En el momento en que Zbigniew Brzezinski era el director de la Comisión Trilateral encargó un informe a tres sociólogos: Michel Crozier, fundador y director del Centre de Sociologie des Organisations, París, director de investigación del Centre Nationale de Recherche Scientifique, Samuel P. Huntington, director asociado del Centro de Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard, y Joji Watanuki, Profesor de Sociología de la Universidad de Sophia, Tokio (1). Uno europeo, otro norteamericano y otro japonés, para disponer de un análisis global después de las movilizaciones y revueltas de 1968-69 en Europa, América y Asia que aglutinaron millones de personas, y que momentáneamente crearon un cierto pavor entre las clases dominantes ya que intuían una cierta pérdida del control social. Las élites mundiales se interrogaban como gobernar unas sociedades en las cuales la autoridad de gobiernos, partidos políticos mayoritarios y sindicatos se percibía con hostilidad, y perdían legitimidad. Estaban preocupados.
Y, como cosa lógica, cuando uno está preocupado, intenta indagar los motivos de dicha preocupación, lo cual sabe hacer muy bien el capital a diferencia de las organizaciones obreras que casi siempre han preferido esconder la cabeza bajo el ala, ya sea por incapacidad, ya sea por miedo, o ya sea por dogmatismo o burocratismo.
Dicho informe tenía por título “La crisis de la democracia. Informe sobre la gobernabilidad de las democracias para la Comisión Trilateral” (The Crisis of Democracy. Report on the Governability of Democracies to The Trilateral Commission) (2).
Junto a un cambio cultural se desencadenaba la llamada “crisis del petróleo” con un incremento del desempleo, aumento de las demandas sindicales obreras y demandas sociales de la clase media.
Una de las consideraciones que según el informe cabría analizar era la posibilidad de que algunos procesos políticos debían mantenerse bajo el control de los expertos, ya que según su opinión, en muchas ocasiones, la autoridad debe provenir de la jerarquía, de la experiencia y del conocimiento de determinados sectores, y no del debate público. Que hoy se identifica con el simplismo de los “expertos en salud”.
Las élites mundiales preocupadas
En la década de los 60 se produjeron las independencias formales de la mayoría de países africanos, con especial relevancia la independencia de Argelia (1962) después de una tenaz lucha del pueblo argelino y un genocidio nunca reconocido por Francia. A raíz de estos cambios geopolíticos, las enormes riquezas del continente africano ya no quedaban a total disposición de los países coloniales, aunque conservasen parte importante de las mismas tenían que realizar un cierto reparto con los nuevos gobernantes. La consecuencia para Europa fue una merma de sus ingresos anteriores fruto del saqueo total, y en relación con ello una insatisfacción a las demandas de sus ciudadanos a los que se les había prometido un constante aumento de sus niveles de consumo y la promesa de ascenso social.
Esta ruptura de las expectativas de los ciudadanos europeos, cuyo nivel de consumo se había realizado en una escala ascendiente desde el final de la segunda parte de la guerra mundial, junto a una cierta tolerancia hacia las organizaciones sindicales, cuya colaboración en la reconstrucción posbélica fue imprescindible para el capital, una parte importante de la clase obrera europea exigía con cierta fuerza mejoras en todos los ámbitos. En paralelo, la creación de una extensa clase media que prometía a sus hijos un futuro con ascenso en la escala social.
La conjunción de varios factores: reivindicaciones económicas de la clase obrera, multiplicidad de organizaciones ciudadanas, vecinales y profesionales, exigencia de ascenso social de las clases medias, una intelectualidad progresista emanada de la resistencia durante la guerra, y unos medios de comunicación todavía no controlados totalmente por las grandes corporaciones mediáticas, crearon las premisas de las explosiones sociales a finales de la década de los 60 que ponían en tela de juicio a gobiernos, sistemas productivos y sistemas educativos, con la consecuente pérdida de legitimidad de las élites nacionales e internacionales. Junto a ello un cierto sentimiento solidario con otras sociedades que, lejanas, se enfrentaban a la dominación imperialista (Cuba, Argelia, Vietnam, Laos, Camboya, Burkina Faso, Namibia, Angola, Mozambique, Colombia, Nicaragua, Guatemala…) rompiendo el consenso anterior que cerraba los ojos ante la depredación colonial.
En Estados Unidos el auge de la lucha por los derechos civiles contra la segregación, la rebelión de Watts (Los Ángeles) en 1965 (3), el asesinato de MalcolmX (1965); Martin Luther King (1968) y los dos hermanos Kennedy (1963 y 1968); el escándalo Watergate (1972). Y el aumento de la protesta contra la intervención en Vietnam que desde 1963 se fue incrementando mediante manifestaciones cada vez más numerosas con sabotajes a los transportes y ciertas producciones, ocupaciones de centros universitarios, bloqueos de carreteras y la resistencia al alistamiento militar con miles de deserciones, obligaron a suspender a principios de 1973 la Ley de Servicio y Entrenamiento Selectivo vigente desde 1940, un reclutamiento obligatorio para llenar las vacantes en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que no podían cubrirse por medios voluntarios.
Asia
Aunque lo más conocido fue sin duda la intervención de Estados Unidos en Vietnam, Laos y Camboya, en Asia, durante los sesenta se producía una movilización social en varios países fruto de diversos factores, pero seguramente el mayor de ellos tuvo que ver con la guerra de Vietnam cuyo momento culminante coincidió en solidaridad con la Ofensiva del Tet del Frente de Liberación de Vietnam en 1968 y en repulsa a la presencia de las tropas norteamericanas en el sudeste asiático.
En Japón, a principios de la década de los 60, un movimiento popular y estudiantil intentó evitar la ratificación del Tratado de Seguridad entre Estados Unidos y Japón y una organización estudiantil escindida del Partido Comunista de Japón consiguió el control de la Federación Japonesa de Asociaciones Estudiantiles. El 15 de enero de 1968, Día de la Juventud, una gran marcha se dirigió al puerto de Sasebo, en Negasaki, para rechazar la escala del portaviones norteamericano «Enterprise». Este mismo año una gran manifestación bloqueó el aeropuerto de Tokio para impedir que el primer ministro viajara realizara un viaje oficial a Vietnam del Sur en plena ocupación militar estadounidense. Ando Norisuke, estudiante de doctorado en pedagogía en la Universidad de Tokio, publicó un libro titulado “Teoría de la revolución estudiantil” en el describe que “las luchas universitarias que se desarrollan actualmente en todo el Japón y cuyo punto culminante se sitúa en la lucha de Todai y Nichidai sobrepasan cualitativamente, por su amplitud y el nivel de sus reivindicaciones, todas las luchas reformistas entabladas hasta ahora” (4).
En junio de 1968, los estudiantes de la Universidad de Tokio, la universidad más selecta de Japón, y la Universidad Nihon, la mayor institución de educación superior del país, con aproximadamente una décima parte de la población total de estudiantes universitarios, crearon los “Consejos universitarios de lucha conjunta” (5). Según el libro de Dan Keisuke “Japón Hoy” (6), la policía en 1969 tomó el control de la Universidad de Tokio tras dos meses de ocupación de la misma por los estudiantes exigiendo una transformación del sistema educativo denunciando el autoritarismo en las relaciones profesor-alumno y la vinculación entre universidades y las grandes empresas.
En la India, la creación del movimiento Naxalita en el noroeste de Bengala e iniciado en 1967 por Charu Majumdar, Kanu Sanyal y Jangal Santhal, en el que participaron un gran número de campesinos, estudiantes y jóvenes indios en repulsa del latifundio, la explotación feudal y la humillación social por parte de terratenientes y prestamistas. En 1970 se funda la Federación de Estudiantes de la India por parte del Partido Comunista de la India (Marxista) que demandaba organizar a los estudiantes en defensa de mejoras al sistema educativo.
En Turquía, en 1965 se fundó la Federación de la Juventud Revolucionaria de Turquía, aglutinando a una parte importante del estudiantado que explotó en 1968 exigiendo mayor participación en la toma de decisiones estudiantiles. La Universidad Técnica de Medio Oriente (METU) en Ankara, fue una de las más activas políticamente manifestando una postura antiimperialista. En 1968, Robert Komer, quien prestó asistencia militar en Vietnam, fue nombrado embajador de los Estados Unidos en Turquía; el 6 de enero de 1969, ya como embajador, visitó a la METU, provocando que su vehículo fuera incendiado por los estudiantes. A causa de ello la METU estuvo cerrada durante siete meses, y la Universidad de Estambul por cuatro. Otro hecho relevante, fue la revuelta por la llegada de la Sexta Flota de Estados Unidos a Estambul.
En Paquistán, el Movimiento de 1968 fue parte de la protesta contra el régimen dictatorial de Ayub Khan. En febrero y marzo de 1968 se produjo una ola de huelgas en el país. El 13 de febrero, se izó la bandera roja en Lahore, y más de 25.000 trabajadores ferroviarios se manifestaron con el lema «Solidaridad con el pueblo chino: Destruye el capitalismo». En el distrito industrial de Faisalabad, la administración del distrito tuvo que solicitar el permiso de un líder sindical local Mukhtar Rana para el funcionamiento del transporte por carretera. Los trenes llevaban pancartas con mensajes revolucionarios por todo el país. Fue una respuesta a la explotación y la opresión que ensancharon el abismo entre ricos y pobres. Las protestas duraron hasta marzo de 1969 durante las cuales se movilizaron entre 10 y 15 millones de personas consiguiendo la renuncia del gobierno de Ayub Khan (7).
En Filipinas, como resultado de una ola de protestas por la política dictatorial de Ferdinan Marcos desde 1965 en que asumió la presidencia del país, en 1968 se funda el partido comunista de Filipinas tras el Congreso de Restablecimiento que rompía con la tradición del antiguo partido comunista (PKP-Lava), y en 1969 se creó el Nuevo Ejército del Pueblo.
En China, durante la undécima sesión del VIII Comité Central del 8 de agosto de 1966, se tomó la “Decisión del Comité Central del Partido Comunista de China sobre la Gran Revolución Proletaria”, cuyo documento guía (Declaración de los 16 puntos), partió del principio de que la burguesía derrotada, se valía de las ideas, de la cultura y los hábitos, para tratar de corromper a las masas y así, de nuevo, tomar el poder. Se proclamó “no hay que temerle al desorden”, incitando a aniquilar la dominación de los intelectuales burgueses y proponiendo transformar el sistema educativo colocando “la enseñanza al servicio de la política proletaria y combinar el estudio con el trabajo productivo”. Una revolución cultural que erizó no solamente a las élites capitalistas, sino también al llamado socialismo real.
América Latina
En América Latina, el asesinato de Ernesto Guevara en Bolivia en octubre de 1967 se convierte en un ejemplo que había de abrir conciencias y atraer a más combatientes. No es de desdeñar el papel jugado por los cambios operados en el seno de la Iglesia católica a raíz del Concilio Vaticano II y el impulso a la llamada teología de la liberación. En 1968 Paulo Freire redacta su libro “Pedagogía del oprimido”, que es la carta de nacimiento de la educación popular y el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez pronuncia una conferencia titulada “Hacia una teología de la liberación”, con la que nace esta corriente religiosa. En el terreno del pensamiento crítico, son los años de elaboración y difusión de la teoría marxista de la dependencia por los brasileños Ruy Mauro Marini y Theotonio dos Santos, y de la formulación de la teoría de marginalidad por Aníbal Quijano, José Nun y Miguel Murmis.
En toda la América Latina, la lucha de los estudiantes no es sino la faz más visible del descontento de las clases medias y populares. Las protestas obrero-campesinas tenían como base el tema de la distribución de la tierra y las supresiones de algunos beneficios de que disponían los obreros industriales. La rebelión estudiantil expresaba el descontento de las clases medias y urbanas empobrecidas.
En México, los movimientos estudiantiles de 1968 fueron el punto de llegada de más de una década de cambios sociales particulares en México que fueron confluyendo con las movilizaciones internacionales. Fue una vorágine de movilizaciones en respuesta a las formas culturales e institucionales vigentes en las cuales además de estudiantes universitarios, escuelas preparatorias y profesionales, se unieron profesores, obreros, amas de casa, sindicatos e intelectuales tanto de la Ciudad de México como del interior de la república (8).
En un momento culminante de las protestas sociales, el 2 de octubre de 1968, en México capital, en la Plaza de las Tres Culturas se produjo una matanza de más de 300 personas que representó el cénit de las detenciones masivas, arbitrarias e ilegales que se realizaron durante los meses anteriores, y por la planificación detallada de una masacre cometida por el Ejército Mexicano y el grupo paramilitar Batallón Olimpia, creado para garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos, integrado por más de mil quinientos elementos de diferentes instituciones policiales y militares que se infiltraron vestidos de civiles en Tlatelolco (9).
En Chile, se estaba en vísperas de la campaña electoral que llevaría en 1970 a la victoria del candidato de la Unidad Popular, Allende. Ya en 1967, año de la Reforma Universitaria, el 11 de agosto amaneció con un lienzo en el frontis de la Casa central de la Universidad en el que se leía «El Mercurio miente» en una gran campaña de denuncia del papel que jugaban los medios de comunicación.
En Argentina, partir de 1964, la CGT aumentó su combatividad ocupando fábricas. El 15 marzo 1969, los estudiantes ocuparon las calles de Corrientes, donde uno de ellos fue asesinado por la policía. En Rosario, un joven obrero y un estudiante murieron de los tiros de la policía lo que provocó el alzamiento de la población. Tras la supresión de varios beneficios de los que gozaban los obreros cordobeses, el 15 de mayo, la población de Córdoba se enfrentó a la policía en una multitudinaria protesta que al día siguiente se transformó en huelga general. El 29 y 30 de mayo ocurrió el Cordobazo: obreros y estudiantes ocuparon el centro de la ciudad.
En Colombia, el enfrentamiento armado estaba ya consolidado y la muerte en combate del sacerdote Camilo Torres Restrepo, en febrero de 1966, atrajo a números integrantes hacia las distintas guerrillas. Al mismo tiempo una parte importante del campesinado de apartó de la tutela del Gobierno reformista de Lleras. En una clara ruptura con los terratenientes y también con el Gobierno que intentaba conciliar intereses antagónicos, se ocuparon 645 fincas de grandes propietarios durante 1970.
En Uruguay, en los cinco meses que transcurrieron entre la marcha del 1 de Mayo del 68 y la clausura de los cursos en la Universidad de la República, la Universidad del Trabajo y los colegios secundarios, decretada por Jorge Pacheco Areco el domingo de 22 setiembre, se produjeron: 56 huelgas, 40 ocupaciones, 220 manifestaciones y 433 atentados con cócteles Molotov, según cifras aportadas por Jorge Landinelli en su libro ‘1968: la revuelta estudiantil’. En mayo había 10 liceos ocupados, dos cerrados por huelga, tres cerrados por el Gobierno para evitar ocupaciones y los enfrentamientos con la policía eran casi diarios. En julio el Gobierno decretó la militarización de los funcionarios estatales de electricidad, agua, petróleo y telecomunicaciones que estaban en huelga y se produjo una confluencia entre obreros y estudiantes.
Este, a grandes rasgos es el panorama del “mundo occidental” periférico donde ya se avecinaba lo que posteriormente se denominó la “crisis del petróleo” de 1975. En octubre de 1973, los países árabes decidieron bloquear sus exportaciones de crudo a aquellos países que habían apoyado a Israel en la llamada guerra del Yom Kipur, que había tenido lugar en ese mismo mes. Esta estrategia, unida a un control de la producción, hizo subir el precio del petróleo de una forma espectacular a lo largo de los meses siguientes. Si antes del conflicto un barril valía, aproximadamente, 1,65 dólares, en 1974 el mismo barril cotizaba por encima de los 9 dólares. Este aumento, y los desequilibrios que la economía norteamericana y europea venían arrastrando, desataron una grave crisis económica caracterizada por la existencia simultánea de estancamiento e inflación. Aunque el embargo petrolero sólo duró seis meses, con el fin de hacer frente al fenómeno inflacionista se desencadenó una epidemia de alzas de tasas de interés de los bancos centrales que encareció los créditos, provocó una reducción en el crecimiento económico y aumentó el desempleo en Occidente.
Con respecto a España, un detallado análisis del papel de la Trilateral en la denominada transición, fue publicado por Aquilino González Neira en 1983 en el monográfico nº 17 de “España Crítica” con el nombre de. “El supergobierno del mundo. La Trilateral manda en España”.
Las crisis económicas, no son por sí mismas suficientes para que el capitalismo se derrumbe. La mortalidad del sistema no vendrá impuesta por las fuerzas derivadas de sus crisis. Hay que tener en cuenta la capacidad de respuesta que exhibe el capitalismo, con su aptitud y su disposición –varias veces demostradas- de captar la enseñanza de sus reveses y percances, para así perfeccionar su estrategia de conservación aplicando diversas soluciones a problemas derivados de su esencia y funcionamiento.
“De acuerdo con una estrategia fundada en la asimetría que exhibe el propio sistema globalmente: las tendencias de las crisis en las economías centrales son resarcidas o atenuadas por las contratendencias de las crisis exportadas a las economías periféricas, según los movimientos de un intercambio desigual cuyo balance favorece siempre a las economías del polo dominante” (10).
La Trilateral en marcha
En este contexto, es cuando la Trilateral publica el informe aludido “La crisis de la democracia” fruto de un escrupuloso análisis de la situación mundial, aunque en él no se hace mención a ninguno de los conflictos en Asia (con la excepción de Japón), en América Latina o en África. Lo cual no significa que no se hayan analizado al detalle, pero la diferencia estriba en que las soluciones para dichos entornos geopolíticos serían estrictamente militares (golpes de estado, dictaduras sangrientas, fraudes electorales, etc.) y en el centro del sistema las soluciones irían encaminadas en primer lugar a la cooptación de los movimientos sociales, cambios legislativos, acaparamiento de los medios de comunicación y grandes modificaciones en los sistemas educativos. Todo ello mediante una mezcla de represión y tolerancia.
El gran cambio económico, político, cultural y militar a partir de la ola conservadora mundial en los años 80, personificada por Margaret Tatcher y Ronald Reagan fué el primer resultado de la aplicación de las conclusiones del Informe de la Trilateral, el cual podemos aventurar que es plenamente vigente aunque haya mutado a instituciones como el Foro Económico Mundial, G-7, Open Society, Fundaciones multinacionales y por lo que hemos vivido este año pasado podríamos incorporar también la OMS.
¿Hoy, está preocupado el capital?
Fruto de la experiencia pasada en la década de los 60 del siglo pasado, por la cual tuvo que realizar un diagnóstico a posteriori para establecer un nuevo tipo de contrato social, de dramáticas consecuencias para la mayoría de la humanidad, en la actualidad el diagnóstico y las medidas derivadas del mismo, se ha realizado con anterioridad a la posibilidad, aunque remota, de estallidos sociales a nivel mundial.
Los diseños y metamorfosis realizados a partir de la década de los 80 al poner en práctica un nuevo patrón tecnológico basado en la aplicación microelectrónica al proceso industrial y de servicios, lo que denominaron tercera revolución industrial, estuvieron acompañados de un amplio despliegue de promesas para todos los gustos. Para limpiar la conciencia de la clase media, el invento, la creación y financiación de las llamadas organizaciones no gubernamentales a través de las cuales enrolaron a los hijos de la clase media que, sin agobiantes problemas económicos podían “ser solidarios” con los pobres de la tierra. Reflexión que llevó a cabo Gustau Nerín en el libro “Blanco bueno busca negro pobre”.
Como medida preventiva, analizados los antecedentes de la década de los 60, en los cuales la reivindicación de libertad sexual, que rompía con los moldes de una sociedad caracterizada por el puritanismo y que establecía un paralelismo entre libertad sexual y libertad política y económica, en los años 80 otra creación de alcance mundial fragmentaba las posibles derivas comunicativas entre las personas: el sida, que mediante una campaña propagandística mundial sin precedentes, se alentaba al individualismo, al recelo hacia los semejantes, se propagaba el miedo, diariamente aparecían en las cabeceras de los noticiarios los muertos, los infectados, las fotos espeluznantes, la mayoría falsas, pero con un consenso global ante un supuesto virus del cual hasta hoy, están buscando su cadena proteínica.
Una gran ofensiva de desmembramiento de algunos sindicatos algo rebeldes, y la cooptación de los mismos en otros países a base de suculentas subvenciones a cambio de no entorpecer el proceso de cambio de patrón tecnológico. La privatización de lo público, unos cambios radicales en los contratos de trabajo y las llamadas deslocalizaciones de las industrias hacia países con muy bajos salarios y nula sindicación.
Toda esta maraña encubrió las llamadas reestructuraciones industriales con el cierre de miles de empresas y millones de asalariados enviados al desempleo.
Hoy, en la segunda década del siglo XXI, el capital está inmerso en una nueva remodelación a nivel global para mantener su tasa de ganancia. Lo que denominan cuarta revolución industrial, basada en las nuevas tecnologías de la comunicación, la inteligencia artificial, la robótica, el trabajo a distancia o a domicilio, con unas consecuencias sobre los asalariados similares o peores a las de los años 80.
También, se han puesto en práctica un manojo de medidas de índole diversa para imponer un nuevo contrato social que acepte, sin más, los futuros cambios. Dentro de estas medidas, tal vez la de más calado, ha sido el experimento a nivel mundial de aislamientos y reclusiones, prohibición de reuniones, de manifestaciones, de movilidad… utilizando a semejanza de los años 80 un peligro invisible atribuido a la maldad de un virus, como el VIH-SIDA.
Así como en los años 80 los paladines y cabezas visibles de los cambios estructurales fueron los dirigentes políticos, ya en el año 2008, primera fase de la nueva debacle, aparecieron los “expertos” en economía quienes al estilo de los antiguos adivinos auguraban desdichas para muchos y alegrías para unos pocos. Estos expertos nos hablaban de crisis, de desequilibrios financieros, de déficit, etc., y el gran velo que pretendía ocultar todo el entramado despótico del capital lo caracterizaron culpabilizando a la banca por sus malos hábitos. Pero cada vez el discurso era menos creíble y daba la impresión en ciertos momentos que podrían producirse revueltas ocasionadas por los cientos de miles de desahuciados de sus casas. Los “expertos” económicos caían en desgracia a los ojos de las poblaciones.
¿Qué hacer?
Los políticos cada vez más deslegitimizados, los dirigentes sindicales comiendo de la mano de la patronal, los “expertos” en economía desautorizados, la aparición de formaciones de extrema derecha en multitud de países, y una “izquierda” con la mirada puesta solamente en los espectáculos electorales.
Espectáculos a los que cada vez asiste menos público, un pequeño ejemplo de ello han sido las recientes elecciones al Parlament de Catalunya del 2021 en las cuales la suma de la abstención, el voto nulo y el voto en blanco ha supuesto el 50,98% del electorado. ¡Mayoría absoluta! Pero no es privativo de Catalunya puesto que es una tendencia que se generaliza en Europa a excepción de los cinco países que tienen el voto obligatorio. Da lo mismo, las butacas se mantienen en el mismo número y con el mismo estipendio, aunque solo se depositara un solo voto.
“Las dos razones principales para no votar en las últimas elecciones de la UE, observadas a nivel de la Unión, son la falta de confianza en la política o el descontento con la política en general” (11).
“El fenómeno de la creciente abstención existe desde hace varias décadas y atañe en cierta medida a todas las elecciones. Hasta 1979, en Italia, la afluencia de los electores a las urnas superaba el 90%. Desde entonces ha empezado a bajar y nunca ha dejado de disminuir: en los últimos comicios europeos, solo el 57% acudió a las urnas. Excluyendo las elecciones locales, uno de los datos más bajos fue el de las elecciones regionales en Emilia Romaña, en las que solo el 38% votó. La decisión de no ir a votar si se convierte en una decisión generalizada termina por perjudicar la legitimidad de las instituciones democráticas y de los partidos políticos, y favorece una evolución hacia modelos no siempre liberales. En 2019,según el Eurobarómetro, el organismo de la Comisión Europea que mide y analiza las tendencias de la opinión pública, la confianza de los ciudadanos en las instituciones es baja en toda Europa: desde hace unos diez años, menos de la mitad de la población europea confía en las instituciones políticas de su país” (12).
Si los políticos están cada vez más desautorizados, si los “expertos” económicos han demostrado sobradamente que sus recetas conducen a una depauperación de amplias capas de la población, si las Iglesias, semivacías, no tienen la potestad de condenar al infierno a los herejes, y el recurso a la represión pura y dura puede hacer decaer todavía más el desencanto en las instituciones, los cerebros pensantes han encumbrado a otro tipo de expertos: “los científicos” que junto a los filántropos se han erigido en una nueva élite aparentemente alejada de los “políticos” y de los “economistas”.
Con la mirada puesta en el próximo decenio, han articulado, al igual que hicieron a partir de las revueltas de 1968, unas nuevas modalidades de acción política encabezadas por los correveidiles del gran capital mundial que se caracteriza en estos momentos en el conglomerado cibernético, el químico-farmacéutico y la industria militar. Como novedad en esta estrategia del capital han hecho aparecer a los directivos de la Organización Mundial de la Salud como los nuevos salvadores de la humanidad mediante una campaña de terror, que ha sido puesta en tela de juicio por miles de científicos de todo el mundo (13).
Y bajo la cobertura de los nuevos “expertos” están transformando el tejido productivo, la concepción de la ciencia, las relaciones sociales, la cultura, la educación, en un nuevo intento de sumir a la población mundial en un estado de pánico, ante el cual se intenta que acepten los grandes cambios tecnológicos previstos.
La crisis de la democracia de la Comisión Trilateral debe ser interpretada como el suplemento ideológico del ataque neoliberal de los años 80. Y dentro de este suplemento cabe destacar la necesidad del capitalismo de estructurar una metamorfosis cultural.
Como parte de la cultura, la representación del planeta, desde el siglo XVI a través de la cartografía de Mercator, realizada desde el “primer mundo”, ha representado en el subconsciente una visión del mundo en la cual el llamado norte es enorme frente a un sur decrépito. Cuando los mapamundis más populares están deformados, nuestra visión del mundo está falseada. Falsedades que se utilizan sistematicamente en cualquier ámbito de la comunicación de masas. Que ahora podemos establecer un paralelismo con la divulgación gráfica y de datos respecto de los motivos de la pandemia y del “descalabro mundial”, empezando por la reproducción caricaturesca de un patógeno, que se ha nombrado SARS-Cov-2 o Covid-19, que se divulgaban como la expresión “del mal”, cual “demonio medieval”, con reiteradas reproducciones y atribuciones carentes de rigor científico, sin plantear ni la realidad de su origen, ni mucho menos las causas reales de donde se pueden establecer el por qué de la patología que está afectando a determinados sectores de la población, en especial de los paises predominantemente “ricos”.
Patógeno, que para mantener dichas inconcreciones, los van caracterizando como un “ser mutante”, renombrándolo con apellidos de variantes, que si la Británica, Brasileña, Sudafricana, Californiana, Británica-2, etc., en un relato novelesco sobre “enemigos autoreplicantes”, con explicaciones oficiales carentes de rigor, cuando no de pura mentira, escondiendo la evidencia respecto de lo que es la tradicional modificación o mutación de los organismos microscópicos y silenciando otros factores tóxicos, ambientales o de forma de vida que también intervienen en la generación de patologías en la salud humana.
Pero todo ello sirve en pro de mantener el pánico ante el depredador invisible, símil alienígena, con el único propósito de extender un estado de terror social y así sumir a la población no solo en el desconcierto, sino en una alienación que lo desactive socialmente.
Si solamente nos paramos a mirar un árbol podemos perder de vista el bosque
Así está ocurriendo con la dichosa pandemia, nuestros ojos enfocan y ven cifras: de fallecidos, de infectados, de vacunados, de desempleados, de prestaciones económicas, de aumento de la pobreza, de cierres de entidades productivas, de número de alumnos por aula, de presupuestos en la enseñanza, de número de maestros, de cantidad de sanitarios, de presupuestos de sanidad…, cifras, cifras, cifras, pero alrededor hay todo un bosque de cambios que quedan difuminados, o aparentemente sin relación alguna con las cifras.
De la misma manera que la operación pandemia se ha organizado desde mucho antes de la fecha de su proclamación pública, otros aspectos, relacionados con el cambio cultural necesario para el capital en esta nueva “gran transformación”, parafraseando a Polanyi, también se han ido organizado en los últimos años grandes cambios culturales, insertados mediante grandes campañas publicitarias y avalados por “expertos” de todas las disciplinas provenientes del mundillo académico subvencionado. A su lado la confección de figuras “mediáticas” de corte popular para que el mensaje llegara a un amplio abanico social.
“Conforme se intensifiquen las incomodidades, el orden social se hará más problemático y aumentará el peligro de que los líderes políticos busquen distraer el descontento con chivos expiatorios internos o externos”. Así lo anuncia Fred Block en la introducción del libro de Polanyi La Gran Transformación (2ª reimpresión. Fondo de cultura económica. 2011) Lo cual ha sido tenido en cuenta por los diseñadores de la “nueva normalidad” que nos anuncian. Según Milton Friedman, sólo una crisis produce un verdadero cambio. Cuando esta ocurre, “las acciones para la reconstrucción dependen de un conjunto de ideas pre-elaboradas en el ámbito político-cultural” (14).
“En la clandestinidad de la vida social nacen nuevas aspiraciones, visiones de la sociedad deseable; el pensamiento alternativo propone una solución totalmente diferente: Estas fuerzas de la negación y de la esperanza son inciertas y confusas, heterogéneas y variables. Pero estas fuerzas son la vida que nace… hay que poner en duda la actitud general que progreso y desarrollo deban medirse con índices tecnológicos y económicos que están muy alejados del contexto humano y social.” (15). Estas reflexiones de Suchodolski nos invitan a pensar sobre los temas culturales tanto en lo referente a la ética como a la educación, las relaciones personales, los entornos sociales y la relación con la naturaleza.
Para Gramsci, el proyecto educativo debe tener como principio fundamental educar a la persona integral para que sea capaz de comprender, aceptar o criticar la política, la cultura y la sociedad. No la concepción de educar a las masas como especialistas, tecnócratas y demás expertos profesionales. Teniendo este concepto como referencia, debemos acordarnos del Plan Bolonia de 1999 que precisamente reemplaza el conocimiento integral por una amorfa especialidad fragmentada. La Declaración de Bolonia, de 1999 y la Estrategia de Lisboa de 2001 formó parte de la negociación en el seno de OMC del Acuerdo General de Comercio y Servicios iniciada y en dicho acuerdo la educación universitaria pasa a ser uno de dichos “servicios”.
“En 2003 la Comisión Europea financió y publicó un documento que se denominó “Tuning Educational Structures”, que traduce afinación o sincronización de las estructuras educativas, donde se afirma que los empleadores dentro y fuera de Europa exigirán información confiable sobre lo que significa en la práctica una capacitación o un título determinado. Antes de publicar el informe se llevó a cabo un cuestionario para seleccionar 85 competencias consideradas pertinentes por compañías privadas e instituciones de educación superior. Participaron en el estudio 150 graduados, 30 empleadores y 15 académicos, todos ellos vinculados con los gobiernos y las grandes compañías, y comienza a hablarse de la necesidad de adquirir “competencias”, dejando en un segundo plano los contenidos sustantivos propios de cada materia. Con base en estas competencias demandadas por el empresariado, se establecieron los actuales “estándares educativos” (16).
Del mismo modo que se ha exacerbado la individualidad y la competencia en todos los órdenes educativos, a nivel social la cultura del individualismo ha penetrado con asimismo con fuerza. Daniel Bernabé ha realizado una radiografía en su libro La trampa de la Diversidad en el cual Pascual Serrano en la presentación dice: “Debemos dar una respuesta urgente a estas preguntas, si no queremos que la fuerza de lo colectivo se acabe diluyendo en el irremediable individualismo de lo identitario… Ya no se busca un gran relato que una a personas diferentes en un objetivo común, sino exagerar nuestras especificidades para colmar la angustia de un presente sin identidad de clase…”
Paralelamente cabe situar todo el entramado de deshumanización, la teoría de los “transhumanistas” en la cual la reproducción de la sociedad ya no debe ser el fruto afectivo de la relación entre dos personas de distinto sexo, sino prodigando una serie de variantes en las cuales “la ciencia” interviene en los cuerpos humanos femeninos para convertirlos en máquinas reproductoras, que al igual que en el trabajo asalariado, el fruto de su trabajo es alienado y puesto a la venta en supermercados de criaturas, para aquellas personas que dispongan de recursos suficientes para comprarlos. Dichas personas-máquinas reproductoras no son miembros de la clase dominante y sus acólitos, sino el proletariado femenino mundial. La edición de criaturas con características al gusto del comprador, óvulos fecundados insertados en úteros de mujeres proletarias para proveer de sucesores a las clases dominantes y la posibilidad de edición de fetos con características de sumisión para mantener un proletariado dócil.
Todo esto es posible hoy, no solamente posible, sino ya experimentado y laureado con el premio Nobel de química 2020.
Y alrededor de esta nueva Gran Transformación, el discurso ecológico acuñado por las grandes corporaciones forma parte del entramado cultural con sus discursos, miedos, pronósticos catastróficos y figuras mediáticas a su servicio como la de Greta Thunberg paseándola por las catedrales políticas del mundo y a imagen y semejanza del flautista de Hamelin arrastrando tras de sí miles de adolescentes de todo el mundo.
Los grandes contaminantes mundiales pertenecen al complejo químico-farmacéutico-militar, así como la industria automovilística de consumo individual y la industria textil. Unos 80.000 millones anuales de prendas de ropa impulsados por la cultura del “fast-fashion”, el cual consiste en una producción y consumo masivo de ropa en un tiempo reducido. Este sector produce el 20% de las aguas residuales mundiales y el 10% de las emisiones globales de carbono. Pero no aparece en perspectiva la reducción del consumo ni militar, ni químico-farmacéutico, ni automovilístico individual, ni textil, ni energético. ¿De qué se trata pues?
Ekai Journal se hace una pregunta: ¿la transición ecológica es progresista o reaccionaria? “La financiarización de la actividad económica, la dificultad de rentabilizar las inversiones productivas, el contexto geopolítico, han llevado a la oligarquía financiera occidental a una apuesta creciente por los modelos neomalthusianos ya anunciados en los años 70 por el Club de Roma, el informe Kissinger y el informe Rockefeller. Estos modelos apuntan a una apuesta de las grandes corporaciones por asegurar el control político de Occidente en un contexto de decrecimiento económico y a una búsqueda de la rentabilidad a través de la transferencia de fondos públicos hacia sectores de actividad específicos, como el de las energías renovables” (17), fondos que irán a compensar la caída de la tasa de ganancia de las grandes corporaciones.
La Comisión Europea de Ursula von der Leyen presentó en diciembre de 2019 el denominado “Pacto Verde Europeo”, y el 14 de enero de 2020 la Comisión completó esa iniciativa con un plan de financiación que busca movilizar un billón de euros de fondos públicos durante la próxima década (18).
Y próximamente en la puerta de las oficinas de empleo aparecerá un letrero que dirá: “Los que entráis aquí, perded toda esperanza” (Advertencia escrita en el umbral de la puerta de “El Infierno”, en La Divina Comedia de Dante Alighieri).