Un cuento chino

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Enternecerían y divertirían estos «cuentos chinos», que nuestros queridos vecinos septentrionales tratan de pasar por verdad, si no fuera por esos «ataques acústicos», que terminaron siendo ruidos de grillos pero sirvieron de excusa para recrudecer el asedio contra Cuba

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Michel E. Torres Corona.— A principios del mes de junio, dos periodistas estadounidenses, Warren Strobel y Gordon Lubold, publicaron en The Wall Street Journal una «exclusiva» sensacionalista en la cual denunciaban un pacto clandestino entre la «cruel dictadura» cubana y el «malvado régimen» chino para instalar en la Isla una base ultrasecreta de espionaje radioelectrónico. La operación le reportaría a Cuba, supuestamente, unos cuantos miles de millones de dólares.

 

Representantes del Gobierno cubano tildaron de «mendaz» al trabajo «periodístico» de Strobel y Lubold, que se valía de «fuentes anónimas» y rumores para dar por cierto algo de lo cual no existían pruebas o indicios serios. Los chinos recomendaron, a su vez, que los políticos estadounidenses no debían prestar oído a difamaciones y que, en cambio, tendrían que concentrarse en abrogar todas las medidas coercitivas unilaterales que le imponen a nuestro pueblo y, de paso –si tanto les preocupaban las bases militares– que se fueran de Guantánamo.

Lo más risible del caso es que funcionarios de la administración Biden salieron a la palestra pública tocando el tres: «la información publicada es inexacta», «no hay evidencias al respecto»… La lógica indicaría que nadie medianamente cuerdo se haría eco, entonces, de semejante relato fantástico, teniendo en cuenta que ni los principales adversarios de los chinos lo validaban.

Y quizá por eso mismo es que nuestra cara mafia anticubana en Miami (y alguna que otra ciudad estadounidense) se lanzó enseguida a dar gritos de alarma. El senador Marco Rubio, conocido por su probidad y su solidario interés por el pueblo cubano, directamente acusó de mentir a John Kirby, vocero del Consejo de Seguridad Nacional, cuando este dijera a los medios que no había base y que no tenían conocimiento de negociaciones en curso sobre ese tema. Los medios de siempre, los de la maquinaria de odio y de mentiras contra Cuba, soltaban chispas: Biden tenía que barrer con la Isla, de inmediato, sin titubear… ¿o es que era aliado de Xi Jinping?

Mas la locura no cesó ahí. Un reportero de la agencia Reuters publicó días después que no eran negociaciones secretas, no: había ya, de hecho, una base militar china en Cuba desde 2019, y mostraron al mundo unas fotos desde lejos, de una antena, entre el verdor de Bejucal… Y ya, no hace falta más nada. Un medio de propaganda anticubana llegó a publicar, como evidencia testimonial, una «entrevista» con un cubano que estaba chapeando y entre golpe y golpe de machete respondió a sus preguntas sobre la supuesta base china con «hay rumores». ¡Palo periodístico!

María Elvira Salazar, pundonorosa congresista estadounidense, quien ha hecho carrera, primero en los medios y luego en la política, con la retórica de odio y anticomunismo tan grata a los intereses del lobby miamense, condenó la «invasión» de China, mostrando en cámara papeles y fotos al azar, y diciendo que los chinos eran malos porque eran comunistas y eran comunistas porque eran malos, y que Estados Unidos debía tomar cartas en el asunto. Claro, no sacó la cuenta de que si por una supuesta base militar, una sola, se puede acusar a China de «invasión»… ¿qué quedaría para los yanquis y sus cientos de bases militares en todo el mundo?

La guinda del pastel la puso hace poco el expresidente Trump, quien, cuando no está en algún tribunal, se dedica a su campaña para reelegirse. En un discurso reciente, acusó a Biden de inmovilismo –no es que defendamos al provecto emperador, sí que padece de abulia–, y que si él, Trump, el más poderoso y el más capaz, llegaba a sentarse de nuevo en el Despacho Oval, los chinos tendrían 48 horas para retirar todo su equipamiento militar de la Isla y clausurar cualquier establecimiento que respondiera a esos fines. De lo contrario, haría caer «el martillo» sobre chinos y cubanos. Asumo que sabe que retirar algo que no existe no toma mucho tiempo y de ahí que otorgara un plazo tan apremiante.

Enternecerían y divertirían estos «cuentos chinos», que nuestros queridos vecinos septentrionales tratan de pasar por verdad, si no fuera por esos «ataques acústicos», que terminaron siendo ruidos de grillos pero sirvieron de excusa para recrudecer el asedio contra Cuba; si no fuera porque alguna vez, unas armas de destrucción masiva que nunca existieron fueron el pretexto para condenar a Irak al caos.

Fuente: granma.cu
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