Las repúblicas bálticas, punta de lanza de la OTAN frente a Rusia y del fascismo frente al comunismo

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Las repúblicas bálticas son, sin lugar a duda, una de las apuestas más grandes por parte de la OTAN a la hora de realizar un cercamiento a Rusia. Junto a Polonia, Estonia, Letonia y Lituania son los países que más apoyo están ofreciendo al régimen fascista ucraniano y sus respectivos gobiernos apoyan fervientemente la presencia militar de la OTAN en sus territorios.

 

Al bordear Rusia a través de miles de kilómetros de frontera, son 3 regiones ideales para, entre otras cosas, instalar bases militares de la organización atlántica a escasa distancia de localidades como la capital rusa, Moscú. Además, los elementos reaccionarios que dirigen dichos países no dudan en llevar a cabo una despiadada ofensiva ideológica para embrutecer al proletariado de sus respectivos países y, de esta manera, eliminar rápidamente cualquier tentativa de entendimiento de su proletariado con los trabajadores rusos. Temen que en estos momentos de ofensiva capitalista y de pauperización de la miseria de los trabajadores del mundo, vuelva a aflorar el internacionalismo proletario que existía durante la Unión Soviética y que permitió que los pueblos trabajadores de esos países se relacionasen dentro de su condición de clase, como si de un único país se tratase.

Desde el pasado mes de septiembre, se prohibió que ciudadanos rusos con visados Schengen pudiesen integrar al territorio de los países bálticos – Estonia, Letonia y Lituania – y Polonia. En relación con esto, el pasado lunes 17 de abril, el recién formado gobierno de Estonia, presidido por la neoliberal Kaja Kallas, manifestó su oposición a que trabajadores rusos pudieran cruzar la frontera con el país para huir de los horrores de la guerra imperialista y evitar ser llamados a filas.

Letonia, por su parte, no se queda atrás en su alineamiento con los intereses de la OTAN. Rara sería otra postura teniendo en cuenta que su actual presidente de la república, Egils Levits, fue un reconocido neonazi en los años noventa. Esto explica mejor los motivos que llevaron a Inara Murniece, Ministra de Defensa de Letonia, a anunciar la transferencia al régimen fascista de Ucrania de todos sus sistemas de defensa aérea Stinger junto con la promesa de instruir a miles de soldados ucranianos durante el presente año. Letonia lleva ya más de 370 millones de euros en apoyo económico-militar a Zelensky.

Por último, Lituania reaccionó rápidamente ante la invasión rusa de Ucrania bloqueando el tránsito de mercancías hacia el estratégico enclave de Kaliningrado restringiendo el tránsito ferroviario, lo cual afectó a un 40-50% de las importaciones totales del territorio y lanzaba a su población a una más que posible confrontación militar con Rusia. A sabiendas de que las decisiones del ejecutivo lituano estaban tensionando la política entre ambos países, la formación militar, los reclutamientos, la movilización parcial de sus tropas y las maniobras en la frontera no han dejado de aumentar desde el año pasado. A su vez, Lituania ha insistido en reiteradas ocasiones a la Comisión Europea que imponga sanciones más fuertes contra Rusia.

Dichos elementos reaccionarios aplican en las 3 repúblicas una serie de medidas que dejan muy claro la esencia fascista de sus respectivos estados. Una de ellas es la persecución a todo lo relativo al comunismo, empezando por la hipócrita comparación de esa doctrina con el fascismo (siendo ellos fascistas en palabra y hecho), tal y como comentó en su día el Ministro de Relaciones Exteriores de Estonia, Urmas Reinsalu:

«El nazismo y el comunismo se arrogaron el derecho a aplastar países y sociedades, todo en nombre de un futuro utópico que nunca llegó. Millones de personas fueron oprimidas para ser «reeducadas». Otros muchos millones sufrieron la miseria más abyecta. Y, por supuesto, también fueron millones los que fueron desplazados o asesinados. […]No puedo estar más en desacuerdo cuando su gobierno afirma que el comunismo ha dejado efectos positivos. Es cierto que la Unión Soviética participó en la campaña contra la Alemania nazi, pero el Ejército Rojo no liberó a Europa del Este de la tiranía nazi, sino que cambió ese dominio alemán por la nueva dictadura rusa. La Guerra Civil concluyó en Grecia en 1949. Ese mismo año, el régimen comunista de Estonia deportó al 2% de nuestra población, como represalia contra los campesinos que se negaban a colectivizar la agricultura. A eso hay que sumarle las decenas de miles de estonios que fueron apresados y enviados al Gulag. Cuando digo que en el comunismo no puede haber libertad, democracia e imperio de la ley, lo digo porque se de lo que hablo. La historia nos lo demuestra. El comunismo ha sido intentado en todos los continentes, con la salvedad de Oceanía, y el resultado siempre ha sido el desastre económico y la destrucción gradual del imperio de la ley».

Otra de las medidas es el régimen de apartheid aplicado a la minoría rusa, que fácilmente alcanza a ser el 20% de la población en países como Estonia, y a la población rusófona, vetando a dichas personas todo tipo de derechos como, el derecho al sufragio y el derecho a realizar estudios en su lengua materna como lo es el idioma ruso. Por no hablar de que la discriminación sobre esa minoría llega al punto de que, especialmente desde la recesión que estalló en 2008, las condiciones de desempleo y de pobreza son aún mayores en esas capas de la población. Aunque realmente la inmensa mayoría de la población de dichos países sufre la explotación del capital en un grado muy elevado, al punto en que la demografía de las tres repúblicas tiende a decrecer, entre otras cosas, por el cada vez más alto índice de población joven que emigra a otros países ante la falta de perspectiva de futuro.

Hoy día, miles de jóvenes observan la «perspectiva de futuro» de la que disponen en esos estados fascistas: blanqueamiento constante del fascismo exaltando como héroes nacionales a colaboracionistas con el nazismo – recordamos el caso de Miquel Puertas, que en 2020 fue encarcelado y torturado en Lituania por el hecho de haber señalado que los supuestos “héroes nacionales” del país eran colaboradores del Holocausto nazi –; persecución de todo elemento revolucionario que aspire a obtener una sociedad más humana, igualitaria y justa – en 2009, el Parlamento lituano modificó su Código Penal para castigar con tres años de cárcel la propaganda e ideología comunista –; una serie de políticas socioeconómicas que convierten a los jóvenes proletarios en un mero utensilio de usar y tirar para la burguesía y un servicio militar obligatorio destinado a que, más pronto que tarde, sirvan como carnaza en una guerra interimperialista.

Una guerra en la cual se usaría a la clase obrera de las repúblicas bálticas al igual que se usa a la clase obrera en Ucrania, a modo de carne de cañón para eliminar a gran parte de la población considerada como excedente para los monopolios. Además de que la potencia criminal más grande que ha parido la historia, Estados Unidos, en una situación interna cercana a la guerra civil, con múltiples tiroteos prácticamente todos los días, con diferentes sectores de la burguesía depredándose entre ellos, una deuda pública de más de 20 billones de dólares, de gigantes en quiebra como el Silicon Valley Bank y con una moneda que cada vez más devaluada frente a otras como el rublo, no ve de otra salida a ese panorama de pérdida de hegemonía que una guerra a gran escala frente al bloque imperialista emergente de los BRICS. Todo ello en medio de un modo de producción que hace aguas frente al avance de las fuerzas productivas, como así lo acredita la descompensación entre capital variable y capital constante fruto de la robotización.

Frente a este panorama, los comunistas de todo el mundo debemos tejer unas relaciones internacionales alejadas de la podredumbre hasta ahora imperante, del amiguismo, del revisionismo y de la negación del internacionalismo proletario, teniendo claro en todo momento los inmensos cambios que están operando en la base económica, y alejándonos de toda tesis oportunista y/o chovinista. Al final, solo el pueblo trabajador del mundo, con la clase obrera a la cabeza guiada por el marxismo-leninismo, puede poner fin a las actuales y opresivas relaciones de producción, sustituyéndolas por la dictadura del proletariado como única vía contra la barbarie imperialista que asola a los pueblos del mundo y nos condena a la miseria más absoluta.

¡SOCIALISMO O BARBARIE!
¡VIVA EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO!

Madrid, 23 de abril de 2023

SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

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