Nadie puede saltarse por encima de la nueva situación mundial

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Bien sabemos que el curso de la historia es entre flujos y reflujos (ascensos y descensos), zigzagueante, pero, al fin y al cabo, siempre ascensionales, donde el movimiento como producto de la contradicción, es lo más importante.

Ante todo muestro aquí algunos hechos que han sido determinantes en la deriva actual del mundo, es decir, en la nueva situación mundial:

Primero, en 1956, tras la muerte de Stalin, la restauración capitalista en la URSS constituyéndose a partir de ahí en una ex URSS.

Segundo, en 1976, tras la muerte de Mao Tse-Tung, la restauración capitalista en China.

Tercero, en 1991 la implosión de la ex URSS.

A la par no debemos olvidar que las altas tasas de las ganancias capitalistas entre los años 1950-1970 hicieron ilusionarse a los apologistas del sistema para sostener que aquello iba ser constante y permanente. El jolgorio en Norteamérica era entonces muy grande.

Sin embargo el ciclo económico inaugurado inmediatamente después del fin de la Segunda Guerra mundial no estaba establecido para toda la eternidad, aquello iba a llegar a un punto límite y, eso ocurrió precisamente en 1973.

A partir de entonces el sistema ingresaba a un ciclo económico largo de contracción y crisis que afectaría muy seriamente el desarrollo posterior del sistema capitalista mundial. Esto era muy claro sobre todo en el centro de este capitalismo que estaba ubicado en occidente, precisamente en Estados Unidos.

Para continuar previamente hay que advertir que hablar de la nueva situación mundial es hablar de cuestiones vivas y siempre en movimiento, no de cuestiones inertes.

En esto son muy importantes los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, momento en el que el entonces hegemon mundial (Estados Unidos) habiéndose percatado de los graves riesgos al que estaba asistiendo su omnímodo poder, decidió confrontarla.

Desde entonces, sin negar hechos similares anteriores, corrió mucha sangre en el mundo. Fueron genocidios con millones de muertos.

Así fue en Afganistán donde fueron aniquilados un millón de personas entre niños, ancianos, gente desarmada, etc. Allí los Estados Unidos hicieron estallar (abril de 2017) su más poderosa bomba convencional, no nuclear, al que con desparpajo llamaron ‘Madre de todas las bombas”.

En Irak el genocidio fue de 2.4 millones de personas y más de tres millones de refugiados.

En Libia cerca de 200, 000 muertos (aquí las cifras han sido escondidas).

En Siria los destrozos fueron terribles.

Y en Yemen hasta ahora se dice que son 100, 000 muertos. A Estados Unidos y Arabia Saudita, países agresores, poco les interesa la hambruna que han generado.

Ahora mismo Venezuela está en grave riesgo. El golpe de Estado esta aguantado. Los imperialistas estadounidenses están agazapados esperando el momento oportuno. Es más, América Latina está en grave riesgo. Es una región que puede incendiarse más pronto de lo que se imagina la CIA y el Pentágono.

En realidad los hechos fueron muy cruentos. Previamente es necesario aclarar que entre 1990 y 2000 ya había empezado a sentirse en las regiones asiáticas del planeta un fuerte desarrollo capitalista, en este caso muy notorio en China.

Entre los años 2001-2007 estaba ad portas la gran crisis económica. Su estallido fue en 2008 y se presentó como una gran depresión económica.

Además no olvidar que desde algunos años atrás estaba latente en el movimiento comunista internacional notorias debilidades orgánicas en los partidos comunistas que estaban siendo desbordadas por los acontecimientos mundiales.

Esta situación conjugada con todo lo que estaba sucediendo en el sistema de producción capitalista (producción caótica, sobreproducción de mercancías, sobreacumulación de capitales, etc.) condujo a un importante reajuste capitalista en el mundo.

E incurso en estos mismos hechos y al empuje de las leyes capitalistas que estaban encumbradas, se desato en las esferas productivas una verdadera hecatombe. La gran crisis económica se convirtió en un verdadero vórtice. Algunos economistas la llamaron aterrizaje forzoso. Esto por supuesto no puede pasarse por desapercibido.

El asunto es que la estructura económica del sistema capitalista mundial había sido envuelta en un huracán de cambios que aplastaban inmisericordemente antiguas estructuras del sistema unipolar (antiguo poder hegemónico).

En efecto, el vórtice fue la gran crisis económica del 2008 que estaba circunscrita en el ciclo económico largo de contracción y crisis iniciado en 1973 e inmersa en la segunda fase del sistema capitalista mundial (sistema imperialista).

Consecuentemente aquellos hechos condujeron a la bancarrota la economía estadounidense. En ese entonces era la máxima representante del sistema capitalista mundial. También las principales economías europeas sufrieron fuertes desastres.

En contraparte China empezaba a emerger como una importante potencia capitalista (2000 para adelante). El desarrollo capitalista había sido formidable. La manufactura había tenido un enorme desarrollo. Ya estaba concentrándose aquí un tercio del proletariado mundial. China estaba convirtiéndose rápidamente en la principal fábrica del mundo. Realmente esto era asombroso.

Y en Rusia había ocurrido un importante recambio geopolítico. La llegada de Vladimir Putin al poder en el año 2000 fue muy importante.

Posteriormente entre los años (2005-2007) las burguesías financieras de Rusia y China lograron entender lo latente que estaba la paridad estratégica. Habían concluido un importante balance de las potencialidades de sus armas disuasivas. En realidad era un importante balance geopolítico-militar.

Los hechos continuaban incursos en un fuerte proceso. De acuerdo a esto en 2010 ocurrió la implosión de la hegemonía mundial estadounidense. Aquello constituyó un extraordinario hecho geopolítico de enorme trascendencia mundial.

Sobre esta base emergieron tres superpotencias capitalistas (China, Estados Unidos y Rusia). Esto condujo en forma automática a la estructura multipolar en el sistema internacional.

Y lo más importante, al empuje de estos hechos se entretejió una nueva estructura económica del sistema capitalista mundial encabezada por China y seguidas por Estados Unidos, India, Japón, Alemania y Rusia. Esto indicaba que Estados Unidos había sido desplazado a un segundo lugar.

Así, los hechos fueron terminantes.

Entonces toda esta situación fue considerada por la moribunda burguesía financiera estadounidense como un humillante impasse, respondiendo inmediatamente con fuertes provocaciones y una cruenta carrera armamentística.

Sin embargo en ese mismo momento ya estaban imponiéndose en el plano internacional cuatro nuevas potencias militares mundiales (Rusia, Estados Unidos, China y la RPDC) que automáticamente originaron una nueva correlación de fuerzas. Una situación que fue claramente establecida tras la derrota militar estadounidense en la península coreana en octubre de 2017.

Y así, a partir de esos momentos los hechos internacionales empezaron a correr bajo este parámetro. En efecto, después de lo sucedido en la península coreana, Estados Unidos pasó a orientar su maquinaria bélica contra Rusia, China e Irán.

En realidad aquello indicaba una fuerte colisión entre las tres superpotencias capitalistas (China, Estados Unidos y Rusia). Los impasses que enfrentaban estaban volviéndose muy graves. En tanto la crisis económica seguía aplastando sus economías. Por supuesto, el gran provocador era Estados Unidos. Pero el poderío estadounidense había quedado en entredicho. Estaban en el ayer los tiempos en que él solo decidía los asuntos mundiales. Ahora para existir debía tranzar. Consecuentemente los hechos para los Estados Unidos eran aplastantes. Estaba en una situación absolutamente crucial.

Sin embargo la caduca burguesía estadounidense era renuente a esta nueva situación mundial. Se pavoneaba, por aquí y por allá, como si no hubiera pasado nada. Se creía una Diosa y hegemónica eterna.

Por supuesto al empuje de semejante hechos, nueva situación mundial y renuencia estadounidense a aceptar aquella situación, el mundo empezaba a refulgir, a encabritarse y a contornearse como queriendo advertir con indómita fuerza que nadie podía saltarse por encima de la nueva situación mundial, bajo cargo de ser barrida por la historia.

Sin duda vivimos tiempos históricos.

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