La anti-OTAN africana

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Casi por sorpresa, pero lo que acaba de ocurrir en el Sahel con la Alianza de Estados constituida la semana pasada por Malí, Burkina Faso y Níger es una anti-OTAN africana. Sí, reíros, pero es así. La “Carta Liptako-Gourma” para la creación de la “Alianza de los Estados del Sahel” contiene todos los elementos de una “arquitectura de defensa colectiva y asistencia mutua” entre los tres países que pone las cosas muy difíciles a los neocolonialistas occidentales (empezando por Francia) y sus perros falderos en la zona (como la CEDEAO).

 

¿Por qué del nombre? Porque es en esta zona, Liptako-Gourma, donde se creó, asentó y expandió el islamismo yihadista amparado por Occidente.

Como toda alianza, tiene sus artículos y sus objetivos. El central, “cooperación para la soberanía, el desarrollo de los pueblos de Malí, Burkina Faso y Níger y la lucha contra el terrorismo en nuestro espacio común”.

Así, el artículo 4 establece que “los Estados miembros se comprometen a luchar contra el terrorismo en todas sus formas y contra el crimen organizado en el espacio común de la Alianza” y el artículo 5 establece que “trabajarán también para prevenir, gestionar y resolver cualquier rebelión armada u otra amenaza al territorio territorial, a su integridad y soberanía, dando prioridad a los medios pacíficos y diplomáticos y, en su caso, al uso de la fuerza”. Este artículo establece, además, que “cualquier ataque a la soberanía o la integridad territorial de una o más partes será considerado un ataque a las demás”.

Si esto se consolida, la “Carta Liptako-Gourma”, por primera vez en el continente africano, instaura un bloque político-militar destinado a contrarrestar el neocolonialismo de las antigua metrópolis y Occidente en su conjunto. Es decir, acabamos de asistir a la creación de una anti-OTAN africana.

No se quedan ahí. El artículo 6 dice que “cualquier ataque a la soberanía e integridad territorial de una o más partes contratantes será considerado como agresión contra las demás partes y generará el deber de asistencia y socorro por parte de todas las partes, individual o colectivamente, incluido el uso de la fuerza armada para restablecer y garantizar la seguridad dentro del área cubierta por la Alianza”. Es una respuesta directa al movimiento tuareg de Azawad, que plantea la independencia de la parte norte de Malí (y que cuenta con el respaldo francés).

En la zona que da nombre a la Alianza de Estados del Sahel es donde el llamado Estado Islámico está más activo. Ahora por el norte de Malí, también están activos los tuaregs (con el apoyo de Francia), y las alianzas entre estos con el EI son más que notorias a través del Frente de Apoyo al Islam y a los Musulmanes, compuesto por tuaregs.

El internet están circulando estos días fotos y vídeos de ataques de estos yihadistas a posiciones del ejército de Malí, que está contraatacando con apoyo del Grupo Wagner. Incluso uno de estos vídeos refleja lo que dice ser un ataque a un coche Wagner, algo que ha sido celebrado por el estercolero francés. No obstante, hay muchas dudas de que esto último sea cierto.

Es normal. La intervención militar francesa en el Sahel -en nombre de la “lucha contra el terrorismo- comenzó en 2013 y diez años más tarde la cosa sigue igual. Hicieron bien estos países en expulsar a los franceses (en Níger aún siguen, pese al rechazo poblacional y de los militares) porque se comportaron como tropas coloniales y ni “estabilizaron” ni aseguraron en absoluto a las poblaciones civiles de la región a las que supuestamente iban a proteger de los yihadistas. Eso fomentó en la población la conciencia de que la presencia militar francesa tenía (y tiene) como objetivo defender los intereses económicos y estratégicos de París, perpetuando la lógica del neocolonialismo y, en particular, de todo el proceso político, económico y moneda de la “África Francesa”.

Desde las minas de oro de Malí y Burkina Faso hasta las minas de uranio de Níger, el saqueo de los recursos naturales por parte de las multinacionales francesas y europeas está ahora a la vista de todos. Es algo que no se puede negar.

Está claro que se va a iniciar un proceso gradual para volver a imponer el control de esta zona por los respectivos países de la AES, eliminando las amenazas pro-occidentales, y que se coordinarán para ello. Es, al mismo tiempo, el golpe de muerte para la CEDEAO, de la que los tres países son miembros aunque estén suspendidos tras los pronunciamientos militares.

La Alianza de Estados del Sahel surge en este contexto, dirigida por juntas militares pero apoyadas de forma abrumadora por la población. Malí, Burkina Faso y Níger son países que están, en diversos grados, sujetos a sanciones económicas, financieras y comerciales impuestas por los neocolonialistas europeos (la UE mantiene sanciones -ilegales, según el derecho internacional- a los tres países) y sus perros falderos de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental.

La Carta permanece abierta a “cualquier otro Estado que comparta las mismas realidades geográficas, políticas y socioculturales y que acepte los objetivos de la Alianza” y cualquier “solicitud de membresía será aceptada por el voto unánime de los Estados miembros”. Es una invitación clara a Guinea, que también se ha liberado del colonialismo francés pero que no forma parte, aún, de esta alianza.

Un dato a tener en cuenta para quienes andan asustándose con eso de que Rusia se está acomplejando en Azerbaiyán, Armenia, Vietnam (y que siguen intentando buscar flores en el estercolero): la decisión de crear la Alianza de los Estados del Sahel se tomó en el contexto de las negociaciones que tuvieron lugar entre la delegación del Ministerio de Defensa ruso encabezada por el segundo del ministerio,Yunus-Bek Yevkurov, en Malí, Burkina Faso y Níger, a principios de este mes. Aquí está con el emblemático militar burkinés que dirige el país africano justo una semana antes de la creación de la AES.

Esto solo puede considerarse como una respuesta asimétrica de Rusia a las acciones hostiles por parte del Occidente colectivo. Y no hay que olvidar que China tiene también excelentes relaciones con estos países.

Es pronto para decirlo, pero este movimiento africano puede provocar cambios en otros países de la región, antiguas colonias de Francia, donde todavía existen bases militares en Senegal, Costa de Marfil y Chad. Os recuerdo que desde agosto, cuando empezaron, las manifestaciones y protestas antifrancesas en Senegal son cada vez más masivas. Y ni que decir tiene que hay otros países, fuera de la influencia francesa (como Argelia o la República Centroafricana, buenos socios de Rusia también) que no es descartable que apoyen a la AES como “miembros asociados”.

Con esta alianza el gasoducto que se planteaba hacia Europa como alternativa al gas ruso (partiendo de Nigeria y atravesando Níger y Argelia o Túnez) tiene pocas posibilidades de realización.

El colapso de la estructura neocolonialista en África es inevitable, aunque aún hay mucho camino por delante y no está exento de peligros por las reacciones de los neocolonialistas europeos y sus vasallos. Los países africanos están pisando firme en sus esfuerzos por ser realmente estados soberanos con visiones, programas y políticas nacionales para lograr la estabilidad y el desarrollo y satisfacer las demandas populares de sus ciudadanos.

El Lince

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