Fidel Castro, el abogado de las causas justas

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Entre 1950 y 1953, el joven Fidel Castro Ruz ejerció la abogacía en la defensa de los intereses nacionales y de los pobres, campesinos y obreros

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Fidel Castro vistiendo la toga durante el juicio contra Emilio «Millo» Ochoa, el 12 de septiembre de 1952. Foto: Oficina de Asuntos Históricos

Abel Aguilera Vega (Granma).— Fidel Castro es uno de los políticos más importantes de la segunda mitad del siglo xx. Es el líder que encabezó la lucha revolucionaria contra una dictadura, y condujo la Revolución triunfante por los caminos del socialismo, desafiando a la principal potencia imperialista de su época.

Pero detrás del genio político hubo un joven que se graduó y ejerció la abogacía, lo cual fue vital en la conformación de su pensamiento político.

 

¿ABOGADO POR VOCACIÓN?

La primera referencia sobre su inclinación por la abogacía es de su último año en el Colegio de Belén, cuando la revista de la escuela, en julio de 1945, reflejó: «Participa en un debate parlamentario relacionado con un proyecto de ley sobre la enseñanza, presentado al Congreso de la República. Fidel, como alumno pre-universitario de Letras, interviene explicando las diferencias del papel del Estado en la instrucción privada en diversos países».

En varias ocasiones expresó su inclinación por otras ciencias y que el estudio de las leyes no figuraba entre sus preferencias: «En realidad, debo decir que yo era mejor en Matemática que en Gramática. La encontraba más lógica, más exacta. Estudié Derecho porque discutía mucho, y todos afirmaban que yo iba a ser abogado (…)».

Ingresó en la Universidad de La Habana el 4 de septiembre de 1945 como aspirante al título de Doctor en Derecho y Contador Público. El 5 de septiembre de 1950 defendió su tesis de graduación, y obtuvo sobresaliente.

En ese propio mes, convence a dos compañeros de estudio, Jorge Azpiazo Núñez de Villavicencio y Rafael Resende Vigoa, para abrir un bufete e iniciarse en el mundo de las togas y la balanza. Escogen un local en La Habana Vieja, que para la fecha todavía conservaba parte del poder político y empresarial del país, lo cual facilitaba su desarrollo como juristas.

El 10 de noviembre de 1950 se registra en el Colegio de Abogados de La Habana, y los tres amigos inscriben el bufete Azpiazo-Castro-Resende, ubicado en Tejadillo 57, apartamento 204.

De esta forma comenzó la actividad profesional del joven Fidel Castro Ruz, y con ella se abrió una etapa de mayor acercamiento a la realidad del país, palpó las necesidades de los sectores más humildes y presenció, personalmente, las injusticias de su época.

 

UN ABOGADO DIFERENTE

El ejercicio de una de las profesiones mejor pagadas de la sociedad le vislumbraba un futuro próspero. Pero los intereses del joven de Birán no miraban hacia qué lado se vivía mejor, sino de qué lado estaba el deber. Se percató de que estar investido de abogado le confería un arma poderosa, la de obrar con justicia en nombre de la ley.

El joven de Tejadillo estaba lejos de ser un abogado tradicional. Los procesos judiciales en los que se involucró develan que se convirtió esencialmente en un abogado político, en uno que empleó la toga como un arma de lucha revolucionaria contra el decadente régimen del país.

Defendió causas en las que se descubrían la corrupción, el mal manejo de los monopolios y las debilidades del sistema político y judicial. Fidel tocaba una llaga que a pocos les convenía presionar, y en ello también se basaba su estrategia, en la denuncia pública y la movilización política, dos armas temidas por los regímenes de la época.

Las víctimas de la corrupción y el abuso institucional fueron sus principales fuentes contra el sistema político. Ellas requerían un asesoramiento legal que no podían pagar.

Décadas después recordaba: « (…) Defendí distintas causas de gente pobre. Cuando existía un problema serio de tierras, de gentes a las que querían desahuciar, yo los representaba, hablaba con ellos, organizaba la agitación política, la denuncia. Lo llevaba a un plano político y a un plano público; no seguía precisamente el método tradicional, el estilo jurídico. Defendía a la gente no con argumentos estrictamente legales, porque desde la legalidad a lo mejor los podían sacar o desalojar, pero al mismo tiempo se cometía un abuso de poder, un acto inhumano, un acto injusto».

Por ello no temió demandar al monopolio Cuban Telephone Company; en denunciar al jefe de la Policía Nacional, Rafael Casals, por el asesinato del obrero Carlos Rodríguez Rodríguez; en defender a los pobladores de los barrios La Timba, La Corea y La Pelusa, ante las amenazas de desalojo para construir la Plaza Cívica; en denunciar pública y legalmente al presidente Carlos Prío, y posteriormente al dictador Fulgencio Batista.

 

LA LEY COMO ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA

Para 1951, el ambiente político en Cuba empezó a entrar en efervescencia debido a la cercanía de las elecciones generales de junio de 1952. La prensa de la época refleja las ardientes confrontaciones entre los diferentes bandos políticos.

El suicidio del carismático líder ortodoxo Eduardo Chibás, en agosto de 1951, y virtual ganador, complejizó la situación política del país. Para Fidel fue un periodo intenso, se había presentado como candidato a la Cámara de Representantes, y con frecuencia repartía panfletos, discursaba en mítines, tocaba la puerta de sus electores y hablaba en la radio.

Tenía definida una estrategia en caso de llegar al Parlamento. Para ello, el cumplimiento de la ley era importante.

«Perfilé la estrategia rompiendo la disciplina del Partido. En virtud de la Constitución y las leyes, pensaba presentar un programa similar al del Moncada. Todas las cuestiones vitales que expuse en La historia me absolverá aparecerían, en forma de leyes, en el plan que iba a presentar en el Parlamento, con la seguridad de que aquel proyecto dentro del Partido se convertiría en un programa de la masa revolucionaria. Es decir, no se iba a aprobar, pero sí se iba a convertir en la plataforma de movilización de todas las fuerzas sociales y políticas, de las fuerzas de acción armada para derrocar aquel gobierno».

Con la muerte de Chibás, la principal fuerza política del país quedó acéfala, y ello fue un factor decisivo para que Batista se decidiera por el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

Ello frustró la estrategia revolucionaria del joven abogado de Birán, quien reaccionó condenando el golpe en el artículo «¡Revolución no, zarpazo!», y posteriormente denunció al dictador en el Tribunal de Urgencia, el 24 de marzo.

Como era de esperar, su demanda no fue escuchada y el proceso se desestimó. Cuba había cambiado de la noche a la mañana, y las vías legales y políticas se habían agotado. Al decir de Fidel: «El momento es revolucionario y no político».

El cambio de las circunstancias obligó al hombre de la toga a tomar el fusil.

«Si frente a esa serie de delitos flagrantes y confesos de traición y sedición no se le juzga y castiga, ¿cómo podrá después ese tribunal juzgar a un ciudadano cualquiera por sedición o rebeldía contra ese régimen ilegal producto de la traición impune…? Se comprende que eso sería absurdo, inadmisible, monstruoso a la luz de los más elementales principios de la justicia».

Tal vez Batista nunca tuvo plena conciencia de cuanto contribuyó a acelerar la situación revolucionaria del país, la cual no se apagaría hasta el triunfo definitivo de la Revolución, en 1959, y de la cual Fidel Castro fue su figura más encumbrada.

Luego de los sucesos del Moncada, Fidel no ejercería más la abogacía como profesional, aunque esta sería un pilar fundamental en su vida revolucionaria. El sentido de la justicia –valor que debe acompañar a todo jurista– fue esencial en su praxis política.

Sin duda, esa etapa impactó en su formación revolucionaria y en la radicalización de su pensamiento, más si tenemos en cuenta que se trataba de un joven de poco más de 20 años.

La conformación del sistema judicial del país, posterior a 1959, no se puede explicar sin la sabia conducción, los conocimientos y la experiencia de Fidel Castro. Detrás de la conformación de los Tribunales Populares, los Bufetes Colectivos, el reclamo de la ilegal Base Naval en Guantánamo o de la defensa de las causas justas en el mundo, está el pensamiento jurídico de Fidel Castro.

Fuente: granma.cu

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