cuestión que urge a los pueblos hoy de Europa Occidental es: ¿quién se beneficiara de la crisis general del viejo capitalismo? ¿El socialimperialismo ruso el cual ya dispone por todos lados de su quinta columna subversiva o el proletariado y las masas popular de los países? (…) En segundo lugar, en nuestros países europeos, en Francia para ser más concretos, las fuerzas trabajadoras, incluso dirigidas por sus partidos marxista-leninistas son capaces de resistir solos a las dos superpotencias? ¿Y sobre todo al socialimperialismo ruso, la potencia más peligrosa y agresiva? (…) Es en este sentido, y teniendo en cuenta la rica experiencia del movimiento proletario revolucionario, marxista-leninista de Francia, debemos llevar a cabo en la oposición y las medidas adoptadas contra las dos superpotencias y sus agentes en nuestro país, trabajar hacia el establecimiento de un frente unido, que forma parte de la «frente único global», que incluye el tercer mundo y el segundo del mundo en que vivimos». (Jacques Jurquet; L’Humanité Rouge, 1 de mayo de 1975)

Como vemos aquí tenemos todos los ingredientes de la teoría de los «tres mundos» como Jacques Jurquet mismo reconocía:

«Los análisis que el Presidente Mao realizó de la presente situación internacional señalan la existencia de tres fuerzas en el mundo. Este análisis es el resultado de la aplicación científica de los principios del marxismo-leninismo y constituye el arma más efectiva para el proletariado y los pueblos del mundo entero a la hora de definir sus respectivas estrategias revolucionarias y avanzar a la revolución mundial». (Pekín Informa; Vol.19, No, 50, 10 de diciembre de 1976)

Ergo el PCF-ML se plegaba pues a los deseos de los líderes chinos para conformar la línea del partido:

«En otras palabras, la China maoísta hace lo imposible para conservar su inmerecido prestigio en el movimiento comunista internacional, sin hacer nada en interés de este movimiento, o haciendo lo contrario. Quiere imponerse como dirigente de la lucha de liberación de los pueblos, y por consiguiente del «tercer mundo», y combate por conseguirlo; se esfuerza por hacer creer que Mao y sus sucesores han hecho un análisis realista de la situación del mundo «en movimiento, en revolución» y han dado las recetas más apropiadas para que todos, pueblos, revolucionarios, comunistas, partidos comunistas marxista-leninistas, «Estados tipos» del «segundo y tercer mundo», junto con los Estados Unidos de América del «primer mundo», sigan a China para combatir contra el socialimperialismo soviético, el «principal enemigo de la humanidad». Todos estos renegados han asumido la tarea de escindir de nuevo la revolución y el movimiento marxista-leninista, que ha sido puesto en pie y se refuerza. Los Kazimierz Mijal, los Jacques Jurquet, los Edward Hill y compañía son los Edward Gierek, los Todor Zhivkov, los Władysław Gomułka, los Lance Sharkey y los Georges Marchais de una nueva variante revisionista, que deben ser puestos bajo los tiros de la artillería pesada, para desenmascararlos, derrotarlos y liquidarlos». (Enver Hoxha; El «abogado» charlatán de la podrida línea china; Reflexiones sobre China, Tomo II, 14 de febrero de 1977)

Esta actitud de Jacques Jurquet y el PCF-ML suponían una actitud borreguil que significaba que el PCF-ML carecía de cualquier análisis propio, suponía una subordinación directa a la política exterior china e indirectamente a la estadounidense y daba aire al revisionismo soviético, ya que estas barbaridades y estupideces teóricas tan clásicas del revisionismo chino no hicieron sino dar más munición a las revisionistas soviéticos para practicar su demagogia con eslóganes como que «la Unión Soviética es la verdadera defensora de los pueblos contra el imperialismo estadounidense y sus agentes», provocando así, la prolongación de la influencia del revisionismo soviético en el movimiento obrero de Francia y otros países del globo.

Las tareas de los pueblos en los países del «segundo mundo» como Francia según la teoría de los «tres mundos»

Es importante desmontar la visión de la teoría de los «tres mundos» respecto a las tareas del proletariado en los países del «segundo mundo». Decimos esto porque a día de hoy muchos partidos revisionistas venden en la propaganda que para garantizar la soberanía de los pueblos los países y pueblos deben atarse a uno u otro bloque imperialista para liberarse del opresor imperialista actual, e incluso llegan a afirmar que según que bloques imperialistas pueden ayudar a estos países a avanzar en su liberación social, por lo tanto entender esta cuestión es algo decisivo para las tareas contemporáneas.

Según el esquema de la «teoría de los tres mundos» los partidos comunistas deberían dedicarse a lograr estrechar relaciones de sus gobiernos burgueses con los gobiernos burgueses-feudales del «tercer mundo» para presuntamente combatir al primer mundo y en especial –y en realidad en la praxis– a la Unión Soviética:

«En el esquema de los «tres mundos», el llamado «segundo mundo» abarca a los países imperialistas, capitalistas y revisionistas; que desde el punto de vista de su régimen social no tienen ninguna diferencia esencial con las dos superpotencias ni con los diversos países catalogados en el «tercer mundo». Es verdad que los países que integran este «mundo» tienen contradicciones determinadas con las dos superpotencias, pero son contradicciones de carácter interimperialista, como lo son también las contradicciones existentes entre las dos superpotencias. En primer lugar, se trata de contradicciones relativas a la lucha por mercados, esferas de influencia y zonas de exportación de capitales y de explotación de las riquezas de los demás, entre imperialismos tales como el germano-occidental, japonés, inglés, francés, canadiense, etc., con una u otra superpotencia, y también entre ellos mismos. No puede ocurrir de ninguna manera que los países del llamado «segundo mundo», en otras palabras la gran burguesía monopolista que domina allí, se conviertan en aliados de los pueblos y de las naciones oprimidos en la lucha contra los dos superpotencias y el imperialismo mundial. La historia posterior a la Segunda Guerra Mundial muestra claramente que esos países han apoyado y apoyan la política y los actos de agresión del imperialismo estadounidense, como en Corea y Vietnam, Medio Oriente y África, etc. Son ardientes defensores del neocolonialismo y del viejo sistema de desigualdad en las relaciones económicas internacionales». (Enver Hoxha; La teoría y la práctica de la revolución, 7 de julio de 1977)

Eso significa que las proclamas de la dirección del Partido Comunista de China (PCCh) y sus partidos lacayos daban como instrucciones a la clase obrera y las clases trabajadoras que era necesario reforzar organismos como la Comunidad Económica Europa lo cual no tenía ni pues de cabeza por mucho que bajo teorizaciones se quisiera dar un barniz revolucionario a tales consignas:

«Las contradicciones interimperialistas de ninguna manera pueden ser aprovechadas de la forma como predican los revisionistas chinos. Los marxista-leninistas no podemos defender por ejemplo a los diversos reaccionarios en Alemania y a los cabecillas conservadores o laboristas en Inglaterra, en función de que tienen contradicciones con el socialimperialismo soviético. Si hiciéramos esto y secundáramos las prédicas de los chinos de que «los Estados capitalistas de Europa deben unirse al Mercado Común», de que la «Europa Unida» debe fortalecerse para hacer frente al socialimperialismo soviético, significaría que aceptamos que el proletariado de estos países sacrifique su lucha y sus esfuerzos por romper las cadenas de la esclavitud, que se sabotee la perspectiva de la revolución en ellos». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Era bastante normal que Enver Hoxha comentando los acontecimientos de 1975 como eran: la visita de Santiago Carrillo a China, el reconocimiento del gobierno de Franco, el asesinato de ese mismo gobierno fascista de los militantes españoles del Partido Comunista de España (marxista-leninista) y el silencio de la dirección china a tales crímenes, aprovechara y comparara irónicamente el porqué China le saludaba al PCF-ML y el porqué le daba la espalda al PCE (m-l):

«Pekín al español Carrillo, se han entrevistado con él y se han despedido como amigos. ¿Y por qué no? ¿Por qué no se ha publicado un comunicado que pruebe lo contrario? Los chinos han establecido relaciones diplomáticas con la España de Franco y, en cambio, hacen caso omiso del Partido Comunista de España (marxista-leninista), cuyos miembros son asesinados por los falangistas. ¿Por qué? Porque los comunistas marxista-leninistas de España no piensan de la misma manera que el francés Jurquet, que es seguidor de las ideas de Mao Zedong y llama a sus seguidores a sostener el ejército de la burguesía francesa». (Enver Hoxha; En China no se pronuncia una sola palabra sobre los héroes españoles; Reflexiones sobre China, Tomo II, 30 de septiembre de 1975)

Esto quiere decir que para mediados de los 70 mientras los marxista-leninistas y sus partidos combatían tanto al imperialismo estadounidense como al socialimperialismo soviético y a las burguesías nacionales en el poder ofreciendo con ello la mejor ayuda a los países coloniales y semicoloniales, los revisionistas maoístas franceses en cambio se dedicaban por influjo de la teoría de los «tres mundos a defender al gobierno burgués francés y a pedir el refuerzo de la Comunidad Económica Europea, la OTAN, y las relaciones entre los gobiernos del «tercer mundo» y el «segundo mundo».
Esta postura hizo que la población francesa que no entendiera –como era normal– como un pretendido partido comunista se dedicaba en vez de preparar la revolución a defender con su línea y propaganda a gobiernos, partidos, instituciones y organismos burgueses e imperialistas bajo la teoría de los «tres mundos» que desde Pekín le decían que siguiese sin rechistar. Claro está que los resultados en limpio serían los lógicos: se borraría de un plumazo todo el trabajo positivo y toda influencia que el PCF-ML pudieran haber cosechado entre las masas franceses desde 1968.

¿Cuál era la postura de Jacques Jurquet sobre figuras como Mao Zedong y Hua Kuo-feng? ¿Y su evaluación de Stalin ¿Cuál es su opinión sobre la China actual?

A estas alturas no creemos que haga falta demostrar la devoción de Jacques Jurquet por su ídolo de barro revisionista de Mao Zedong. Pero por si acaso pongamos algunas palabras suyas recogidas en la revista Pekín Informa donde recalca que todos los aspectos tanto de la política interior como exterior del partido están y estarán unidas al Partido Comunista de China:

«En todos estos aspectos, los cuales son inseparables del marxismo-leninismo y el Pensamiento Mao Zedong, los comunistas marxista-leninistas de Francia estamos profundamente unidos, tanto políticamente como ideológicamente al Partido Comunista de China». (Pekín Informa; Vol.19, No, 50, 10 de diciembre de 1976)

Estas declaraciones pueden ser vistas en cualquier otro líder revisionista de la época, pero lo importante, lo que es menester añadir y es realmente curioso y notable, es que el PCF-ML fue uno de los primeros partidos en dar el apoyo al liderazgo de Hua Kuo-feng en 1976 tras la lucha de poder entre fracciones abanderadas del «Pensamiento Mao Zedong»:

«El aplastamiento de la Banda de los Cuatro por el Comité Central liderado por el Presidente Hua Kuo-feng constituye la continuación de la correcta línea proletaria del Presidente Mao Zedong. Históricamente garantiza que, bajo el liderazgo del Partido Comunista de China liderado por Hua Kuo-feng, China siempre se mantendrá y será roja». (Pekín Informa; Vol.19, No, 50, 10 de diciembre de 1976)

Esto significó que el marxista-leninista francés Vincent Gouysse años después definiera a Jacques Jurquet como un:

«Defensor de las líneas revisionistas chinas, incluyendo después la de los ultrarevisionistas chinos Deng Xiaoping y Hua Kuo-feng». (Vincent Gouysse; Comprender las divergencias sino-albanesas, 2004)

Conforme avanzarían los años, Jacques Jurquet se convertiría en aquellos gurús del pseudomarxismo defensores del «socialismo de mercado» chino que tanto vemos aparecer actualmente en los medios de comunicación prochinos:

«Me intereso mucho por la política actual del Partido Comunista Chino. Aquí la presentan como capitalista –la burguesía de todos los países no puede aceptar reconocer que el auge de China se efectúa bajo la dirección del Partido Comunista de China, entonces dicen «¡es capitalismo!»–. Pero es una manera de discutir sus resultados espectaculares. El papel principal de China es sacar de la precariedad a las centenas de millones de chinos. ¿El socialismo debe perpetuar la pobreza? Claro que no. Mao Zedong habló de la probabilidad de socialismo para una época bastante lejana: ¿2 ó 3 siglos? Pienso que tenía razón». (Jacques Jurquet; Entrevista en «Éditions Prolétariennes», 2004)

Vincent Gouysse describiría a este tipo de personas como la que propagan la ilusión de que:

«China sigue creciendo en el camino del «socialismo de mercado» y que se encuentra todavía en la fase de construcción de las «bases de la sociedad socialista» y que pese a privatizarse de hecho sectores importantes de su economía todavía existe la planificación y las industrias nacionalizadas. Esa es la actitud de los partidarios declarados del imperialismo y de los seguidores del «marxismo-leninismo pensamiento Mao Zedong». Esta actitud revela tanto la incomprensión del revisionismo y de su base económica capitalista como de los de los principios fundamentales del marxismo-leninismo». (Vincent Gouysse; Comprender las divergencias sino-albanesas, 2004)

El apoyar a un país capitalista ya incluso ampliamente consolidado como potencia socialimperialista en el mapa mundial, como es el caso de la China de 2004, solo puede entenderse por el hecho de que tal autor sufre de una clara falta de formación ideológica clásica de alguien que recién empieza a interesarse y a formarse en el marxismo-leninismo y su historia, que no ha tenido acceso a material para poder estudiar el revisionismo chino y que no ha vivido o no se ha enterado de acontecimientos históricos recientes que le corroboren el carácter contrarrevolucionario del socialimperialismo chino, pero el caso concreto de Jacques Jurquet no corresponde a tales cuentas, pues es un hombre que ha tenido acceso de sobra al material para el estudio del Partido Comunista de China y que ha vivido en primera persona sus más conocidas fechorías:

«No nos asombraremos de encontrar en este papel al sirviente francés del titoismo chino Jacques Jurquet. Debemos decir para poner en situación al lector sobre Jacques Jurquet, que éste ya defendía la China de Mao Zedong y luego la de Deng Xiaoping contra Enver Hoxha a finales de los años 1970. También sostuvo sin vergüenza alguna la «teoría de los tres mundos» que saboteó la lucha de clases en Francia, y esto no fue una ceguera temporal». (Vincent Gouysse; Comprender las divergencias sino-albanesas, 2004)

El papel de traidor y de agente ideológico de la burguesía y su ideología revisionista de Jacques Jurquet se puede vislumbrar si cabe más fácilmente cuando vemos su evaluación de Stalin:

«Por mi parte, en 1998, después de haber estudiado muchos libros de la obra de Stalin, no me siento capaz de calificar el resultado de su obra bajo un balance positivo o negativo, pero estoy en contra de las afirmaciones engañosas y partidistas que no se basan en ninguna base seria y no tienen ninguna otra razón que el antifundamentalismo. (…) Sé que en las purgas golpeo a gente inocente, también sé que las campañas contra el anticosmopolitismo después de 1946 favorecieron un grave arrebato antisemita en la Unión Soviética». (Jacques Jurquet; A contracorriente, 2001)

Esta declaración es incluso difícil de justificar para los defensores de Jurquet. ¿No sabe si la obra de Stalin es positiva o negativa? ¿Quién puede tomar en serio a este renegado? Ni siquiera muchos de los revisionistas actuales se permiten el lujo de mantener tal postura pública sobre Stalin.

Otro de los puntos de la evaluación de Jacques Jurquet sobre Stalin son sus comentarios sobre sus pretendidos errores. Ya hemos comentado en varios documentos los mitos que todavía hoy los partidos seguidores o simpatizantes del revisionismo chino siguen propagando, desde la teoría de que «Stalin no prestaban atención a la educación de los trabajadores y a la cultura», que «Stalin decretó el fin de la lucha de clases», que «Stalin asesinó a inocentes», que «Stalin no dejaba manifestar sus opiniones a los otros partidos comunistas», que «Stalin por sus métodos es el culpable de la degeneración de la Unión Soviética», ¡pero ahora damas y caballeros Jurquet se suma al coro de la historiografía maccarthysta para reafirmar el mito que también Stalin propagó un antisemitismo que en realidad partía de las luchas contra el cosmopolitismo! No vale la pena pararnos a refutar lo mismo una vez más estos mitos, pues nos desviaríamos del objetivo principal de la presente publicación. Pero si el lector tiene dudas recomendamos leer nuestros documentos pero sobre todo las propias obras de Stalin de los soviéticos donde se refutan estas tonterías y todos los mitos jruschovistas, anarquistas, trotskistas, maoístas o titoistas sobre Stalin.

Ya nos advertía Ernst Aust en el centenario de Stalin, que la postura ante su obra era la piedra de toque entre los revolucionarios y los oportunistas, mientras los primeros la defienden los segundos se esfuerzan por desacreditarlas con todo tipo de calumnias indemostrables:

«A pesar de todas las disputas y desacuerdos los revisionistas de distintas especies coinciden en desacreditar y calumniar a Stalin, desde los soviéticos, eurocomunistas, titoistas, maoístas, trotskistas, anarquistas, espontaneistas, etc. Encontramos en ello aquí un frente común con los imperialistas, los fascistas y la reacción mundial. En este sentido, la actitud en torno a Stalin es una cuestión fundamental, un criterio, una línea de demarcación que separa a los verdaderos marxista-leninistas de los revisionistas y oportunistas de todos los matices, los verdaderos revolucionarios de los contrarrevolucionarios. Si defendemos a Stalin, defendemos al marxismo-leninismo, las tradiciones revolucionarias del Octubre Rojo de 1917 y la experiencia del primer Estado socialista fundado por Lenin y Stalin de hace 30 años. Nuestro compromiso con el Camarada Stalin no debe ser sólo un servicio de palabra. Honremos mejor a Stalin, aprendiendo de él. Aprendiendo de sus ricas experiencias sobre la lucha de clases, su espíritu revolucionario de lucha, su compromiso marxista-leninista, sus métodos de trabajo, etc. Adquiramos su capacidad de mirar al marxismo-leninismo no como dogma sino como guía de acción». (Ernst Aust; A partir de Stalin aprendimos lo que significa aprender a ganar; en el centenario de Iósif Stalin, 21 de diciembre de 1979)

Otro gran punto y el final, que demuestra la inconsistencia de los argumentos de Jacques Jurquet y su falta de credibilidad a la hora de pronunciarse en cualquier tema, es la cuestión de las pautas que él cree necesarias para la reconstrucción de las fuerzas marxista-leninistas:

«Existe un propensión general a idealizar a Stalin y al período en que dirigió la Unión Soviética y asimilar toda crítica como fuente del revisionismo –mientras que Lenin fue el primero que realizó críticas públicas en Stalin–, o su caracterización de la Unión Soviética como el Estado «socialimperialista» y de al Partido Comunista Francés como «partido revisionista no ayudan al diálogo, no permiten defender al marxismo-leninismo del peligro revisionista que se torna real». (Jacques Jurquet; Sobre una demanda de antiguos miembros del PCMLF, publicado en «Initiative Communiative» nº40, 2004)

Podríamos extendernos durante grandes líneas para comentara estas idioteces, pero dejemos la contrarespuesta a los propios marxista-leninistas franceses:

«Para este renegado la defensa consecuente de los principios fundamentales del marxismo-leninismo se encuentra tan asimilada a una «idealización» simple de Stalin que: «no ayudan al diálogo, no permiten defender al marxismo-leninismo del peligro revisionista que se torna real». He aquí legitimado con este ejemplo, el tardío quiebre del Polo de Renacimiento Comunista en Francia con el Partido Comunista Francés y sus supervivencias thoreznianas pronunciadas. La polémica entre marxistas leninistas y revisionistas se encuentra para él reducido a un conflicto sobre la apreciación de personalidades. Este diseño filisteo trotskista ignora desde luego el hecho de que se defiende tanto a Stalin como a Enver Hoxha por su línea política y las conquistas concretas de la Unión Soviética y la República Popular Socialista de Albania en la construcción de la sociedad socialista. En este caso sí que existe una reescritura histórica donde se silencia desde luego la polémica entre los presuntos «marxistas-leninistas» del «pensamiento Mao Zedong» –basado en las teorías del Partido Comunista de China– y los marxistas-leninistas –de los análisis del Partido del Trabajo de Albania–. Esta polémica, que fue justamente el punto esencial de la división dentro del Partido Comunista Marxista-Leninista de Francia, simplemente pasó en silencio para Jurquet. De hecho, para el propio Jacques Jurquet esta omisión significa mostrar su indigencia de pensamiento y autoproclamar el fallecimiento de su pensamiento político como marxista. Otro ejemplo de ello, sería que Jacques Jurquet siempre ha hecho caso omiso de la práctica y de las realizaciones concretas del socialismo en la República Popular Socialista de Albania, realizaciones socio-económicas concretas que prueban que la línea política seguida por el Partido del Trabajo de Albania fundamentalmente era justa –es decir marxista-leninista–, por eso y a pesar de todas sus calumnias sobre Enver Hoxha, Jacques Jurquet no logrará borrar este hecho y otros». (Vincent Gouysse; Comprender las divergencias sino-albanesas, 2004)

Es por ello que en la actualidad solo se atreven a reivindicarlo para la cuestión que sea, los revisionistas más degenerados e inconscientes, pues los revisionistas más inteligentes saben que es una figura tan desacreditada por sus posiciones históricas, como lo pueden ser Deng Xiaoping o Tito, pero claro, precisamente muchos de los defensores de Jurquet son defensores de Deng Xiaoping o Tito, he ahí la prueba de su degeneración a niveles insospechados.

¿Qué podemos concluir de figuras como la del pobre diablo de Jacques Jurquet?

Solo podemos concluir con que realmente nuestro querido Jacques Jurquet ha sido un titiritero que se dedicaría toda su vida a ser el paladín de las sucesivas dirigencias chinas, y que pasaría a los anales de la historia sin pena ni gloria, no siendo recordado con regularidad ni siquiera dentro mundo revisionista. ¿O acaso quién se acuerda de sus Kazimierz Mijal, Edward Hill? Nadie, incluso ideólogos contemporáneos de su mismo palo como Charles Bettelheim han tenido más relevancia. Pero lo cierto es que es necesario desmontar y denunciar tanto a los grandes como a los pequeños revisionistas, eso incluye también cuando los segundos son simples peleles en manos de los primeros:

«Grandes renegados como Tito, Jruschov y Mao Zedong, y después también pequeños como Kazimierz Mijal, Edward Hill y Jacques Jurquet, surgirán inevitablemente en cada viraje del movimiento revolucionario marxista-leninista, pero todos estos renegados, cualquiera que sea su catadura, serán desenmascarados, desacreditados, y terminarán, como han terminado sus antecesores, en el basurero de la historia». (Enver Hoxha; El «abogado» charlatán de la podrida línea china; Reflexiones sobre China, Tomo II, 14 de febrero de 1977)

Siempre debe ser imprescindible tener paciencia con los revolucionarios honestos que hayan podido estar influenciados por estas ideas que propagaba Jacques Jurquet, individuos que demuestren un espíritu crítico y científico a la hora de evaluar los mitos de la historiografía burguesa-revisionista que ellos mismos hasta entonces aceptaban, pero los recalcitrantes del estilo del francés Jurquet, que pese a las mil pruebas documentadas de sus errores y política oportunista se niegan a rectificar y realizar una autocrítica de sus acciones, no hay que perder un segundo intentando persuadiéndolos por más tiempo, ni debemos tener miramientos a la hora de exponerlos y atacarlos:

«El Partido del Trabajo de Albania debe dar y dará pruebas de una gran paciencia para esclarecer a los que no ven claramente las cosas, porque no debemos subestimar la importancia del mito y del culto de Mao Zedong como «gran marxista-leninista» en el mundo. Pero abogados como Kazimierz Mijal no forman parte de los que no tienen las cosas claras, se trata de renegados lúcidos y peligrosos, así pues, ¡fuego sobre ellos para exterminarlos como ratas!». (Enver Hoxha; El «abogado» charlatán de la podrida línea china; Reflexiones sobre China, Tomo II, 14 de febrero de 1977)

Equipo de Bitacora (M-L)

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