La muerte de 44 civiles en Dnepropetrovsk, el 14 de enero, no fue una acción deliberada del ejército ruso sino resultado de la caída de un misil ruso derribado por la defensa antiaérea ucraniana.
El misil abatido por el fuego antiaéreo ucraniano cayó sobre un edificio de apartamentos en Dnepropetrovsk, con un saldo de 44 muertos y 75 heridos graves, todos civiles.
Los medios ucranianos y la prensa occidental acusaron inmediatamente a Rusia de «crimen de guerra». Pero el consejero del presidente Volodimir Zelenski para la comunicación estratégica, Oleksii Arestovych (ver foto), reconoció que en realidad se trató de un error de la defensa antiaérea ucraniana, luego trató de echarse atrás antes de acabar confirmando su anterior declaración y ahora acaba de ser destituido a pedido de los diputados nacionalistas integristas.
Desde Moscú, el ministerio de Defensa ruso reiteró que nunca ataca inmuebles residenciales ni instalaciones civiles y confirmó que el misil en cuestión había sido lanzado contra un objetivo militar.