«China y sus aliados están innegablemente en su derecho a querer poner fin a la política colonial occidental. Desde esta perspectiva, defienden no solo sus propios intereses económicos fundamentales que requieren la extensión segura de su esfera de influencia, sino también las legítimas aspiraciones de muchos pueblos de vivir libres de esta espada de Damocles. En esta etapa actual de la historia del desarrollo del capitalismo, China representa, ciertamente, un progreso hacia el desarrollo para muchos países que, durante tanto tiempo, se han mantenido en el más completo atraso económico y en la miseria debido a Occidente, que encarna la reacción… ¡con tintes coloniales y proteccionistas muy pronunciados!». (Vincent Gouysse; China «comunista»: mitos y hechos principales, ¡de Mao a Xi, 2020)
¿Han leído bien? ¡China defiende «las legítimas aspiraciones de muchos pueblos de vivir libres»! El Sr. Gouysse apela a lo mismo que todos los adeptos al «socialismo del siglo XXI». Estos, cuando hablan de la más que discutible política exterior de Cuba, Venezuela o Bolivia, sostienen que, bueno, es cierto, sus «crecientes vínculos» con Rusia o China indican una clara dependencia, ¡pero al menos «entorpecen» la hegemonía estadounidense! Así es cómo el oportunismo presenta que el cambiar de potencia imperialista es un gran «progreso» y «desarrollo» histórico. ¡Aquí quién no se contenta es porque no quiere!
Aunque las posiciones de las que parte Vincent Gouysse sean distintas a las del ya fallecido Fidel Castro, los postulados del francés, como los del cubano, apuestan por lanzar a los pueblos del mundo a los brazos del imperialismo:
«Hoy es posible la sólida alianza entre los pueblos de la Federación Rusa y el Estado de más rápido avance económico del mundo: la República Popular China; ambos países con su estrecha cooperación, su avanzada ciencia y sus poderosos ejércitos y valientes soldados constituyen un escudo poderoso de la paz y la seguridad mundial, a fin de que la vida de nuestra especie pueda preservarse». (Fidel Castro; Artículo: Nuestro derecho a ser Marxistas-Leninistas, 8 de mayo de 2015)
He aquí las palabras de Fidel Castro, el gran menchevique del siglo XXI, el heredero de las causas imperialistas de Kautsky, que desea atar a los pueblos al carro del imperialismo con bonitas y vacías consignas:
«Kautsky, al aprobar la política de los mencheviques, aprueba que se engañe al pueblo, aprueba el papel de los pequeños burgueses, que para servir al capital embaucan a los obreros y los atan al carro del imperialismo. Kautsky mantiene una política típicamente pequeño burguesa, filistea, imaginándose –e inculcando a las masas esa idea absurda– que con lanzar una consigna cambian las cosas. (…) El proletariado lucha para derribar a la burguesía imperialista mediante la revolución; la pequeña burguesía propugna el «perfeccionamiento» reformista del imperialismo, la adaptación a él, sometiéndose a él». (Vladimir Ilich Uliánov; La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)
Con el acontecimiento del 70 aniversario de la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi, Fidel Castro intenta identificar el mismo cariño de los pueblos por la Unión Soviética socialista, la patria de todos los proletarios y la defensora de la paz y de la causa de los pueblos oprimidos, con la Rusia y China actuales, intentando cultivar un mismo sentimiento que nunca arraigará, pues los pueblos no son necios. ¡Castro recomienda a los pueblos unirse con el imperialismo ruso y chino, como si fueran países socialistas e internacionalistas, ocultando no solo las relaciones de producción capitalistas de estos países, sino el alto grado de desarrollo de las mismas que los constituye como potencias imperialistas!
¿Y por qué nos sorprendemos? ¿Por qué Castro no iba a aprovechar esta ocasión para hacer lo que ya lleva haciendo décadas?
¿Quién no ha oído hablar a Castro de los beneficios que pueden obtener los pueblos de entenderse con la Rusia imperialista de Putin, a la que no considera ni mucho menos como un país imperialista, sino como garante de los intereses de Cuba y del mundo?:
«Los reaccionarios la utilizaron para calificar tanto a Marx, como a Lenin, de teóricos, sin tomar para nada en cuenta que sus utopías inspiraron a Rusia y a China, los dos países llamados a encabezar un mundo nuevo que permitiría la supervivencia humana si el imperialismo no desata antes una criminal y exterminadora guerra. (…) El aporte que Rusia y China pueden hacer en la ciencia, la tecnología y el desarrollo económico de Suramérica y el Caribe es decisivo». (Fidel Castro; Es hora de conocer un poco más la realidad, 21 de julio de 2014)
Cuando habla de la posibilidad de nuevas guerras, el dirigente cubano comenta que existen dos bloques más o menos diferenciados entre sí –Rusia y China de una parte, y Estados Unidos y la Unión Europea de la otra–, ambos con sus respectivos países lacayos y aliados… pero no es verdad lo que quiere hacernos creer sobre que solo uno de los bloques imperialistas –el estadounidense– supone una amenaza para los pueblos, su independencia estatal, su soberanía económica y para la paz mundial. Los países líderes de estos bloques no albergan contradicciones insalvables propias de un bloque imperialista y otro antiimperialista, sino que sus enfrentamientos son el fruto de contradicciones interimperialistas entre bloques imperialistas competidores que, del mismo que pueden competir entre sí hasta la aniquilación, llegan a acuerdos para oprimir a terceros países o al proletariado nativo. La victoria de uno u otro no supone ningún progreso social significativo ni duradero, puesto que lo único que consiguen con su triunfo es reproducir las condiciones de existencia del capitalismo en su fase imperialista. La única forma de progreso, de solución de las contradicciones inherentes a nuestra época, es la revolución proletaria, socialista y, por ello, antiimperialista.
Aunque, como decimos, el líder cubano nunca ha demostrado tener los conocimientos teóricos suficientes para saber discernir tal cuestión. En el pasado siglo, Fidel Castro fue el gramófono del socialimperialismo soviético –al que estaba ligado económicamente– cuando éste se encontraba en pugna contra el otro bloque imperialista, liderado por los Estados Unidos; y ahora lo es de los países imperialistas occidentales a los que está atado igualmente. No deberíamos molestarnos en averiguar si Castro es realmente consciente del carácter imperialista de los países a los que hace propaganda; nos basta con que cometa tal felonía.
Algunos, a estas alturas de la película, todavía no parecen haberse dado cuenta de que, como demuestra la historia, los pueblos no pueden apoyarse en las potencias imperialistas para su emancipación social. Pero, claro, ¡esto es complicado cuando el sujeto no sabe ni siquiera identificar a los imperialismos de su época llegando, incluso, atisbar conatos de socialismo en dichos países imperialistas! Realmente, los castristas y aquellos que apoyan esta línea convierten su postura política en una tragicomedia.
El mensaje de los revisionistas cubanos supone una arenga al proletariado mundial para que confíe el mantenimiento de la paz en las clases burguesas de los países imperialistas competidores del imperialismo estadounidense; es decir, Rusia y China. Algo erróneo a todas luces, pues:
«Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras». (Vladimir Ilich Uliánov; El programa militar de la revolución proletaria, 1916)
Sin duda, hay un abismo entre el leninismo y el castrismo». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica a la última broma de Fidel Castro en el 70 aniversario de la victoria soviética sobre el fascismo, 2015)
Como curiosidad debe anotarse que estas relaciones sino-cubanas no han variado desde 2015, en todo caso, se han ido profundizando. Hace no mucho, los medios chinos informaban cómo el gobierno de Cuba, agradeciéndole a China los «servicios prestados», difundiría la ideología del «camarada Xi Jinping» en la isla:
«Hace tres días, el diario oficial «Granma» destacó «el interés de los lectores cubanos por los volúmenes que reúnen textos de Xi Jinping», lo que «refleja la avidez por conocer el pensamiento y la gestión del máximo líder político de la República Popular China». (Xinhua; ESPECIAL: Cuba publicará textos del presidente chino, Xi Jinping, 12 de febrero de 2018)
Retomando el hilo principal, el Sr. Gouysse, también podríamos anotar que sus actuales argumentos no son muy diferentes a los del revisionista Atilio Borón, líder y heredero político de Codovilla en el Partido Comunista de Argentina (PCA), el cual ha llegado con toda desfachatez a saludar el «gran progreso» que supone para los pueblos latinoamericanos los regímenes del «socialismo del siglo XXI», así como también rehabilitar el trotskismo en sus filas para combatir el «antiguo dogmatismo». ¡Todo un espectáculo! Por si nuestro querido lector no lo sabe, actualmente, el PCA es el furgón de cola del peronismo en la Argentina –hoy representado bajo el kirchnerismo–. Este ideólogo también difunde la idea de que el único imperialismo que hay es el estadounidense, el resto serían buenos y válidos contrapesos para las luchas de los pueblos:
«La emergencia de actores cada vez más poderosos en la estructura internacional –la irrupción de China, el retorno de Rusia, el lento pero irreversible ingreso de la India, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y los BRICS, para señalar apenas los más importantes– está dando lugar a un naciente multipolarismo que si bien no puede ser caracterizado como intrínsecamente antiimperialista modifican, a favor de los pueblos, las condiciones objetivas bajo las cuales se libran las luchas por la democracia, la justicia y los derechos humanos en la periferia con independencia de los rasgos definitorios de los regímenes políticos imperantes en China, Rusia, la India o cualquier otro actor involucrado. (…) [Existe] un grave error desgraciadamente muy extendido en el campo de las izquierdas: habla de «los imperialismos», así, en plural. Pero el imperialismo es uno sólo; no hay dos o tres o cuatro. Es un sistema mundial que, desafortunadamente, cubre todo el planeta. Y ese sistema tiene un centro, una potencia integradora única e irreemplazable: Estados Unidos. Tiene el mayor arsenal de armas de destrucción masiva; controla desde Wall Street la hipertrofiada circulación financiera internacional». (Atilio A. Boron; Las izquierdas en la crisis del imperio, 2016)
Las declaraciones de Castro, Borón o Gouysse solo las pueden realizar las gentes que o bien desconocen la dinámica del capitalismo, o que, pese a ser conocedores de su esencia, se pliegan a propagar ilusiones cándidas, sea por pragmatismo, sea por derrotismo.
Hace ya más de medio siglo, la fina pluma de Joan Comorera registró el desarrollo del capitalismo cuando alcanza la etapa monopolista, explicando las contradicciones indisolubles que nacen entre los países imperialistas:
«El capitalismo monopolista, sin embargo, no es un todo homogéneo, nunca podrá serlo. Es un mosaico de potentes núcleos rivales. En las pausas de una batalla carnicera, llegan a veces, a entendimientos parciales, provisionales, algunos grupos o grupos en oposición a otros, para el repartimiento de ciertos mercados o zonas de influencia. Pero no han conseguido, ni conseguirán, constituir un bloque monolítico mundial. Así cada grupo monopolista no aspira al entendimiento, sino a la aniquilación del grupo contrario, no quiere coparticipar en el dominio del mundo, de sus riquezas, sino aplastar a sus competidores, queriendo devenir como el único explotador, el super-trust mundial. Corroído por las indisolubles contradicciones internas, el capitalismo monopolista se divide en imperialismos mortalmente enemigos, en imperialismos de una total ferocidad que alinean a los pueblos en bandos contrarios, que envenenan la opinión pública de un pueblo contra el otro, que agravan la miserias y la pauperización universales, que agobian la vida de los hombres con armas y ejércitos de agresión, que transforman el Estado en distribuidor de dividendos y en agente policiaco, que imponen a la humanidad la crisis económica permanente, que provocan los choques armados con veces características diferentes a las proyectadas previamente. La inevitable división, la guerra permanente, entre los grupos monopolistas no garantizan la soberanía de las naciones, las cuales se disputan encarnizadamente. Por el contrario, cuanto más violenta es la lucha entre monopolistas, mayor es la esclavitud que deviene a las naciones». (Joan Comorera; La nación en una nueva etapa histórica, 1944)
De igual forma, un antiguo revolucionario francés nos advertía con todo el peso de la razón:
«El tercermundismo es la ideología de la burguesía nacional de los países dependientes y de los valientes desvergonzados del imperialismo, que busca cambiar la dependencia colonial política y económica mantenida antaño por el yugo militar del imperialismo por una dependencia económica y, con ello, intentar engañar a los pueblos. No es por otra parte cosa del azar que el «no alineamiento» esté tan de moda tanto entre los pequeño burgueses de los países dependientes como en los pequeño burgueses de las metrópolis imperialistas». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
¡Estamos totalmente de acuerdo con el Sr. Gouysse de 2007!
«Entre los revisionistas basta con proclamar algo para que crean que es cierto. (…) Por tanto, cualquier marxista debe tener cuidado antes de emitir un juicio, debido a la desinformación doble en que incurre: por un lado, la difamación del socialismo marxista y, por otro lado, el embellecimiento de la socialdemocracia bajo la apariencia de «socialismo». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Hoy ocurre algo similar con las declaraciones del escritor galo, puesto que, aunque su yo del presente reconoce a China como país capitalista de tipo imperialista, también afirma que, pese a todo, este constituye un «progreso histórico» y mantiene una dominación «pacífica» de terceros países. Véase el capítulo: «¿Qué es eso de un «imperialismo pacífico»?» de 2021.
Cualquiera que afirme estas aberraciones solo demostraría estar desinformando o manipulando. Pero, en su caso, somos conscientes que no podemos hablar de ignorancia sino de una traición con premeditación y alevosía. Además, parece no darse cuenta que mediante esta relativización sobre el carácter y las intenciones de la dirección china contribuye a la confusión de las masas, aquellas que identificarán erradamente su política imperialista y agresiva de Pekín con la política de un país socialista.
Por último, debemos aclarar que cuando Gouysse defiende a China, cuando en 2020 afirmó que «el libre comercio tiene por efecto empujar las contradicciones internas del capitalismo a su paroxismo, apresurando así la revolución social», solo está repitiendo un dogma, aquel de «cuanto más libre comercio, más se hundirá el capitalismo». Véase el capítulo: «¿Lucha de clases o lucha entre proteccionismo y librecambismo?» de 2021.
Bien, ¿y quién puede afirmar algo así? Desde luego no un marxista, siendo benévolos se trataría del clásico «militante de la izquierda» que no se ha molestado en coger un libro de economía en su vida; en el peor de los casos, estaríamos ante el clásico demagogo revisionista vendehúmos, aquel que hace cálculos exagerados para garantizar a los suyos el triunfo inexorable de la «causa».
Algunas de estas concepciones de Gouysse parten de la hipérbole relativa a la ponderación de las crisis capitalistas presente durante largas décadas. En 2007 aseguraba:
«Hoy, es el sistema mundial imperialista en su conjunto el que se está arruinando: en los países que albergan a la inmensa mayoría de la población del planeta existen las condiciones revolucionarias objetivas y subjetivas más favorables: una poderosa base industrial y diverso, un gran proletariado industrial, un nivel cultural relativamente alto». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
En este sentido, sus tesis no se diferencian de lo que, incansablemente, profetizan los revisionistas día y noche: el inminente colapso de los países imperialistas y el sistema capitalista en general. Véase nuestro capítulo: «La creencia que en la etapa imperialista cualquier crisis es la tumba del capitalismo» de 2017.
Pero debemos entender que:
«Ni la crisis del petróleo de 1973-85, ni la crisis de 1992-93, ni la reciente crisis española que se arrastra desde 2008 han hecho caer a los sucesivos gobiernos de España. (…) Precisamente porque, como hemos comentado, aunque una crisis madure, si sus frutos no son recogidos por una fuerza consciente que eleve la concienciación de los trabajadores, estos no romperán sus cadenas. (…) Este es el discurso clásico del populista, no del marxista serio. Lo cierto es que el capitalismo sí tiene «salida» a sus crisis, como ya hemos afirmado, y hemos podido observar sus estrategias en las más recientes: rescatar a la banca privada con fondos públicos, cargar sobre los hombros de los trabajadores mayores horas de producción e impuestos, flexibilizar los contratos laborales en beneficio del fácil despido y el abaratamiento de la indemnización, realizar recortes en sectores públicos sensibles para los trabajadores –sanidad, educación–, petición de nuevos créditos y renegociación de la deuda ya existente, devaluación de la moneda, búsqueda de nuevos mercados –incluso a costa de poder iniciar una guerra–, y muchísimas otras que dependen del tipo de país que sea y de donde se producen los déficits a tratar. Podríamos decir que estas fórmulas son las «válvulas de escape» de las que se vale la burguesía para evitar que su sistema se autodestruya por sus crisis cíclicas. Otra cosa muy diferente son los cambios de gobierno, o los cambios en las formas de dominación política. (…) Efectivamente, las sucesivas crisis capitalistas agudizan la lucha de clases, esto es un hecho. Pero a falta de un factor subjetivo, como es el partido marxista-leninista, la lucha de clases siempre será redirigida hacia otros cauces: culpar a una fracción de la burguesía en el poder, crear un chivo espiratorio hacia una etnia o religión, entrar en guerra para desviar la atención pública, entre otros. En suma, lo que sea necesario para capear la crisis sin que los cimientos del sistema se muevan». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
¡Quién a estas alturas todavía no haya entendido esto sigue en una ensoñación utópica!