La Armada de Rusia ha ampliado sus capacidades estratégicas al incorporar al servicio, en el primer trimestre del año en curso, un submarino nuclear, tres buques de guerra, dos helicópteros y decenas de misiles de crucero tipo Kalibr, según el viceministro ruso de Defensa, Yuri Borisov.
“La Marina recibió el sumergible nuclear Tula del Proyecto 667BDRM, que se hallaba en reparación, tres buques de guerra y barcos de apoyo, dos helicópteros y 46 misiles de crucero Kalibr”, ha informado este miércoles Borisov, citado por la agencia rusa de noticias TAAS.
El submarino Tula, que entró en servicio en 1987, pertenece a la clase de sumergibles del Proyecto 667BDRM —conocido como clase Delfín en ruso, Delta-IV es la clasificación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)— y es capaz de portar 16 misiles balísticos intercontinentales (ICBM, por sus siglas en inglés) Sineva. Con un alcance de 11.000 kilómetros, los mencionados misiles están dotados de cuatro ojivas de guiado individual.
De acuerdo con Borisov, la Armada rusa también ha recibido en Murmansk, en el norte de Rusia, el barco de apoyo logístico del Proyecto 23120 Elbrus, construido en los astilleros de la naviera Severnaya Verf, en San Petersburgo, y espera la entrega de otro lote de misiles Kalibr.
Los Kalibr son capaces de portar ojivas nucleares y cada uno puede llevar 500 kilos de explosivos. Conforme a fuentes militares de Rusia, estos cohetes tienen un alcance de hasta 2600 kilómetros.
El pasado 22 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, aseguró que su país seguirá incrementando su capacidad militar tras haber conseguido posicionarse entre las principales potencias militares y, en particular, invertirá en la consolidación de recursos estratégicos de disuasión nuclear.
Según la Defensa rusa, Moscú ha modernizado en 2017 más de la mitad de su armamento y equipamiento militar, tanto en la Fuerza Aeroespacial, la Marina de Guerra y las Fuerzas Terrestres, como en la disuasión nuclear.
El programa de reequipamiento de la Armada rusa fue lanzado en 2011, pero el gigante eurasiático persigue este proyecto con más empuje en los últimos años dadas las tensiones que mantiene con el Occidente, en particular con Estados Unidos, por asuntos como las crisis de Siria y Ucrania, que los han puesto al borde de la guerra.
