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La ciudad siria de Harasta vuelve a la normalidad e inicia su reconstrucción

Pedro García Hernández.— La ciudad de Harasta, parte de la región de Guta Oriental que rodea la capital siria, vuelve poco a poco a la estabilidad y hasta la fecha cerca de 20.000 de sus pobladores regresaron a sus hogares.

Esa localidad volvió a recuperar su relevancia geográfica por permitir el tráfico en la autopista que une a la capital siria con Homs y facilita vías para el movimiento comercial y el transporte de personas, luego de rehabilitarla a lo largo de 18 kilómetros, incluido el alumbrado público.

En más de una ocasión Prensa Latina recorrió los desvíos para evitar la zona de Harasta y el resto de Guta, cerradas en sus principales acceso por el Ejército sirio y ocupada por los terroristas que por medio de francotiradores atacaban autobuses de pasajeros y a todo lo que se moviera en sus cercanías.

Estimados oficiales computan a unas tres mil personas víctimas de los ataques extremistas, sobre todo civiles y que constituían una población de más de un millón de habitantes en Guta y sus distritos o barrios como Jobar, Douma, Misraba, Modira, Arbin, Hamoura, Zamalka, Ein Tarma, Kafr Batna, Josrin, Eftreis, Sabqa y Beit Sawa, de los cuales fueron desplazados la mayoría de sus habitantes.

A tales datos se une el nivel de destrucción provocado por los terroristas que bombardeaban con morteros y cohetes el centro y la periferia de la capital, sin respetar treguas o acuerdos de distensión insistentemente establecidos desde el 20l2, cuando no pudieron establecerse en el resto de Damasco y optaron por utilizar como escudos humanos a cerca de 200 mil civiles que permanecieron en la región.

Tal situación obligó al Ejército sirio a intensificar puestos de control, limitación de acceso a importantes vías de comunicación para fortalecer el cerco a los grupos armados, evitar víctimas entre la población civil y liquidar intentos de infiltración para sabotear instalaciones como hicieron con la planta de generación de electricidad de uno de sus barrios, el de Qabum.

La región mencionada, de 115 kilómetros cuadrados de extensión, forma parte del llamado cinturón verde que rodea el noreste de Damasco, bañado por las aguas del río Baradá, y cuyas instalaciones para proporcionar agua potable fueron saboteadas por los extremistas cerca de tres meses en el año 2016 hasta que por medio de negociaciones se logró restablecer la normalidad.

Sobre todo Harasta, Jobar, Duma, Arbin y Qabum tuvieron niveles elevados de daños a edificaciones, instalaciones públicas y vías de comunicación, incluida la electricidad y en cuyo restablecimiento se trabaja arduamente.

Poco a poco, y esto se aprecia en cada recorrido de Prensa Latina por la región, se labora por rehabilitar lo más que se pueda, entre ellas la mayor terminal de autobuses de Damasco, arrasada casi hasta los cimientos y que obligó a la creación de centros alternativos para las miles de personas que viajan desde Damasco hacia el resto del país.

A partir de abril del 2018, toda Guta Oriental, incluída Harasta, fue liberada de la presencia de grupos terroristas como el Frente Al Nusra, Yaish al Islam, y Ahrar al Sham, unos mil de los cuales se rindieron y fueron trasladados hacia la provincia de Idleb, a 320 kilómetros al norte de la capital y última sede organizada de los extremistas en esta nación del Levante.

La esperanza resurge y Adnan Al Waza, alcalde de Harasta, afirma que hasta el momento 20.000 personas regresaron a sus hogares y se trabaja con intensidad en evaluar los niveles de destrucción y facilitar la estabilidad de la población.

A ello se agrega el análisis para atenuar o rehabilitar el medio ambiente en los 27 kilómetros de túneles y excavaciones arbitrarias que los terroristas realizaron.

Guta Oriental y Harasta en particular, son un símbolo de la resistencia y firmeza de Siria ante una guerra impuesta desde hace casi ocho años, de lucha y perseverancia para reconstruir una nación que sufrió la muerte de más 300.000 personas y pérdidas económicas de casi 500.000 millones de dólares.

El país, no obstante, trabaja por rescatar sus valores de tolerancia y convivencia frente al drama de una realidad brutal sin precedentes en Oriente Medio.

A TRAVÉS DEAl Manar

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