La primera noche

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“Hoy es el primer día así de tranquilo”, dice uno de los soldados en una de las zonas más bombardeadas. “Probablemente porque habéis venido”. Desde aquí, las posiciones enemigas en Peski se encuentran a alrededor de un kilómetro. Y el oponente lo recuerda cada noche con ataques de artillería. Las minas y proyectiles habitualmente vuelan sobre las trincheras y fortificaciones y explotan en la zona residencial. Y por la mañana se graban los daños en otro colegio u hospital.

“Puede que no sea por nosotros, igual están intentando entender la conferencia de historia de Vladimir Putin”, respondo. Tras un momento, en algún lugar cercano, aparece una luz naranja en el bosque. Luego otra. Y otra… “Minas”, determina con de forma flemática el soldado, cubriéndose en las trincheras. “De 120” [mm].

Ya son las seis de la mañana, lentamente se hace de día y los oficiales que me acompañan sugieren que pasemos al refugio. Ya hay hombres sentados allí. Es el único lugar en el que puedes quitarte la protección y estirar un poco la espalda, derecho que los soldados aprovechan. Por la noche, todos, sin excepción, han visto el discurso del presidente de Rusia y dicen que la situación fue sospechosamente silenciosa al otro lado de la línea de demarcación. Por la noche, el enemigo no disparó una sola vez en esta dirección.

“Todavía no me he hecho a la idea de lo que ha pasado. Al menos hay algo de claridad”, admite uno de los hombres. “Son ocho años, la gente ya está cansada. Todos el mundo quiere volver a las minas, a sus familias, hacer pan, construir casas. Aquí todos somos trabajadores normales. No hay militares profesionales aquí. Por supuesto que estamos encantados, todo el mundo se emocionó. Finalmente es lo que estábamos esperando. Podemos sentir que tenemos ayuda por detrás. Ahora será más fácil”.

“¿Qué eras antes de la guerra?”

“Minero. Fue a la guerra en mayo de 2014”.

“¿Dónde luchaste?”

“Es una lista muy larga”.

“¿Tu familia ha estado aquí?”

“Los saqué de aquí en el 2014 y los he sacado ahora”.

El hombre tiene una cara dura con ojos bien marcados en los que se puede leer la determinación. Hace tiempo que me he dado cuenta de que cuando menos habla una persona de su pasado en combate, más rico es ese pasado. Sé que vivió duras batallas en el sur de la RPD, en Saur Mogila, en Ilovaisk.

“¿Cómo crees que reaccionará el otro lado al reconocimiento?”, pregunto a un soldado de mediana edad con mucha experiencia en la comunicación con el Ejército Ucraniano.

“Ya están reaccionando. Ha llegado por la mañana. Alto y claro. Recientemente, se han activado todos. No se van a calmar. Especialmente en la víspera del 23 de febrero, nos felicitarán la fiesta. Ya estamos acostumbrados. Pero me gustaría acostumbrarme a una nueva vida”.

Varios soldados más entran en el refugio. “¿Cómo os sentís?”, pregunto. “¡Como si hubiera nacido de nuevo!”, contesta uno de los jóvenes. “Muchas emociones. Lo estábamos esperando, sabíamos que todo saldría bien. Putin no nos iba a abandonar. Pasaportes, convoyes humanitarios… Putin lo ha hecho bien, que dios le dé buena salud”. En 2015 luchó cerca de Novoazovsk. Cuando la fase aguda de las hostilidades tras la operación de Debaltsevo comenzó a declinar con los acuerdos de Minsk, se retiró a la vida civil. Ahora ha vuelto a ponerse el uniforme.

“Volví voluntariamente cuando se anunció la movilización. Ya estaba aquí el domingo. Necesitamos hacer algo urgentemente o vendrán y saquearán como los fascistas. Ellos, como los americanos, solo entienden la postura del poder. Es inútil negociar con ellos. Te mentirán a la cara solo para pasar el rato. Y quieren el gas gratis, pero es necesario producirlo, hace falta trabajo e inversión. Gratis no hay más que el queso de una ratonera. Lo demás hay que pagarlo”.

“¿Será distinta la vida ahora?”

“Es necesario reconstruir Donbass, la devastación, las infraestructuras. Tenemos todo lo necesario para ello: fábricas, minas, acceso al mar. Nuestra región es rica y la tierra es fértil”.

“¿No es una pena que Mariupol y Slavyansk hayan quedado al otro lado?”

“Entonces las recuperaremos. ¿Qué te parece? No les demos esos regalos. Hay un tiempo para todo. ¿Cuántos de nuestros chicos murieron allí, no podemos traicionar su memoria”.

Ha amanecido en la calle y me despido de los soldados. Unos kilómetros más adelante, enciendo el teléfono. Es costumbre apagarlo en el frente. Hay nuevos informes de que los bombardeos se han reanudado a lo largo de la línea de contacto. A consecuencia de un sabotaje en la carretera que conecta Gorlovka con Donetsk, explotaron vehículos civiles y se habla de tres muertos. Kiev sigue escalando la situación, consciente de que le queda poco tiempo para solucionar su problema territorial por la fuerza.

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